5: Masuzu Nakamura desborda inocencia

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Silencio abrumante.

La repentina partida de Hanae provocó incomodidad entre las chicas de segundo curso. Como un manto que bloqueaba la calidez del sitio, tres pares de luceros se encontraron unos a otros, evaluándose con cautela.

—¿Qué estaban haciendo? —inquirió Hikari.

Encontrarse con Hikari era algo que Saaya Setagaya evitaba siempre que podía. Cero problemas; era algo que quería con ella. Murmurando un rápido «debo irme» se marchó con paso veloz. Evadió a la chica de cabello naranjo sin atreverse a levantar la cabeza.

—¡Oye! —gritó la chica del cubrebocas—, ¡espera!

Pero ya se había marchado.

El sonido de agua fluyendo atrajo su atención: Masuzu aseaba sus manos, manteniendo su dulce inocencia mientras sostenía un pañuelo manchado con los vómitos de Hanae. Con la suciedad de la tela el agua del grifo cambiaba de cristalina a amarillenta.

—Nakamura...

—Me sorprendió ver a esa chica aquí —dijo Masuzu con voz tranquila—. Parece que está enferma del estómago, vomita un poco. Cuando llegué, Setagaya estaba atendiéndola pero parece que se asustó. Pobrecita, las de primero la juzgan por su apariencia. Las cosas no deberían ser así. —Terminó lo suyo, observó a Hikari por medio del espejo—. ¿No lo crees, Satou?

La mirada de Hikari, llena de desconfianza, era una de las cosas que más disfrutaba Masuzu. Sabía muy bien que sospechaba de ella y disfrutaba jugar con eso, cual ratón colocando el cascabel al gato. Era peligroso, sí, pero muy divertido.

No importaba. Saaya se encargaba de cubrir muy bien sus movimientos. Si algo malo pasaba sería la buscapleitos quien se llevase el castigo. Sería su culpa, y para nada la de la alumna por excelencia Masuzu.

Hikari tosió un poco antes de responder:

—Sí, las apariencias engañan —dijo con el ceño fruncido. Imprimía rencor en cada una de sus palabras—. Hasta alguien como tú podría ser alguien desagradable, ¿verdad?

—Oh, Satou, suenas muy rara —se mofó—. ¿Cómo debería decirlo? ¿Acusadora? —Rio de su ocurrencia; miró con malicia el cubrebocas—. No, no es eso. ¡Estás un poco ronca! Satou, estás ronca~. Por eso todo lo que dices suena tan mal. Pobre Satou, ¿cuántas veces van ya este año?

Sin perder jamás la sonrisa que cautivaba a todos, Masuzu exprimió el pañuelo. Se acercó al bote de basura y lo arrojó para no volver a verlo. Ya compraría otro con el dinero de su "amiga".

—Nakamura —insistió Hikari—, si le estaban haciendo algo a esa chica...

Masuzu cortó sus palabras, plantándose frente a ella. La diferencia de tamaños, de casi una cabeza, no parecía existir. Reto. Rencor. Quizás odio. Todo emanaba de ambas chicas que parecían tener una guerra no declarada. Una sonrojada por la enfermedad; la otra cruzada de brazos con expresión divertida.

—Supongo que no irás a entrenar hoy —expresó Masuzu—. Es una pena, pero lo importante es la salud. Debes cuidarte, Satou. Yo más que nadie quiero que estés lista para él próximo torneo. No querrás volver a quedarte solo con el tercer lugar, ¿verdad que no? Debe sentirse mal que alguien te quite aquello que tanto quieres, eso por lo que tanto empeño le pusiste.

La apartó con un ligero empujón. Estando en la entrada de los baños, la miró por sobre el hombro. Relamió sus labios antes de añadir:

—¿Qué será peor? —dijo—. ¿Qué te haya quitado el torneo? O... ¿que Kai me haya preferido a mí? Descuida —susurró—, voy a jugar muy bien con él.

Sanashigawa [Pausado]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora