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Fay

Presente

Siempre me pregunté cómo es que se sentiría ser elegida.

A mi modo.

Que la persona por la que darías todo, también estuviera dispuesta a darlo todo por ti.

Siempre me pregunté cómo es que sería, por primera vez, ser elegida, porque toda mi vida había sido yo la persona que elegía darlo todo por los demás. Hasta que simplemente dejé de hacerlo. Dejé de intentarlo. Dejé de esforzarme. 

Sentía los ojos secos de las pocas veces que había parpadeado en los últimos minutos, no tenía ni idea del tiempo que Jason había hablado, solo estaba consciente de que el hambre que se asentó en mi estomago se había convertido en un agujero. Como si todo lo que dijo me hubiese atravesado por completo. Mi garganta también estaba seca, quería aclararla, pero sentía que no podía hacerlo. Tantas cosas se arremolinaban ahí que me dio miedo ahogarme con todas ellas.

Bien solía pensar que para todo hay una mentira.

Para todo hay un engaño.

Para todo hay una obsesión.

Mi tobillo ardía, al igual que todo mi cuerpo. Lo único que quería en ese momento era que me dejaran sola. Que todos salieran de la habitación y se alejaran de mí.

Jenn había escuchado todo lo que Jason me contó, seguía ahí, en el umbral de la puerta observándonos. Ambos con la misma expresión neutra de siempre, calmada aún después de todo lo que pasó. De todo lo que él dijo. De todo lo que él hizo.

La comida seguía humeando en el plato cuando Jason me lo acercó, aunque lo hizo primero con el vaso de agua. Lo sujeté en mis manos y miré el interior, buscando alguna anomalía, algo que me gritara que no lo tomase. No encontré nada.

—Hice lo que debía hacer por tu bien —dijo y se puso de pie.

—Lo que debías hacer —susurré y casi me reí. Me tomé la mayoría del contenido de un trago.

—Jamás te haría daño, Fay. No a ti.

Su rostro se iluminó, como solía hacerlo cuando estaba conmigo, cuando decía algo con sinceridad. Me sonrío como siempre y yo aparté la mirada, conocerlo tanto como para que ahora fuese tan transparente, dolía.

—Fay, me haces bien, ¿no lo ves?

—Estás loco —fue lo único que murmuré. Seguía sin mirarlo a los ojos. Sentí una presión en la cabeza, los latidos de mi corazón se dispararon y solo veía las luces.

Rojo.

Azul.

Rojo.

Azul.

«Estás loca»

«Loca»

«L

O

C

Un pitido me atravesó la cabeza, mis manos se tensaron y entonces se escuchó el impacto del cristal contra la pared. Lo poco que quedaba de agua se deslizó por ésta hasta el suelo. Había lanzado el vaso.

Había impactado en la pared donde estaba la puerta y Jenn.

Había dejado de ver las luces.

Ninguno se sorprendió, Jason giró ligeramente el rostro para conectar su mirada con la mía. Y sonrió.

—Pero lo entiendes, ¿no es así?

­—No, no lo entiendo —escupí y decía la verdad.

—No necesitamos ser comprendidos. Deberías saberlo —replicó, ordenando las cosas que anteriormente había tirado del escritorio—. Hay personas que no merecen lo que les das, porque abusan de lo bueno que sigue habiendo en tu interior —dijo al tiempo que apretaba en su mano el celular de Allan—, y entonces simplemente te deshaces de ellas.

—No deberías tener el poder de decidir cosas como esa. —Apreté las manos, mis nudillos se pusieron blancos por el esfuerzo. A lo lejos podía percibir la sirena que siempre escuchaba. El murmullo de una pesadilla que siempre vivía en mi realidad.

Jason sonrió de nuevo, una sonrisa que resultaba algo aterradora. Ya no tenía que fingir, me había mostrado esa parte que procuró ocultarme hasta que fue demasiado lejos. Yo también había ido demasiado lejos. El empeño por saber qué era lo que ocultaban me llevó directo a donde me encontraba.

¿Me lo había buscado yo?

—Te toca Jenn —pronunció Jason haciéndose a un lado. Como cediéndole el puesto, la palabra—. Acabamos de enterarnos de lo que tenías con el otro, ¿qué esperabas? ¿Quedarte con ambos?

No sabía qué era lo que esperaba, hace unas horas estaba decidida a estar con Jason, había venido a hacer las cosas bien. Claramente ahora no era esa la intención, no sabía siquiera si saldría de ahí.

Jason se apartó, prometiendo que me daría de comer después de escuchar a Jenn. No tenía otra opción, cuando la pelirroja se acercó a mi sentí algo raro en mi interior. Como cuando alguien te resulta familiar por mucho que rechaces la idea. Me había pasado tanto tiempo pensando en ese mismo rostro que ahora me miraba con indiferencia, intentado descubrir qué era aquello que parecía unirme a ella.

Jenn siempre había parecido más ruda, no sonreía como su hermano. Al menos aún no.

Obsesiones pelirrojas [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora