Soledad

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Yeonjun odiaba estar solo

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Yeonjun odiaba estar solo.

Desde la sensación de vacío que invadía todo su ser cuando no interactuaba con otras personas hasta el agobiante ruido de sus pensamientos al no poder distraerse con otro estímulo, Yeonjun lo detestaba todo.

Siempre quiso creer que la solución era rodearse de la multitud y pretender ser alguien que no es con el único fin de no tener que estar solo, pero se encontró a sí mismo sintiéndose aún peor. Su vida comenzó a tomar un rumbo inadecuado gracias a las malas influencias de las personas que se hacían llamar "sus amigos", que realmente solo querían aprovecharse de su inocencia.

Y lo sabía, entendía las intenciones de esa gente, pero decidió no actuar para no causar revuelo y perderlos a todos. Aunque también sabía que no importaba cuanto alcohol había en su sistema, cuántas perforaciones se hiciera en el cuerpo, cuántas veces se decolorara el cabello y cuántas compañías tenga, seguía estando solo, o al menos, se sentía solo.

Ese fue uno de esos días en los que Yeonjun no podía evitar sentirse de esa manera. Sin actividades pendientes ni planes con sus amigos, el peliazul se vio obligado a dirigirse a su casa después de un largo día de clases.

Cabizbajo, giró la manija de la puerta principal, entrando en la casa sin tomarse la molestia de saludar a sus padres, quienes ni siquiera notaron la presencia de su único hijo. Sigiloso como si se tratara de un fantasma, subió las escaleras a su habitación y se tiró en su colchón una vez allí, dejando escapar un débil suspiro.

Buscó su teléfono entre los bolsillos de su chaqueta de traje y observó su fondo de pantalla por unos segundos, el sentimiento de vacío volviendo al no ver ninguna notificación en él.

La discusión entre sus padres no tardó mucho en subir de tono y el ruido de los gritos retumbando por todo el espacio estaban provocando un dolor de cabeza en el menor. Por mucho que estaba familiarizado con las muy recurrentes peleas, nunca se acababa de acostumbrar a las más intensas, en las que hay violencia física y cristales de vajillas cruelmente destrozadas de por medio. Cada irritante sonido se penetraba en su mente haciéndole recordar una vez más que todo era por su culpa.

Él fue un estorbo para sus padres desde su llegada al mundo. A pesar de no ser un niño muy problemático, siempre encontraron un motivo para reprenderlo y hacerlo sentir menos. Nunca recibió un cumplido o una buena crítica por parte de ninguno de sus padres, por lo que inmediatamente pudo aprender que las disputas entre ellos eran a causa de él.

Por lo tanto, estaba atrapado en un lugar al que ni siquiera podía llamar hogar.

Unas lágrimas no pudieron evitar saltar ante el pensamiento de pasar un minuto más en aquel espacio, pero rápidamente las secó con la manga de su uniforme y se levantó con un nuevo propósito. Cambió la ropa uniformada por otra más cómoda y deportiva junto a un calzado ligero y apto para el tipo de deporte que iba a ejercer. Como últimos detalles, guardó en su bolsillo su móvil y las llaves del domicilio y agarró un balón de baloncesto.

Bajó las escaleras como de costumbre, siendo ignorado de nuevo. Aprovechando el hecho de que ambos estaban demasiado inmersos en la discusión para notar sus movimientos, se fue de la casa al igual que entró, cerrando la puerta con cautela detrás de él.

Una vez fuera, notó cuán despacio se oscurecía el cielo, difuminando de un naranja intenso a un nubloso gris azulado. Marchó sin rumbo en busca de una cancha cercana en dónde podría jugar y despejarse, sus piernas moviéndose como si no fueran parte de su cuerpo. Debido a su disociación durante todo el trayecto, Yeonjun no se esperaba acabar en frente de las rejas de lo que parecía un colegio.

Por su estado, parecía haber sido abandonado; ocupaba un extenso terreno del descampado en el que se encontraba y al parecer llevaba tanto tiempo que la vegetación empezaba a crecer entre sus columnas. Preguntas sin respuesta comenzaron a nublar su mente: "¿Qué hacía una escuela en mitad de la nada?" siendo una de ellas. Aún no siendo muy llamativo, Yeonjun se vio atraído por la misteriosa institución que parecía haber aparecido mágicamente.

Atravesó la entrada principal del lugar y se sorprendió por el gran contraste entre el exterior y las condiciones de la escuela en el interior. Los extensos pasillos estaban decorados con taquillas apenas oxidadas que aún conservaban su color azul e incluso algunos materiales escolares se encontraban dentro de algunos abiertos. El lugar le producía una extraña nostalgia, un sentimiento de afecto y pesar abundando en su pecho rápidamente.

Sus pasos resonaron por el desierto pasillo mientras miraba a su alrededor con curiosidad y asombro. Detuvo sus movimientos por un breve minuto, perplejo al examinar un aula encontrando que también estaba en perfecto estado. Los escritorios y las sillas todavía preservaban su barniz y aunque las ventanas estaban quebradas, el resto permanecía intacto. 

Continuó su camino hasta llegar al patio del colegio, que solo era ese mismo campo con la única diferencia del suelo pavimentado con las líneas de una típica cancha de baloncesto y dos cestas a los lados.

Aquella nostalgia persistió al hacer rebotar el balón contra el suelo para luego lanzarla, marcando una canasta. Yeonjun estaba seguro de que nunca había pisado aquel lugar, pero por alguna razón, no podía dejar de sentir ese anhelo.

Tal vez porque pensó en todos los niños que debieron haber jugado en esa misma cancha mucho antes del cierre de la institución. Le recordó a cuando él era un niño y jugaba con sus amigos aunque torpe e inexperto pero entusiasta. A su edad, le resultaba difícil encestar la enorme canasta debido a sus piernas diminutas.

Sonrió ante los bellos recuerdos, apareciendo entre ellos su actual grupo de amigos. Dejó que su mente visualizara lo que sucedería si ellos estuvieran con él en ese momento. Probablemente, Kai llegaría con su tabla de skate y trataría enseñar a Soobin cómo montar, claramente sin éxito.

Taehyun se sentaría en el suelo con el libro de actividades en mano con la excusa de no poder fallar sus clases, pero acabaría cediendo y participaría juego. Mientras, Beomgyu estaría filmando todo el panorama, guardando el momento en su pequeña cámara que llevaba a todos lados. Sonrió ante la idea de poder explorar aquel lugar con sus amigos, examinar aula por aula en busca de algún misterio escondido entre la contradictoria perfección del interior de la escuela.

En el camino de vuelta a casa, imaginó como los cinco se pasarían la tarde explorando cada rincón del lugar, creando teorías conspirativas sobre lo que le pudiera haber ocurrido al colegio y quizás tomándose alguna que otra foto de recuerdo. Sabía que todos ellos lo necesitaban, entre exámenes interminables y inquietudes familiares, últimamente se notaba el ambiente tenso entre ellos, algo que Yeonjun no apreciaba. Pensó en cómo una pequeña excursión les distraería de los problemas del mundo real y les permitiría disfrutar de unos momentos de libertad.

Por lo tanto, sin pensarlo dos veces más, sacó su teléfono de su bolsillo y accedió al chat grupal que compartía con sus amigos. Con indecisión, movió sus dedos sobre el teclado, borró y volvió a redactar el mensaje hasta que se dio por satisfecho.

Finalmente, pulsó el botón de enviar, su mensaje ahora siendo público para el resto de personas en el chat y esperó ansiosamente una respuesta.

"Chicos, ¿Se quieren fugar conmigo?".





A partir de aquí, empieza lo bueno ;)

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