Mami.

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La mujer más hermosa es destinada a ser objeto de envidia. Eso le ocurrió a mi mamá. La tercera hija. Distinta a sus hermanas, tez morena, ojos cafés claro, cabello lacio y negro, lo heredó de Pedro, los ojos cafés decían que era por la bisabuela Paola. Una mujer hermosa y con una personalidad pasiva.

Sus hermanas tenían un resentimiento mutuo hacia ella (cortadas de la misma tijera) y eso hacía que la familia se debilitara.

Susana presentía el resentimiento, hasta el punto de defender a su hija por primera vez después de tanto tiempo.

Solo una noche bastó para separar la familia.

Era una cena como cualquiera en la mesa de mis abuelos, con descares, Mila con su vestido negro pegado, cogió su copa de vino, tan amargo como ella y brindó…

—Brindamos por esta familia y por hacernos feliz, hermanita. — Brindó Mila fijando su mirada en ella. Sus pupilas oscurecieron y una sonrisa histérica se adueñó de sus labios carmesí.

—Nos faltaba un brindis como este — siguió Agros — Sister. — Continuó utilizando su característico acento gomelo. Se inclinó hacia adelante, tomando un sorbo, dejando sus labios húmedos. — Espero que encuentres a un hombre sexy y rico.

—Que te amé, aunque…

—¿Habrá un hombre que te tenga en cuenta? —Mila dejó sus pausas dramáticas, creyendo que podía buscar palabras humildes. Arqueó una ceja con incredulidad, y la desafío para que respondiera mamá.

Mi mamá seguramente hubiera respondido, pero el respeto que le enseñaron sus padres tenía que llevarlo a práctica. 

Se acostumbró tanto; ya nada importaba si se trataba de sus hermanas.

—¡Ya basta! — golpeó la mesa haciendo temblar los cubiertos — Ustedes dos, al menos pongan respeto a esta mesa —.  Frunció sus cejas, mostrando disgusto.
Su paciencia llegó al límite, Susana jamás dijo nada pensando que era normal por ser mujeres. Seguramente les faltaba más educación que objetos por los cuáles podían callarlas.

—Respeto, ja, mejor date cuenta de Sofía — Espetó Mila. Todas las miradas se posaron en ella, como si estuviera sentenciada a un juicio.

Sofía, en su rostro no mostró desagrado, se acostumbró, ya le daba igual, en este caso era mejor escuchar a pronunciar palabras indeseadas en ese momento.

—Los años no pasan en vano. Tú y mi padre están volviéndose ciegos y sordos. Desde hace años la familia ha mantenido un rango superior, dispuestos a jamás bajar la copa fina ante otras familias. Ella desde que la pariste arruinó nuestro apellido y la imagen nuestra, imagina — Gros le muestra una foto donde están todos, como si está charla hubiera sido planeada — no es como nosotras, la gente murmura que es una maldición de esta familia. Cómo es posible que haya nacido una niña morena. Es un accidente — ella se toca la frente preocupada diciendo lo que sentía.

Aquel ruido, un ruido dejado en el eco de una reunión planeada por las gemelas. Susana, dejó una palmada en el cachete de Mila, el golpe de ardor, el golpe de amor de madre.

—Repugnante. En qué se convirtieron—dirige su mirada decepcionada a Pedro quien seguía comiendo muchacho sin levantar la mirada— Por creer en tu educación pasiva, las has convertido en animales clasistas. Dónde dejé a mis hijas que eran capaces de mirar…— hizo una pausa para tomar aire, sus pulmones ya no funcionaban muy bien — amo a mi hija tal como es, y no voy a dejarla a un lado por sus malditos caprichos.  Por una maldita vez hagan el favor de no ofender. Su padre tiene el mismo color que Sofía, entiendan que esto es herencia —regaña Susana desconcertada.

De alguna manera no ofendían a su padre por su color por tener activos con poder y ellas no les beneficiaba tener bronca con él.

Volviendo a la discusión, fue la primera vez que Susana decía una grosería, por ser una familia católica, la palabra maldita era un pecado.

Pedro solo se levantó de la mesa con pasos cortos, rascándose el estómago; carraspeó su garganta y se fue. Normal de él, sus palabras fueron un misterio, jamás expresó sus frustraciones en peleas.

Esa noche Mila y Agros se fueron de la casa y jamás respondieron las llamadas de sus padres, se perdieron en el mapa.

En el transcurrir del tiempo hubo muchos problemas en la familia. Siempre tenía que relacionarse con Sofía y haber encontrado el amor. Ella se enamoró de uno de los hombres que, aunque se convertía en alguien miserable, su aspecto destacaba.

Lo vio sentado en un andén pidiendo algo de comer, desde ese instante el amor renació, pero mis abuelos seguían pensando en las épocas antiguas de que una mujer modesta debía casarse con un hombre de alta sociedad. No aceptaron la relación, hasta en el lecho de su muerte lo negaban. Ella les rogó, pero nada pasó. Luis, el segundo amor de mamá, hizo todo lo posible para mejorar lo que era, aunque el hombre se vista de paño, seguirá siendo un hombre pobre. No obstante, el destino los vuelve a unir aún las circunstancias y diferencias de familias, ¿Qué puede ser más grande que el amor de una mujer y hombre?

Lograron estar juntos con un costo muy elevado, se juraron como todas las familias del pueblo, pero, en realidad, se mentían, de alguna manera, debían traicionar al otro. Esa es la respuesta de la pregunta anterior: La mentira es más poderosa que un gran amor de dos humanos.

Querido Diario:

En esta mañana lluviosa, recordé el día que aparecí en esta historia…
Físicamente me parecía a ella: el mismo tono moreno de piel, cabello negro, lacio y brillante, mamá me decía que tenía los ojos color café combinado con miel, y en la oscuridad tintaban a castaño oscuros.
Nadie podía ser igual a ella, únicamente existe una en el mundo y ella lo había sido.
Mamá tenía una altura que la favorecía mucho, alcanzando 1.70 metros, y su cuerpo ni se diga, parecía de modelo, 90-60.

Considero que Luis, mi papá, se casó con ella por eso, mentiris, sé que él la amó no por su cuerpo sino por algo más, y por eso anhelaba parecerme a ella, no solo por su belleza sino por su corazón humilde.

Si no me falla la memoria, siempre iba detrás de su espalda siguiendo sus pies e intentando caminar como ella lo hacía, de manera elegante, con pasos firmes, moviendo su cadera de lado a lado, su cabeza siempre erguida, jamás bajaba su mirada, siempre al frente.

Mi admiración fue su rostro. Tuve una fascinación con los rostros, algo nuevo para mí, eso pasaba porque no lograba verlos, excepto el de mi mamá; mi único ejemplo para entender los rostros.

Amo a mi madre; es una de las personas que si la encuentro en otra vida la seguiré admirando. Es mi adorada mamá.
Mi viejita” te hubiera dicho así en un futuro jamás contado.

ALCANZANDO EL LÍMITE  ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora