↬ 05; Experimentación

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Probar cosas nuevas.

Eso era lo que le atormentaba.

Nunca fue directo con sus emociones ni pesares, tampoco con sus dolencias físicas, pero nunca creyó que a alguien le importara del todo.

Al menos no a todos.

Y ahora, tenía a alguien que sí. Se mostró piadoso, se mostró servicial, compasivo y muy, muy inteligente. Incluso si su cuerpo estaba cubierto por un manto de oscuridad, la idea de que era por ser demasiado para él se le incrustó de forma en que jamás saldría.

Era imposible, le era imposible. Era como estar frente a un dios. ¡Nadie podría ser tan perfecto!

Por un segundo, la idea de estar herido, por más agonizante y dolorosa que fuera, le hacía recordar que a pesar de todo seguía con vida. Listo para arrastrarse por la jaula y ser capaz de morder las cadenas que lo sujetaban a ese material de nuevo, frío y maloliente. Se sentía poderoso después de esa charla tan motivadora.

Hasta que vio a Sawyer.

El felino aguantó la respiración unos segundos. Estaba atado de nuevo y, como ya estaba acostumbrado, no reparó en guardar consciencia del tiempo.

—¿Sabes a cuántos niños has matado?

Fue directo y cruel. Catnap temía tener una respuesta, optó por mantenerse en silencio.

No estaba bien, en lo absoluto, tenía muchas confusiones. ¿Cuándo tocó a esos niños? ¿Qué daño les causó? ¿De qué habla Sawyer?

Su mirada se mantuvo fija en el suelo durante el rato que consideró necesario. Enjaulado, no tenía a dónde ir, y ese bozal le impedía abrir la boca. Sin embargo, la sangre caía, y él era el origen.

Verla le recordó la punzada de dolor que se supone debía sentir; escurriendo desde sus dientes. Ese bozal era otro método de tortura, estaba seguro.

Gruñó por lo bajo, enviando una respuesta errónea a Sawyer.

—¿No te importa saber? —dijo, con un aire de superioridad.

¿Cuánto tiempo ha pasado ya?

—A todos —respondió el científico.

¿En qué momento?

—Tu gas sí les resultó letal —Sawyer dio vueltas alrededor de la jaula. Catnap no lo miraba, pero escuchaba sus pasos, no evitando detener su confusión.

Algo estaba claro: Sawyer le estaba mintiendo, pero era incapaz de descifrar en qué. Solo era un presentimiento, pero aún así, no se atrevía a confiar en el científico.

—Quiero que sepas que nos sorprendió tanto a ti como a nosotros.

No pudo haberlos sorprendido porque el humo no es letal. Catnap está seguro de eso. ¿Cuántas veces ayudaba a sus amigos a dormir con ese gas, a algunos niños demasiado revoltosos, o incluso a algún empleado por mera diversión? Ellos aún viven.

—Mientes —habló entre dientes el felino sin acelerar el habla. Fue un dolor y se silenció al instante. Sin embargo, ya se dio cuenta, al fin, de toda la manipulación detrás.

Sawyer, así como todos los doctores ahí, era una alimaña mentirosa.

—Desde luego. El gas no es letal... Pero eso no te quita la inocencia —Sawyer se detuvo de su andar. Miró al felino entonces—. Tú mataste a esos niños, el humo rojo fue tu estrategia...

Catnap no lo miró todavía. Aún estaba mintiendo.

—Tú eres una amenaza —concluyó el doctor retirándose, dándole la espalda.

Al final, consiguió lo que quiso, confundir al felino, que dejó su cuerpo caer lentamente al suelo frío, tratando de unir las partes.

Mejor dicho, las terminó de unir.

Que ese doctor le dijera ese tipo de cosas no era nuevo; era su forma de rebajarlo, su forma de despreciarlo, como si le designara un rango de inferioridad. Creador - creación.

Hacerle sentir confundido... Como si crearle dudas fuera su forma de poner una pared que separe la capacidad de sus inteligencias.

Pero estar confundido no es ser idiota.

Estaba harto, cada día era más frustrante. Los repudiaba con cada célula de su ser y nadie le negaría el derecho de sentir eso.

Estar enjaulado era agobiante, sumado a sentir aquella presión sobre su mandíbula para que no sea capaz de abrirla y liberar el humo.

Entendía cosas. Era obvio que Sawyer estaba usando una metáfora al llamar letal al humo rojo. No lo era, pero era el paso previo a la muerte... ¿Qué muerte? Jamás dañó a nadie.

La única sangre que bañó su cuerpo fue la propia, incluso si era un amargo recuerdo, estaba orgulloso de tener ese control sobre su rabia para no haberse desquitado con algún trabajador... Todavía.

La verdad era que cada día parecían rogarle que les arranque la cara con cada estupidez que soltaban sus bocas.

¿La peor parte? Que de quererlo lo haría con gusto.

Estaba harto.

—Prueba cosas nuevas, ve a jugar con los niños, visita la escuela... Oh, o quizá quieras acompañarme al monitoreo —Dogday dijo alguno de esos días.

Prueba cosas nuevas...

Sabe que el can se refiere a indagar y saciar su curiosidad de cualquier tipo. Dentro de la guardería podría preguntar lo que quisiera a Delight o a Bubba; cocinar delicias con Picky; retar con juegos a Kickin y a Hoppy; pasar un momento de silencio y calma con Craftycorn, y hasta incluso leer historias de todo tipo con Bobby a los niños. Amaba leerles historias...

No pudo retener ese sentimiento de paz al pensar en cosas que le hubiera gustado hacer con alguno de ellos. Antes de que llegue a ese nivel de fastidio nuevamente, ahora consigo mismo, pues lo primero que se le vino a la mente era esa curiosidad de saber si el orgullo prevalecería si su cuerpo tuviera encima sangre ajena.

Según su dios, sí.

Sí, un pensamiento sádico que lo preocupaba a él mismo. Pero no podía evitar estar convencido (o intentar convencerse) de que mientras se quede como una idea nunca ejecutada seguirá siendo la víctima de toda esa pesadilla.

Pero, según su dios, él siempre seguiría siendo ese pequeño niño que solo busca vivir en paz.

Y esos niños... Ya no podía hacerse el ignorante por más tiempo.

Sawyer tenía razón, toda su tonta metáfora era verdadera.

El humo rojo es letal por ser el paso previo a la muerte. Sawyer era un maldito asesino engreído y descarado. Lo repudiaba a cada segundo más.

Los niños morían al no soportar todas las innecesarias y negligentes operaciones. Por fortuna, esperaba, que al estar dormidos el dolor no sea ni de cerca comparable al suyo.

Desde Marie Payne, los gemelos, e incluso...

E incluso Rosie, esa niña pequeña que aún tenía esa voz acaramelada infantil, fanática de los cuentos de piratas.

Recordó entonces por qué pasar tanto tiempo con los niños no era buena idea.

No podía evitar extrañarlos.

Y el simple hecho de que él sea testigo de la masacre detrás... Las probabilidades de salir de ahí con padres y ser felices... Vivir al fin...

Se sentía tan hipócrita, pues incluso si nunca estuvo de acuerdo en que le extrajeran el humo rojo, siempre pudo evitarlo.

Su dios se lo hizo saber.

—¿Sabes?... Cuando salga de aquí... Voy a ser doctora.

Dijo aquella niña de voz dulce.

Al diablo.

Está más que seguro de que Rosie, con todo de ella, y con esa preocupación ajena y adorable por todos, jamás sería como el idiota de Sawyer...

Espera desde el fondo de su corazón que la niña haya logrado convertirse en la mejor doctora, incluso en un vago sueño...

Wake Up Heartless || CatNap x DogDayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora