↬ 09 ; Razón

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Las cosas parecían haber mejorado, al menos en comparación con los últimos dos meses. Catnap seguía alejándose, pero dejó de evitar al can con frecuencia, dedicándole sonrisas risueñas cada cierto tiempo, lo que sirvió para no hacerlo sentir culpable.

Por su parte, Dogday se mantenía aún con la duda sobre lo sucedido, incluso tratando de pensar que todo estaba bien de nuevo. Pero no puede, porque no era cierto.

Notó sus actitudes, su forma de hablar y cómo referenciaba a alguien más; nunca decía su nombre, llamándolo con algún que otro apodo extraño, divagando en cómo le parecía increíble...

Dogday solo escuchaba extrañado, dudando que sea la mala influencia que estuvo buscando tanto. Es decir, el gato parecía haber hecho un amigo, incluso si quizá lo alejara de su lado...

Negaba con suma decepción ante la mínima idea de ser tan egoísta por estar celoso de que el felino lograra tener otro contacto.

Su única opción a ser cuestionada era el propio Sawyer, alguien activo en la vida del gato y que seguramente debía de saber algo, o haberle hecho algo.

—No sé de qué hablas —respondió el doctor, organizando papeles sobre su escritorio, de forma cortante, dándole la espalda al girar sobre su silla.

—¿Qué quiere decir...? Catnap ha estado actuando extraño por dos meses. Debiste haber notado algo —exigió el perro, tratando de sonar, de hecho y por redundancia, exigente.

—Catnap siempre actúa igual conmigo —dijo el doctor.

Dogday tragó saliva. Eso implica que el felino solo cambió su trato con él... Le hacía tener varias ideas y ninguna le agradaba del todo.

Solo por poner en consecuencia... ¿Y si su nueva amistad lo alejaba? Era extraño pensarlo para el can, acostumbrado a hacer amigos con todo mundo. ¿Por qué alejar al amigo de tu nuevo amigo? Seamos todos compañeros.

Le aterraba un poco saber que el mundo no funcionaba así, pero al menos aquí abajo, no tenía por qué ser de otra manera.

El can bajó la mirada, sintiendo la culpa asomarse por la idea de estar celoso. Entonces, estaría haciendo lo mismo que se supone critica, o avanzando por el mismo sendero aunque sea en menor nivel.

Sudó frío, despidiéndose del doctor no con una exacta sonrisa sincera.

No cuestionaría al gato, no aún, al menos. Había visto cómo cada vez que él se alejaba o distanciaba demasiado, volvía a darle mimos y abrazos de nuevo. El proceso se repetía constantemente, casi como una rutina.

—¿No quisieras conocerlo? —preguntó el felino con voz ronca, un tono que usaba últimamente. Era una mera añadidura a su usual forma silenciosa de hablar. Le gustaba al canino, pues lo hacía sonar más confiado de sí mismo.

—No estoy muy seguro... —el perro respondió, rascándose la nuca. No sonaba mal, pero sus múltiples ideas cruzadas le alteraban su forma de reaccionar—. Quiero decir... En el día debo cumplir los deberes y en la noche debo dormir, ya sabes... —contestó con incomodidad, bajando la mirada al suelo y a un costado.

El gato no dijo nada en respuesta, pero la tensión estaba tan alta que decir otra cosa parecía ser suficiente para que el felino se comportara despectivamente con él de nuevo... A pesar de todo indicar que no era su intención.

El can estaba dudoso. Se limitó a reducir sus preocupaciones a más no poder, para tener respuestas rápidas como soluciones. Si el gato quería presentarle a su nuevo amigo, ¿por qué negarse?... Quizá por su mal presentimiento, quizás por cómo todo cambió al afirmarse su llegada... O quizá... Solo eran sus ideas.

Aunque quiso pensar lo siguiente, no le fue posible sin entrecruzarse con la segunda opción... Catnap puede ser solitario y silencioso, debió de dejar la guardería en la noche donde nadie se fijaría en él... ¿Cómo? ¿Por qué?

Sabía que el felino odiaba el lugar, odiaba a casi todos los trabajadores ahí. Pero por varias razones salir a la ligera no era una opción.

El 18 de junio de 1992, Huggy Wuggy logró escapar, cerca de la medianoche, al exterior.

Desconoce los detalles, pero algo que sí sabe, es que el juguete está en la fábrica de nuevo, y que obviamente tuvieron que aumentar la seguridad.

Catnap, por más ágil que sea y flexible que se comporte, no podría salir por la puerta delantera, sin tomar en cuenta que seguramente se perdería en la fábrica de arriba.

Debía de haber alguna otra razón para querer salir.

Y entre nos, el prototipo era aquella razón.

Catnap lo visitaba constantemente, casi todas las noches, volviéndosele una costumbre. Estaba sumido en adorar a ese ser antes que tomarse el tiempo de notar cómo las cosas iban rodando a sus costados.

Cuando Dogday bajó la cabeza sin saber si aceptar su oferta, se abstuvo de actuar de forma agresiva.

Catnap no entendía por qué la necesidad de comportarse violento con todos, pero le daba cierta paz desquitarse con algo. Antes o después de las cirugías, que le evocaban el mismo sentimiento de repudio.

Pero sabía que Dogday era una víctima de la fábrica justo como él, tomando control sobre sí mismo e ignorando su orgullo y pesares internos, se dedicaba a darle algo de cariño al perro, sintiéndose feliz de también necesitar ese tacto de vez en cuando.

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Se llegó a topar con Mommy Long Legs, quien lucía estoicamente alterada. Sus conductas le evocaban la misma sensación siempre, desentendimiento. Más aún, al notarla enormemente destruida por algo que desconocía.

—Un gusto de nuevo —tarareaba el gato al verla, incluso si el comportamiento de ella seguía siendo depresivo, se esforzaba en devolver el saludo con una pequeña sonrisa.

Tampoco sabía cómo debía sentirse al respecto.

Pero algo debió de haberle pasado.

Wake Up Heartless || CatNap x DogDayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora