Promesa

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Pasos acelerados y la respiración agitada del mayor hacían que en el silencioso pasadizo retumbaran los sonidos causados por su pánico

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Pasos acelerados y la respiración agitada del mayor hacían que en el silencioso pasadizo retumbaran los sonidos causados por su pánico. Con el peso adicional de la culpa sobre él, el camino pareció más largo de lo que quiso creer. Giró hacia el ya familiar pasillo que conducía al patio, solo para que su asombro provocara que debilitara el agarre de su linterna, cayendo esta inmediatamente al suelo.

Llamas furiosas ahora cubrían toda la superficie de aquel recreo, impidiendo su entrada. Yeonjun comprendió al instante que se debía a la hoguera que habían prendido anteriormente y olvidaron apagar; o tal vez él olvidó apagar.

"¿Cómo pudiste ser tan descuidado, Yeonjun?" Se recriminó, golpeándose la cabeza con la palma de su mano. No pudo evitar asumir la responsabilidad de todo lo ocurrido hasta ese momento, desde la repentina desaparición del castaño hasta la situación actual. Al fin y al cabo, Beomgyu tenía razón: nada de esto habría pasado si no hubieran pisado aquel lugar. Nada habría sucedido si hubiera decidido quedarse llorando en su cama aquel día.

Un nudo se formó en su garganta y lágrimas amenazaban con caer mientras observaba la intensa hoguera arrasar con todo el espacio. Entonces, Yeonjun supo que no podía quedarse parado mientras veía aquella escuela arder con sus mejores amigos aún dentro. Él había provocado que se desarrollara aquella situación y también sería quien la detuviera.

Escaneó sus alrededores en busca de algo que pudiera servirle de ayuda, hasta que sus ojos se posaron sobre un extintor conservado dentro de una caja de cristal. Con un rápido suspiro de alivio, se dirigió con urgencia hacia la vitrina, rompiendo el frágil cristal usando solo la fuerza de sus puños.

Agarró el objeto inmediatamente, ignorando sus manos ahora ensangrentadas, y sin pensárselo dos veces, apretó el gatillo, permitiendo que la espuma fuera expulsada, expulsando exuberantes cantidades de espuma por el lugar, interrumpiendo el flujo de las llamas. Pronto, solo la espesa sustancia blanquecina cubrían su campo de visión, quedando rodeado por sus turbias nubes.

Finalmente, el contenido dentro del extintor se agotó, las últimas gotas cayendo débilmente contra la hierba chamuscada. Apretó el gatillo frenéticamente, sintiendo un sudor frío recorrer su nuca al ver que ya no expulsaba más contenido. Frustrado, arrojó el ahora inútil objeto con un gruñido.

─¡Beomgyu!─ Voceó al vacío, sin obtener respuesta del mencionado. Corrió sin saber a dónde dirigirse, buscando su figura entre las turbias nubes de espuma. ─¡Choi Beomgyu!─ Volvió a gritar, girando alrededor de sí mismo sin ningún sentido.

Una ventana es lo que debía encontrar, la ventana hacía aquella aula de dónde escapaban los gritos aterrorizados del menor. Pero como divisar aquel cristal entre tanta invisibilidad, su visión fallaba miserablemente al intentar reconocer alguna figura. Por aquella razón, pensó que se trataba de una ilusión suya cuando notó un camino por el que la espuma no abundaba.

Como si una fuerza inexplicable le atrajera hacia él, sus pies caminaron por el estrecho camino que las nubes de espuma parecían haber creado. Al llegar al destino final, su ceño se frunció en un acto inmediato al observar el objeto en frente suya. Se cruzó con una puerta blanca con una brillante manija dorada de un tamaño tan inmenso que tuvo que alzar su mirada para alcanzar el final de ella. Estaba colocado de una manera extraña en el patio; no estaba sostenida por paredes ni ningún otro soporte.

Quiso girarse para volver por dónde había venido, pero fue demasiado tarde, ya que la espuma había vuelto a recubrir el camino como una siniestra niebla. Tragó saliva al volver a observar la puerta, dirigiéndose ahora hacia ella al no tener escapatoria.

Su tamaño era tan colosal que no podría llegar a girar la manija ni aunque quisiera. Como si alguien hubiera leído sus pensamientos, una escalera apareció escalón por escalón en frente suya, como si un ser omnipresente le estuviera invitando a abrir la puerta. Un escalofrío recorrió todo su cuerpo en un instante, tragando el nudo formándose en su garganta.

Subió las escaleras con incertidumbre, aún estando opuesto a la idea de descubrir el secreto de aquella misteriosa puerta. Miró por encima de su hombro de nuevo, encontrándose con el mismo paisaje, la espuma aún presente y recubriendo el espacio aún sin señales del rubio. Cuando quiso darse cuenta, ya estaba en el último escalón, ahora cara a cara contra la manija y a una acción de abrir la puerta.

Se congeló en su puesto sin saber como proceder. No quería cometer el mismo error y dejar que la curiosidad le llevara a otra situación parecida a la actual, temía no poder volver al colegio para salvar a sus amigos de sus tontas acciones si lo hacía. Pero a la vez, se preguntaba por qué había sido guiado hasta aquel objeto si no es para obtener respuestas. Detrás de aquella puerta, podrían encontrarse secretos de la escuela, o incluso del propio gobierno, podría saberlo todo con tan solo tirar de la manija.

En la mejor situación hipotética, sus amigos, que parecían haber sido tragados por la extraña institución, podrían encontrarse ahí. Quizás fue ese pensamiento el que le impulsó a agarrar la manija, sintiendo el frío metal contra su fuerte agarre. Siseó, tratando de calmar sus nervios una vez más, sabía que debía hacerlo, tenía que ser él.

Sin volver a entretener otros pensamientos, espiró antes de empujar el objeto entre sus dedos, utilizando toda la fuerza en la parte superior de su cuerpo al encontrarse con bastante resistencia. Finalmente, la puerta cedió ante sus esfuerzos y se abrió lentamente acompañado de un sonido estridente.

De su interior, no podía hallarse nada más que una vacía oscuridad que provocó que su cuerpo se estremeciera de nuevo. A pesar de ello, tomó un paso enfrente, adentrándose en la oscuridad del otro lado. Tan pronto como estuvo completamente dentro, la puerta se esfumó tras él, dejándole solo en aquel sombrío y silencioso lugar.

Aunque su linterna servía como fuente de luz, no podía ver más que partículas de polvo flotando a su alrededor, lo que significaba que no podría guiarse por ella ni avanzar con seguridad. Se mordió el labio ante el pensamiento antes de romper el silencio.

─... ¿Hola?─ Habló después de unos segundos, su voz resonando en el frívolo espacio, creando un escalofriante eco en su alrededor. ─... ¿Chicos?─ Llamó sin obtener respuesta. Se tragó el nudo de nuevo formándose en su garganta al caer en la comprensión de que había vuelto a tomar la decisión incorrecta y que sus amigos no estaban dónde creía.

Se dejó caer contra la dura superficie, finalmente derrumbado, mientras lágrimas y sollozos incontrolables brotaban de sus labios. Una vez más, había fracasado. Anteriormente había fallado a sus padres y maestros, pero ahora también había fallado a sus amigos y se había fallado a sí mismo.

─Lo-lo siento... Yo solo que-quería pasar tiempo con vosotros...─ Sollozó, sus hipidos interrumpiendo sus palabras.

─Yo... Yo lo siento tan-tanto... Por favor, perdonadme─ Se secó sus abundantes lágrimas con la húmeda tela de la manga de su suéter. Lloró por lo que parecieron horas, esperando el consuelo que siempre solía recibir por parte de sus amigos.

Esperando reírse con alguna de las bromas malas de Soobin, esperando sentir el calor reconfortante de la mano de Kai frotando su espalda, esperando derretirse al notar los dedos de Beomgyu pasar por su cabello mientras escuchaba pacientemente los consejos de Taehyun. Sin embargo, solo recibió un mutismo devastador y una brisa fría que parecía burlarse de él. Aunque, no se sintió molesto por eso, ya que era cierto; se encontraba solo y se lo merecía.

Entre sus mudos lloriqueos, logró oír a la distancia lo que pudo distinguir como el chirrío de los vagones de un tren, lo que hizo que se levantara de su puesto. Confirmando su suposición, no tardó en ver una luz acercándose con velocidad. Quiso alzar las manos y notificar al conductor sobre su presencia, el alivio destensando su cuerpo por unos segundos. Pero su sonrisa cayó al caer en que el vehículo no tenía intención de parar y su cuerpo parecía estar congelado justamente sobre las vías del tren.

Lo único que pudo hacer fue observar aterrorizado como la luz cada vez se acercaba más hacia él, no tardando mucho en recubrir su campo de visión. Entre el eco del lugar, el sonido se hacía cada vez más fuerte, penetrando en los oídos del peliazul. Cerró sus ojos con fuerza, aceptando su destino y tratando de pensar en sus amigos en lugar del impacto que estaba a punto de experimentar.

"Prometo que os sacaré de aquí, cueste lo que cueste, volveremos a estar juntos" Murmuró en sus adentros antes de oír el último silbido del tren.

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⏰ Última actualización: Sep 21 ⏰

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