Capítulo 4

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1: Vengo por aquí a recordarles que todo lo que sucede aquí en el libro es ficción, yo sé que no se puede personalizar un Lamborghini ya que está prohibido.

2: Les recuerdo que en la ficción todo puede pasar.

2: Les recuerdo que en la ficción todo puede pasar

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Herodes Rosh.

El auto se detiene y mira a Heracles golpear el volante con sus manos antes de salir.

Lo hago junto a él y miro el camión blanco que nos lleva siguiendo desde hace horas.

Relamo mis labios acomodandome la chaqueta del traje mientras mi trillizo lleva una camisa blanca casi transparente que deja ver su abdomen, la chaqueta de cuero que no le puede faltar y los pantalones rotos.

Le encanta que todos vean su abdomen.

Le intento acomodar el cabello pero me hace puchero y suspiro dejandolo alborotado como le encanta.

Es un desastre.

Las enormes puertas se abren y apenas estoy dentro del taller blanco veo el mentón de autos de todos los  colores y modelos los cuales están siendo atendidos por trabajadores.

—¡Heracles!—Un sujeto que no debe tener más de veintitres años se nos acerca y mira de más a mi Heracles.—¿Buscas a la jefa?.

—¿A quien más podría buscar?—Le pregunta con una ceja alzada y el chico le sonríe.

¿Por que carajos le sonríe?

—Sigueme, justo ahora está terminado con uno.—Miro a mi trillizo que se masajea las manos como si estuviera emocionado.

Seguimos al mocoso entre unos autos, veo como los autos van desapareciendo mientras más caminamos, llegamos a un lugar del taller donde solo hay un auto y una mujer se encuentra pintando con aerosol una camioneta mientras dos sujetos le miran.

—¡Rossi Rossi!—Heracles chilla haciendo que quien está sentado en un banquillo se levanté y se quite la mascarilla.

Me encuentro con a una mujer de cabello negro un poco más abajo de los hombros y unos hermosos ojos azules.

—Heracles ¿Por qué no...

—¡¿Que le paso a tu cabello de Rapunzel!?—Mi hermano corre hacia ella y sostiene los mechones cortos antes de verla con dolor.—¿Se te atoro con una podadera?

—No, y quita tus manos de encima.—Le suelta un manotazo antes de verme.—¿Tu eres..

—Herodes Rosh.—Me presento tendiendole la mano y ella se quita uno de los guantes para tomar mi mano.

—Un gusto Herodes, Rosse.—Asiento y mira a Heracles.—No quiero ser grosera aunque si lo soy no me importa ¿Que hacen los dos en mi taller?.

—Te tenemos un trabajito Rossi.—La chica le ve con un brillo en ojos.

Peligrosa Atracción Donde viven las historias. Descúbrelo ahora