CAPITULO 21

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En los días subsecuentes a su despertar, Rodrick fue reinstaurado solemnemente en su trono como rey y comandante en jefe de las fuerzas especiales del planeta prisión Abaddon Prime. Durante años, había permanecido en un coma inducido, un sacrificio heroico realizado en su intento desesperado por salvar a Zenith de la devastadora invasión liderada por Sadeth y Anubis. Por su valentía indomable y astucia estratégica en aquel conflicto, se le concedió la "Medalla de la Constelación Valerosa".

En la gran sala del palacio, los altos muros de piedra oscura vibraban con el eco de las antorchas crepitantes, arrojando sombras danzantes que parecían jugar entre los rostros tensos de la asamblea. Los estandartes del reino ondeaban suavemente, iluminados por la luz temblorosa, mientras la familia de Rodrick, alineada en el estrado, se preparaba para honrarlo.

De la Federación Galáctica Elio uno de los Arquitectos Cósmicos, con una expresión de orgullo que iluminaba su rostro marcado por la preocupación, fue el primero en acercarse. Su voz, clara pero cargada de emoción, resonó en la vastedad del lugar. "Rodrick, tu valentía es el faro que guía nuestra esperanza. No solo has defendido nuestra estación espacial, sino que has preservado nuestro futuro," dijo, extendiéndole la medalla que brillaba bajo la luz como una pequeña estrella capturada.

Rodrick, aún debilitado pero resuelto, aceptó la medalla con una mano temblorosa. Su mirada, firme y penetrante, barría la sala, encontrando y reconociendo a cada uno de los presentes. "Esta medalla," comenzó, su voz apenas un murmullo que crecía en fuerza, "no es solo un reconocimiento a mi sacrificio, sino a todos los que han caído y los que continúan luchando. Que su memoria y valentía nunca sean olvidadas en los anales de Abaddon Prime."

La multitud estalló en un aplauso resonante, llenando el espacio con un rugido de aprobación y esperanza. Los consejeros militares, vestidos con sus uniformes impecablemente alineados, asentían con respeto, mientras que los ciudadanos comunes, que habían sido invitados como testigos del evento, murmuraban entre ellos historias de valentía y sacrificio, reforzando la leyenda viva que Rodrick ya era.

En la penumbra de la sala, sin embargo, una figura se mantenía apartada, Sadeth observando. Su presencia casi espectral, envuelta en una capa oscura, era un recordatorio silencioso de las intrigas y desafíos que aún acechaban en las sombras. Aunque este día era de celebración, la lucha por la paz nunca estaba completamente ganada para la familia Whittaker.

Al caer la tarde, la familia Whittaker retornó al imponente castillo tras una jornada de celebraciones, la atmósfera aún vibrante con los ecos de la festividad. Pero a medida que la luz del día cedía paso a las

sombras del crepúsculo, Terry sintió la necesidad imperiosa de buscar refugio en la serenidad del jardín del castillo. Buscaba alivio del peso de los recuerdos oscuros que le asediaban, recuerdos de decisiones pasadas que habían cambiado el destino de su hermano menor, arrastrándolo a un mundo de sombras y guerra.

Con cada paso entre los senderos del jardín, iluminados por la luz de las estrellas que se filtraba a través de las cúpulas de cristal, Terry se sumergía en un oasis de quietud. Las estatuas de mármol y las fuentes susurrantes parecían contar historias ancestrales de dioses y mortales, mientras que los setos meticulosamente cuidados y las flores de colores vibrantes ofrecían un tapiz de tranquilidad. Cada flor parecía llevar consigo un trozo de cosmos: las nebulosas pentaláurea despedían destellos de luz; las lirio lunar de Tycho brillaban suavemente bajo la luz estelar; las dalias de la constelación de Orión parecían danzar con el viento.

Al final del sendero, un rincón rústico y encantador con un banco de piedra bajo un naranjo en flor ofrecía un refugio perfecto. Las linternas colgadas de las ramas proyectaban un resplandor cálido y acogedor, creando un ambiente idílico para la introspección. Sentado allí, Terry se apoyaba en la mesa de piedra, con las manos en sus sienes, intentando liberarse de la tormenta de culpabilidad y dolor que no cesaba.

FRONTERAS DEL INFINITO: La Ultima Batalla de Aetheris - Libro 5Donde viven las historias. Descúbrelo ahora