Capitulo 3.

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— ¿Pensé que las cosas antiguas se iban a la basura? —Pregunta Keisha con una piruleta en sus labios pintados de negro, la única compañera de celda que me ha soportado y me ha caído bien.

—Es una pista para conocer todo de mí —Respondí mientras examinaba el cuaderno con cautela. Su portada ostentaba vejez y las hojas por fuera estaban amarillentas y algo sucias

—¿Hace cuánto no lees un libro? — Se volvió hacia mí confundida, colocando sus manos en su definida cintura, escuchando el sonido de los golpes de sus dientes contra la piruleta.

—No recuerdo.

Kai toma el cuaderno sorpresivamente y lo eleva hasta el techo para chismosear sus escritos. Me levanté a la defensiva, tensé la mandíbula y crucé los brazos, molesta.

—¡Devuélvemelo! — Le grité corriendo detrás de ella en esa reducida celda. Ella era más alta que yo, la cual eso tomaba ventaja.

—Te lo advierto, Keisha.

—¿Acaso es tu diario para que te pongas a la defensiva? —Curvo sus labios burlándose dejando ver sus hoyuelos.
—Solo...—hice una pausa apenada- quiero esto para mí. El que escribió en este cuaderno es un tercero que puede decirme quién soy yo, mi vida, mis sueños. — Bajé la mirada y sentí un nudo en la garganta.
Ella cambió su sonrisa por una expresión melancólica, sus ojos verdes se oscurecieron y me entregó el cuaderno.

—Olvidé que has sufrido y yo bromeando con eso. —Esto para mí fue una disculpa. En el poco tiempo que he estado en la correccional, ella ha sido mi confidente, un paño de lágrimas y una profesional para hacerme reír en mis momentos de ira "¿Dónde estabas y por qué no te conocí antes?".

—Gracias— Extendí mi brazo derecho y le di pequeños golpes en su hombro.
Ella de un brinco logró posicionarse en su cama en el segundo nivel. Todavía me sigue sorprendiendo su agilidad, si yo intentaba hacerlo, terminaría con alguna costilla rota.
Caminé hacia un rincón de la celda y recosté mi espalda. Miré detenidamente el cuaderno.  Abrirlo no era una operación matemática, pero algo en mí no deseaba leerlo y ¿si había algo malo? ¿y si revelaba pensamientos homicidas? ¿Y si mostraba que en realidad era una asesina y es justo el castigo? Cerré mis párpados y con fuerza enterré las uñas en la portada del cuaderno.

—¡Taylor, al frente!” Volvió el grito aterrador de la niña…

—Sé fuerte.

Abrí los ojos confusa, dirigí la mirada a ella; unos cabellos rubios caían sobre su rostro perfecto. Ella no tenía imperfecciones, nada de acné, ni arrugas ni un lunar; parecía una muñeca; a veces el que nos creó tiene preferencias.

— ¿Debo serlo? —Retomé mientras mordía mi labio inferior.

—Si no lo haces, te consumirá todo tu dolor y terminarás postrada por pena moral. Uno no es fuerte hasta que te obligan a serlo, ese accidente te ha obligado. Toma tu tiempo si no estás preparada, déjalo a un lado y léelo cuando te sientas capaz. —Dijo con seriedad, apartó sus cabellos rebeldes y volvió a recostarse con las manos cruzadas sobre su estómago.

Ella tenía razón, si no estaba lista, no podía obligarme, pero pronto iba a llegar el juicio y antes de eso necesitaba saber quién era para estar preparada.
Volví a observar el cuaderno con detenimiento y abrí la primera hoja de este.

Querido cuaderno:

“Lo que escribes no son palabras pasajeras”, decía el primer renglón.

Mi nombre es Taylor Müller Gonmoglery y ahora tengo 16 años, ya vieja ¿Verdad?…
Pude haberme demorado más en tomar un cuaderno y escribir en él. Debes perdonarme. Nunca fue aficionada a la escritura, pero quise dejar una historia para que, en alguna próxima vida, pueda leerla y reírme de mis disparatadas letras.  ¿Próxima? Hablo como si la muerte hiciera su presencia en mi habitación.

A nadie le he contado la historia detrás de mis ojos… A ti si, serás un buen confidente.
El último mensaje de la primera hoja, tenía la letra diferente, más derecha, y un poco torcida, detallando sombras, en ese momento presentí que alguien más había leído el diario y lo había escrito por alguna razón.

Estás viva. Lo lograste Taylor.

Al lado de esta, había un rayón tapando dos palabras y una raya escapada hasta la última margen de la hoja. «Seguro se equivocó otra vez» Pensé ignorantemente, pero después de esto estaba la palabra “muerta” intentada de ser tachada.
Sentí los pálpitos de mi corazón tan fuerte, mis manos empezaron a sudar y un temor, me devolvió al pasado; recuerdos amargos.

¡No eres nadie!
TE ODIO.
¡No te vayas!
Estoy cansada ¡Mamá!
¿Papá, por qué lo hiciste?
Esto no ha terminado…
¡Solo vete!

¿Qué recuerdos eran esos? «Memoria no podrías darme más señales que simples voces» ¿Y por qué solo oía mi voz? Eran palabras tan hirientes que incluso mis entrañas las sintieron, es que ellas matan…
Aparecieron como un torbellino, tan veloz. Agarré mi cabeza con las manos y la moví fuertemente en todas las direcciones.

— Déjame en paz, te lo ruego.

No tenía control sobre mi cuerpo. Sentía la impotencia de no controlarlo y se desplomó como gelatina. Mis ojos se cristalizaron por las ganas de llorar y en ese momento me di cuenta de que era débil; tanto dolor acumulado en mis costillas, tanta mugre en mis pensamientos por solo intentar descubrir el pasado.

— ¡Chloe! — Gritó Keisha, saltando de su cama, acercándose rápidamente hacia mí — Todo está bien — colocó sus manos en mi espalda para calmar mi agitación

— No, no lo está. He dicho cosas hirientes.

—¿Sabes? En mi vida le he soltado un montón de palabras ofensivas a los que me rodean, hasta le dije al señor de la tienda, al vecino, “Oye bigotes, eres muy feo”. Luego me enteré de que ese hombre aparentemente poco atractivo tenía una mujer hermosa. Ese día me sentí super mal y seguía pensando en lo dicho y seguí preguntándome “Este hombre tan feo, ¿Cómo puede tener una mujer casi salida de un concurso de belleza?”, todavía sigo cuestionando ese suceso. Pero el caso, no siempre tenemos control sobre nuestras emociones ni de las palabras que salen de nuestra boca, aunque hieran, y a veces no siempre son intencionales, negamos su control. Es como tratar de controlar el mar y dividirlo como lo hizo el señor de barba en las épocas antiguas.

Su analogía me hizo reír e imaginar la escena. Buen método para olvidarme por un rato mi propia voz. Seguro era la mente que me estaba engañando.

—Que ofensivo… — volví a respirar, temblando un poco.

—Te contaría miles de historias y de cómo dejé estupefacto a mi ex esposo, pero te tengo respeto y no desearía traumarte. Sigues siendo muy inocente —. Dijo Keisha, rodeando mis hombros tensos con sus brazos largos. Mostrando el tatuaje: “Mi padre es un héroe y mi madre es un ángel” y, pude notar sus bíceps poco desarrollados. Luego, se recostó la cabeza apoyada en la mía, dejando otra vez caer sus cabellos — Tú ya sabes lo que debes hacer…

Ella transmitía su apoyo sin juzgar mi comportamiento, no era la primera vez que tenía esos episodios y me calmaba con palmadas en la espalda e historias de su vida.

Respiré hondo y calmé mi mente. En el cuaderno iba a leer muchos párrafos que me volverán vulnerable, para eso debía aprender a crecer de nuevo, tal vez como dijo Keisha “Se fuerte” me hará enfrentar el pasado y sanar heridas que he dejado atrás.

ALCANZANDO EL LÍMITE  ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora