My Innocent Treasure

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Necesitaba la tranquilidad tan absorta de su departamento, amaba lo frío que este siempre lo recibía, la oscuridad que lo esperaba con ansías sin dejarlo solo un solo día ante de todo sufrimiento que experimentaba en aquella instalación de diez pisos que se hacía llamar "Universidad".
El silencio que calaba sus oídos, mientras el húmedo ambiente lo envolvía.

Todo su apartamento estaba ambientado con aromatizantes que a él le gustaba, evitando que los olores de Alfas y Enigmas calaran por los rincones más pequeños. Sentía que sus olores le repugnaban.

Pero si era así ¿Por qué aquel Enigma no le causó repulsión? ¿Por qué dejó que se acercara?

Sentía que había algo raro en el. No entendía qué era, pero algo había.

Dejó caerse sobre la suave cama, sintiéndose abrazado por la calidez con la cual lo recibía, aunque hubiera un montón de ropa sobre esta, era su propia ropa, por lo cual se sentía muy cómodo, su propio olor lo calmaba en demasía cuando estaba muy tenso.
Retiró la polera que llevaba puesta, para tomarla entre sus brazos y presionarla contra su pecho, buscando refugio en esta.

No pasó mucho tiempo cuando se percató que su prenda tenía otro olor, uno muy fuerte, pero no agobiante.
Era el olor de aquel raro Enigma, sin duda alguna su olor era igual de extraño que el dueño, era un olor dulce, combinado con la humedad de la tierra.
Sin duda alguna ese chico le había causado una gran curiosidad, sin embargo no se permitiría acercarse a un Alfa o Enigma. No después de todas las atrocidades que le habían hecho los de su especie.

Mantendría su distancia, como había estado haciendo durante todo este tiempo.

Apenas era un lunes por la tarde, su estómago se revolvía de tan solo pensar que era inicio de semana y que no podría faltar a la facultad por exámenes y proyectos que presentar.
Aunque amara su carrera, a veces le resultaba agobiante.

Se removió sobre la gran cama, observando fijamente el techo, como si esto fuera lo más interesante del mundo.
En realidad estaba luchando internamente con no ahogarse con el gran tifón que arrasaba con su estabilidad, crispando sus emociones hasta provocarle una gran fatiga. Su cabeza dolía a millones, tanto que lograba escuchar como esta martillaba dentro.
Empezaba a sentir un gran picor en su piel, además de un dolor horroroso en su espalda baja.. Carajo, cómo podía ser tan descuidado... Faltaba casi nada para su ciclo de celo.

Había olvidado por completo ese tema, por más que tenía varias aplicaciones configuradas para avisarle, al parecer se había adelantado, era una cantidad mínima, pero aún así eso descontrolaba levemente su ciclo, esperaba que no fuera algo grave.

Se levantó con gran pesar de la cómoda cama, dirigiéndose a la cocina, necesitaba comer algo para poder reponer fuerzas, después de esos sustos su presión se había bajado, haciéndolo sentir mareado.
No pensaba hacer algo muy elaborado, por lo cual simplemente tomó unas frutas y se dirigió al mesón del lugar, sentándose cómodamente en una de las sillas altas que tenía.
Debería empezar a hacer un proyecto de informática que necesitaría presentar al día siguiente, por lo cual al terminar de comer las frutas, se dirigió nuevamente a su habitación y se sentó en su escritorio, dispuesto a terminarlo colocando un poco de música.

La tarde se pasó volando y logró terminar el proyecto más rápido de lo que se imaginaba, estirándose y quedando satisfecho con el resultado.

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La mañana era fría y húmeda, sentía como la niebla espesa y mojada golpeaba su rostro a medida que avanzaba, su pequeña nariz estaba realmente congelada y levemente roja, Él amaba el frío, podía usar ropas anchas sin problemas y cubrir su olor y cuerpo, cosa que no podía hacer durante la época de verano, pues el sudor activaba sus feromonas y si usaba ropaje ancho sudaba más. Por lo cual en esa época debía usar supresores realmente dolorosos para apaciguar su olor.