12: BAJO LAS ESTRELLAS DE DORNE

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De pequeña, a Sansa le encantó la idea de que todos los hijos que ella tuviera fueran príncipes y, entre ellos, criar a un Rey. Bueno, recibió su deseo... De alguna manera retorcida.

La Daenerys que conoció en Invernalia no existe como si la que hubieran traído de vuelta fuese una persona distinta, una persona depresiva internamente, sonriente fuera y adicta a los dulces y postres. El Consejo había dejado en claro que los dulces y postres suelen tranquilizar la mente de Daenerys, una manera de mantenerla lejos de pensamientos "malos". ¿Y cómo es que un banquete entero cabe en ese pequeño cuerpo? Fácil, esas escamas que cubren el cuerpo de su esposa arden, capaz de quemar la piel de alguien si se lo propone es como el ejercicio que Sansa hace regularmente para no subir de peso, solo que su esposa e hijos solo "liberan" esa azúcar.

«Los dragones comen mucho». Incluso Margaery come más que una dama normal, pero siempre con educación al tomar los utensilios y moderadamente, lo que no puede decir de sus otros hijos. Claro, ven a Daenerys, la ven y aprender a zambullirse todo a la boca. Y también trae vagos recuerdos de sus hermanos, claro que sí.

—Están buenos. —Su hermana se lleva a la boca otro Damasco de Seda, haciendo ruidos con la boca ante el sabor del postre antes de chuparse los dedos lleno de azúcar parecida al polvo de harina.

La Plaza de las Mil Esencias está a unas cuantas casas del burdel. No es fácil sacar esos dulces del interior de la Cortesana Rosa, solo consumibles ahí dentro ante una receta celosamente guardada.

Está sentada en una mesa, dos asientos, solo su hermana quien usa un típico atuendo ghiscari con capucha y ella, relajándose rodeada de hermosos arbustos altos... Y rodeada de la Guardia Real. Hay muchos puestos de comida, la mayoría de comida dulce o picante, potajes y puestos de dulces que solo los nobles pueden pagar.

—Arya, te los acabarás. —Mueve el cesto cubierto por una suave manta color blanca. —No hemos venido a comer.

—Puedes comprar otros.

—Valen el doble de lo que cuesta pedir una de las mejores habitaciones dentro de ese... Maldito burdel. —Dice en voz baja. Su hermana se lleva el último Damasco de Seda a la boca, masticando silenciosamente. —¿Qué has encontrado?

Su hermana pone sobre la mesa dos cartas arrugadas y amarillentas. Desplaza una hacia a ella.

—Adivina de quién es la letra. —Sansa no comprende hasta que sus ojos indagan en las palabras escritas con tinta. "... Tendrá el rostro del hombre más honorable" lee. —Varys. —Susurra. —No fue fácil llegar hasta El Eco. Es una ciudad fortificada con ballesteros y hombres veteranos mercenarios. ¿Sabes con qué me encontré allá? ¡Guivernos! ¡Guivernos! Odio Tierras Sombrías.

Sansa sigue leyendo la carta. Varys contrató a un Hombre sin Rostro, pero en la carta solo menciona que le daría un rostro no a cambio de qué.

—¿Y la otra? ¿Qué dice?

—Es una página del diario de Lord Morte. —La deslizó hasta a ella. —"... Lo vi, el rostro que él mencionó. En una pica. El rostro de un hombre traicionado, leal y honorable. Lo contrario a mí. Lo que ella buscará en mí que nunca encontrará". —Sansa levanta la mirada. —Supongo que no visitaste mucho para ver...

—¿Crees que visitaría la cabeza de mi padre puesta en una pica? –Bramó. —Solo una vez. Y Joffrey me obligó a verla.

—Pues tu intuición fue acertada. Ese hombre robó el rostro de nuestro padre.

—¿Y cómo exactamente funciona el...? —Sansa parpadea sintiendo que las entrañas de su estómago se remueven. —El hurto de rostros.

—Le quitas el rostro. Se muere. Te lo pones. Y eres esa persona. —Se encogió de hombros. Arya se inclinó, llevó los dedos a una parte baja de la quijada la que enseña. Hay un corte que no termina. —¿Quieres que me quite el rostro?

EN TU CORAZÓN ARDERÁ [DAENSA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora