Mi mayor debilidad

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- ¡No puede ser! – digo mirando mi amiga Bea.

- Te perdiste la mejor parte de la noche Kiki. Deberías haber visto las caras de Martin y Juanjo cuando Rus los encontró follando en su cama – me responde riendo. Me río con ella mientras me cuenta cómo terminó la fiesta de anoche.


- ¿Entonces estás segura de que no quieres que te lleve a casa? - me pregunta una vez más mientras cierra la puerta del bar donde trabajamos.

- Sí Bea, tranquila de verdad, si cojo el metro no tardaré en llegar a casa.

- Vaaale, pero envíame un mensaje cuando llegues a casa - se rinde dándome un abrazo.

- De acuerdo mamá, yo también te quiero - le digo riendo y luego me voy al metro.

Saco mi teléfono del bolsillo y encuentro un mensaje de Ruslana en el que me cuenta los dettales de anoche.

Llego rápidamente a mi destino, pero justo cuando estoy respondiendo a un mensaje de mi amiga me tropiezo con algo, o más bien alguien, y mi teléfono cae al suelo.

- ¡Joder! – susurro mientras me agacho para recogerlo, sin siquiera mirar a la persona contra la que me he chocado; solo después de comprobar que mi teléfono no se había roto levanto la cabeza hacia la persona desconocida.

JODER.

¿Qué hace ELLA aquí?

De todas las personas en el mundo, ¿por qué ella?

- ¿Chiara?

- ¿Violeta?

Decimos las dos a la vez.

Todavía estoy agachada en el suelo, no tengo fuerzas para reaccionar.

¿Qué demonios hace mi ex aquí? En esta ciudad, en este metro, ¿En estas malditas escaleras?

No puede ser real, alguien allá arriba está jugando conmigo.

Después de no sé cuánto tiempo la veo extender su mano hacia mí, la ignoro y me levanto sola llegando a su altura.

Joder, sus ojos. Qué intensidad.

¡Chiara, céntrate, joder! No es el momento.

- Perdón... – susurro sin mirarla a los ojos. Ella frunce el ceño y me mira sin entender.

- ...por toparme contigo. Estaba enviando un mensaje y no miraba hacia dón-...

- No has cambiado nada Chiara, ¿verdad? - me dice mordiéndose el labio inferior.

Pero ¿por qué estoy mirando sus labios? No puede tener el mismo efecto en mí después de más de dos años, y sobre todo debería odiarla después de lo que pasó.

La odias, Chiara, recuerda lo mal que lo pasaste por ella.

- ¿Cómo estás? – me pregunta mirándome a los ojos. Contengo una risa y rompo el contacto visual.

- ¿Qué haces aquí Violeta?

- ¿No estás feliz de verme, Kiki?

- Para ti soy Chiara, y no, no estoy feliz de verte.

Intento decir esa última frase de la forma más convincente posible, pero no sé mentir y todo lo que pienso y siento se refleja en mi cara. Por supuesto que estoy feliz de verla, a pesar de todo el daño que me ha hecho.

Y odio no poder odiarla después de todo.

Han pasado más de dos años desde que rompimos o, mejor dicho, desde que me vi obligada a dejarla.

KIVI | ONESHOTSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora