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El atardecer pintaba las paredes de aquella institución de un tenue color ámbar que daba una sensación agradable y acogedora, a diferencia de lo que realmente era. Soobin caminaba tranquilamente por los ahora desiertos pasillos con los que aún no estaba familiarizado, sintiéndose algo incómodo al oír completo silencio en vez de timbres molestos y charloteos de alumnos. Aun así, tarareó satisfecho con este hecho mientras se dirigía de manera calmada a la salida del colegio.
No llevaba mucho tiempo asistiendo a clases de refuerzo extra académicas. Al principio pensaba que eran innecesarias, ya que sacaba notas decentes en sus asignaturas. Sin embargo cuando sus padres comenzaron a ver un deterioro en su pasada evaluación, no tuvo otra opción que recurrir a aquel medio.
En mitad de su camino, se detuvo abruptamente al escuchar el sonido distante de unas teclas de piano siendo pulsadas, creando una atractiva melodía que provocó que se acercara lentamente a la puerta del aula de música, dónde provenía el sonido. "¿Quién habrá aquí tan tarde?" No pudo evitar preguntarse a sí mismo, pero un quejido molesto le sacó rápidamente de sus pensamientos. El individuo retomó la pieza, esta vez añadiendo su voz en forma de un suave tarareó que acompañaba al sonido del instrumento.
Soobin juró que aquello sonaba como el tipo de tonada que probablemente sonaría al entrar a las puertas del cielo de lo grato y angelical que era. Absorbido por la curiosidad, asomó lentamente la cabeza entre la puerta entreabierta, inmediatamente detectando al creador de la famosa melodía.
El moreno observó con los ojos abiertos al chico, reconociendo sus cabellos platinos y su complexión esbelta.
─¿Beomgyu?─ El mencionado se giró asustado, sacando una amigable sonrisa del mayor.
─¡Soobin!─ Finalmente correspondió a la sonrisa, ajustándose para que todo su torso apunte al moreno. Este se lo tomó como una invitación para entrar en el aula. ─¿Qué haces aquí tan tarde?─.
─Lo mismo te podría preguntar a ti─ Vaciló mientras tomaba asiento a su lado.
Soobin examinó el entorno en el que se encontraba el menor; Papeles arrugados decoraban la tapa frontal del instrumento y su alrededor, la oscura tinta del bolígrafo estaba a punto de agotarse y en su cuaderno quedaban restantes de las páginas arrancadas. En cuanto a Beomgyu, él tenía sus mechones despeinados, ojos cansados y labios rojizos e hinchados, probablemente a causa de morderlos tanto.
─¿Qué estás haciendo?─ Finalmente preguntó en un tono más suave, a lo que el rubio suspiró.
─Trataba de escribir una canción pero... No está resultando como yo quería─ Explicó con un ligero puchero en su rostro que provocó que Soobin se ablandara aún más, era inevitable caer ante los encantos del menor. El moreno canturreó mientras pensaba en una solución.
─¿Puedes enseñarme lo que tienes hasta ahora?─ Preguntó, viendo como abría uno de los papeles arrugados.
─Tengo la melodía, aunque me cuesta formar la estrofa─ Expresó avergonzado mientras intentaba alisar el folio, el acto solo haciéndole ver más tierno a los ojos de Soobin. Aclaró su garganta, repentinamente nervioso al saber que la atención del mayor estaba puesta en él. Repasó las frases que tenía preparadas una vez más antes de recitarlas.
