11 : Así es como (no) se gana

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La desaparición de Sanashigawa dejó un silencio pesado en el aula. Sin más que oscuridad a través de las ventanas, y un dibujo con gis que resplandecía tenue en el pizarrón, todos sentían el corazón latiéndole a mil por hora. Un pitido incesante en sus oídos amenazaba con cortarles la cordura.

—¿Qué es lo que dijo?

Inquieta, Masuzu apartó de un empujón a Hanae para acercarse más a Momoka. No importaba lo exagerado de la situación, si tenía que exigir algo a los superiores lo haría. Con el temor aflorando en su mirada, encaró a la bibliotecaria.

—¡¿Qué significa eso?! —repitió—. ¿El salón es la zona segura pero nos hará perecer? ¿Diez jugadores? ¡Solo somos nueve!

—No lo sé —admitió Momoka, soltando un resoplido. Con una mano para cubrir sus labios, bajó la mirada, frunciendo el ceño—. No lo sé... ¿qué significa? Si somos nueve... la décima podría ser ella misma... El aula...

Masuzu apretó los dientes. Le daba rabia ver los movimientos y expresiones de su compañera: Mientras todos temblaban, emitían sollozos o murmuraban cosas sin sentidos, la encargada de la biblioteca yacía muy tranquila. Como si no le afectase tanto como a los demás.

Como si no fuese la primera vez que algo así te pasa, pensó con coraje. ¿Es que no te importa morir aquí?

Los llantos de Chisato llamaron su atención.

Con la cabeza reposando sobre sus rodillas, la pelirroja lloraba sin consuelo alguno. No parecía importar que estuviera Hikari a su lado, abrazándola. A su mente llegaba el tono juguetón de la niña, los gritos en el teléfono y el espectro del pasillo. Una sensación venenosa le corroía el interior, provocándole nauseas.

—Respira —pidió Hikari—. Tranquila, ya pasó, vamos a estar bien.

Mentira.

Chisato sabía que todo recién comenzaba. Las palabras de Hikari no eran sino una falsa promesa, una enorme mentira que servía de preámbulo para el torrente de experiencias desagradables que esa dimensión desconocida les tenía preparada.

Cerca de las ventanas hacia el (inexistente) exterior, Hanae insistía en llamar a casa. Las llamadas conectaban, solo para escuchar gritos y lamentos, rogando porque volviera a casa.

—Hikari —balbuceó tras colgar el aparato—. ¿Qué vamos a hacer? ¿Cómo es que vamos a ganar?

—Yo...

—Eso es obvio, ¿no? —terció Saya—. Dijo que tenemos que salir de la escuela.

—No hay manera, Setagaya —atajó Kai—. ¿Viste ese monstruo allá afuera? Debe estar allí en el pasillo esperando, quizás en la misma puerta.

—La niña dijo —Saya levantó un dedo acusador, pareció perder el habla debido a la adrenalina. Tras unos segundos repitió—. La niña dijo algo sobre que debemos salir de tres en tres. Dijo que si salíamos más de tres las bestias se enojan, ¿o no?

—¡Sí! —Momoka se volvió a mirarla—. Si salimos de tres en tres todos saldríamos a salvo.

La idea aterró sobremanera a los más pequeños del grupo, y también a la presidenta del consejo. Fuyu Shibata dejó escapar un sonido extraño (algo como un babababa) agitando las manos con rapidez.

—¡No! —pudo decir al fin—. Eso sería matarnos, ¿cómo se les ocurre? Si salimos los monstruos nos atacarán, no puede ser tan fácil.

—Yo creo que tiene un poco de sentido —opinó Reizo—. No puede ser imposible, es solo el primer juego. Sanashigawa seguramente espera que nos quedemos una eternidad aquí, no esperará que seamos tan valientes.

Sanashigawa [Pausado]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora