Capítulo 4: El principio de la historia

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En la correccional difícilmente lograba saber la hora, pero por el cielo podía suponer que eran casi las 10 de la noche. La celda tenía una ventana pequeña dónde salían los rayos del sol todas las mañanas, y desde mi cama admiraba las pocas estrellas que se posicionaban para formar la Osa Mayor. El único momento de paz y tranquilidad después de tantas cosas que pasaron hoy.

Keisha, desde que tocó la almohada quedó foqueada y sus ronquidos eran alarma de despertarme y no volver a dormir. No la culpaba; su pasado era peor que el mío y su única opción de escapar era cerrar sus ojos y despertar cuando decidiera.

Para matar el tiempo, cogí el cuaderno que había guardado debajo de la almohada. Pasé las hojas lentamente para no perder ni una letra colada. La caligrafía de la persona que había escrito en el cuaderno era perfecta, las letras formaban un ángulo de 45° y al finalizar las palabras hacía una curva corta, trazos finos y sin ninguna mancha escapada y la ortografía impecable sin un error. Se notaba que lo cuidaba mucho.  Aparte de la portada y las hojas, lo demás, era su fiel amigo.

«Chloe está noche no vas a dormir, descubrirás suspiros, dolor hasta felicidad. Espero encontrar la respuesta de mis preguntas en este viejo cuaderno»
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Querido mejor amigo:

El cielo está cubierto de ovejitas y un sol radiante, por eso empezaré con una breve historia de mi familia, pero no vayas a juzgar como escribo o las tonterías que salgan de este cerebro.
Tengo una familia pequeña. Comienza con mis abuelos de parte de mamá, quienes fueron una pareja hermosa.
Una noche, mamá me contó su gran historia de aventuras y mucho amor.
Mi abuela, Susana, de ojos azules, tez blanca, mejillas rosadas y labios delgados de color rosado claro, conoció a mi abuelo Pedro, de tez morena, ojos verdes; cuando apenas tenían 5 años. Seguramente desde ese encuentro su destino fue estar juntos hasta el último momento de su vida.

Fueron a la misma escuela, compartieron primero como amigos, después como novios y esposos.

Vivieron en su juventud cerca de un gran bosque donde a plena vista parecía ocultar un gran misterio. Cuando se posaba la noche se oían ruidos extraños como si monstruos habitaran allí, pero ellos no le temían a eso. Por eso, una noche fría desplegaba en el horizonte, un cielo estrellado, una gran pintura para admirar.

Ellos decidieron explorarlo. Se quedaron acampando en el espeluznante bosque. Prendían una gran fogata y comían malvaviscos hasta que les doliera el estómago; se reían a carcajadas por sus locuras y relataban cuentos de terror, ellos no tenían miedo, sabían que, si estaban juntos jamás iban a estar en peligro; imposible ¿No? Pero fue así.

"—Pedro, tengo miedo —. Dijo Susana, mirándolo atentamente con esos ojos cielo rey.

— ¿Qué quieres decir? ¿Qué no estoy a tu lado? —Preguntó Pedro sorprendido, sin entender qué era lo que intentaba decirle.

—No lo sé, solo lo sentí. A veces, nunca sabes por qué el miedo se cuela en cada parte de nuestra piel —Susana se acurruca en su pecho cálido, ocultando una única verdad (no es que no supiera); nunca logró decirle su mayor miedo y nadie supo cuál era.

—¡Oye! No te preocupes, sea lo que sea, estaré caminando contigo — Pedro la divisó con admiración y con una sencilla sonrisa hizo que ella se sintiera protegida.

—Ni creas, nadie te va a lastimar jamás y si lo hacen les mostraré mis grandes músculos— levanta sus brazos y le muestra sus bíceps, ella lo mira sorprendida y saca una carcajada y le dice que se parece al actor Wayne Johnson.

Los dos se rieron un buen rato. Ahí es cuando los dos hicieron su gran promesa de caminar por la misma cuerda hasta llegar al final, pase lo que pase, juntos siempre estarán y el resultado de 30 años juntos.”

Ellos decidieron un día tener una hija, pero resultaron dos, todavía no se habían casado.

Déjame contarte una historia de fantasía, para que suene mágico…

“En un día soleado en un jardín de variedad de flores, la princesa Susana jugaba con la brisa del aroma de los lirios, cantando al compás de los pájaros, porque una luz le regaló la fortuna de tener dos hermosas bebés. En espera de su caballero, se vistió de mariposas para verse hermosa. A lo lejos su hombre había llegado con el rostro sucio, muestra de un trabajador puro; un simple aldeano. Corrió hacia él con la sonrisa más grande del mundo, ella se lanzó como un lazo sin dueño. El modesto Pedro con fuerza la tomó dándole tres vueltas, un baile donde los colibríes aplaudían, y el cielo sonreía.

—¡Esto es un regalo del señor!— Gratamente gritaba Susana.

Ese día corrieron a la iglesia de la aldea, sin caballeros de la realeza, ni sus padres, solo ellos; dos mundos encontrados por algo en común, su hija o mejor dicho hijas.

—¿Señora Susana Gonmoglery Junior, acepta como esposo, padre de sus hijas, compañero de lágrimas y sonrisas, compatriota de sus sueños y mejor amigo de sus defectos?
—Acepto.

—¿Señor Pedro Carley Terw, amará a su esposa como única en la vida, y divinidad de su mirada, protegiéndola de la maldad y el ensueño de su felicidad, demostrándole cuán importante es.

—Como nadie en el mundo, aceptó sin duda alguna.” 

Querido diario, seguro estarás confundido, pero cuando lo escuché lo imaginé así, es hermoso.

Nacieron unas bellísimas gemelas de ojos azules y de tés blanca, una se llama Mila y la otra, Gros, con los rasgos de Susana; les pusieron así porque decían que era muy riesgoso que nacieran, podían morir, pero se encuentran juntas en fotografías. Ellos quisieron dividir la palabra milagro, para que supieran lo especiales que eran. Pero el lado malo fue llegar a malcriarlas hasta el punto de transformarlas en princesas odiosas, creídas y las villanas del cuento.

Ellas se casaron con hombres ricos y tuvieron hijos, digamos que eran una familia unida hasta la llegada de la tercera hija de mis abuelos…

Esta es mi parte favorita de mis escritos: mi mamá, la mejor del mundo.

ALCANZANDO EL LÍMITE  ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora