1. El casting

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Marta se levantó temprano aquella mañana, más emocionada de lo habitual. Su último proyecto, una película que llevaba meses en su mente, finalmente había recibido luz verde. Como directora de cine, había pasado años luchando para conseguir financiamiento para sus proyectos, pero desde que había ganado el Goya a mejor dirección novel hacía dos años se le había allanado bastante el camino, y esta vez todo parecía alinearse a la perfección. El casting para el papel protagonista comenzaba hoy y Marta estaba expectante.

Llegó al estudio y respiró hondo, impregnándose del olor familiar de la madera del escenario, las luces y el equipo de filmación. La sala de casting estaba llena de energía; actrices de todas las edades y procedencias esperaban su turno, algunas repasando sus líneas en voz baja, otras haciendo ejercicios de respiración para calmar los nervios.

Marta saludó a su equipo y se dirigió a su asiento. Desde allí, podía observar cada detalle, cada gesto, cada matiz en las interpretaciones. Necesitaba encontrar a la persona perfecta para dar vida a su personaje principal: una mujer fuerte y golpeada por la vida que había construido minuciosamente.

Las primeras actrices fueron buenas, pero ninguna parecía capturar la esencia del personaje. Marta empezaba a desesperarse cuando una de sus asistentes acompañó al escenario a una mujer espectacular. Marta levantó la vista y sintió un curioso cosquilleo en el estómago. Esa joven tenía una presencia magnética, sus ojos brillaban con una mezcla de determinación y vulnerabilidad.

—Hola, soy Fina —dijo con una voz firme pero dulce que resonó en la sala.

Marta la observó mientras empezaba a interpretar la escena. Había algo en ella, una autenticidad que hacía imposible apartar la mirada. Su interpretación era visceral y honesta, dejando al descubierto todas las capas del personaje que Marta había imaginado. Cuando terminó, la sala quedó en silencio por un momento, hasta que Marta lo rompió.

—Muy bien, Fina. Realmente increíble. ¿Podrías quedarte un momento después del casting?

Fina asintió con una sonrisa, agradecida y un poco sorprendida. Mientras el resto de las actrices terminaban sus audiciones, Marta no podía dejar de pensar en ella. Había algo más allá de su talento, una conexión que no había sentido antes.

Al finalizar el día, ambas se encontraron a solas en el estudio. Marta le ofreció un café y se sentaron a hablar sobre el personaje, pero la conversación pronto se desvió hacia temas más personales.

—¿Qué te llevó a la actuación? —preguntó Marta, curiosa.

Fina sonrió, su mirada se suavizó al recordar.

—Siempre he sentido una necesidad de expresar lo que llevo dentro, de contar historias. Es mi forma de entender el mundo y de conectar con las personas.

Marta se sintió identificada con esas palabras. A medida que la conversación avanzaba, la atracción entre ambas se hizo más palpable. Sus miradas se encontraban cada vez más a menudo, y las sonrisas eran más largas y sinceras.

Fina compartió anécdotas de su infancia, de cómo descubrió su pasión por la actuación mientras jugaba a interpretar personajes en el patio trasero de su casa. Marta, a su vez, habló sobre su camino hacia la dirección de cine, los desafíos y las alegrías de dar vida a historias en la pantalla grande.

La tarde pasó sin que se dieran cuenta, inmersas en su conversación y en la promesa de una colaboración creativa que parecía cada vez más emocionante. Marta notó cómo su corazón latía con fuerza ante la idea de trabajar junto a Fina, de explorar juntas las profundidades del personaje y de la historia que querían contar.

Marta se encontró a sí misma cautivada por la pasión de Fina, por la chispa de creatividad que irradiaba en cada palabra y gesto. Había algo magnético en su presencia, algo que Marta no podía ignorar.

A medida que la tarde avanzaba y las sombras se alargaban en el estudio, Marta y Fina se sumergieron cada vez más en su conversación. Hablaron de sus influencias artísticas, de las películas que las habían inspirado y de los sueños que aún esperaban cumplir.

El tiempo parecía detenerse mientras compartían sus historias y aspiraciones, mientras se adentraban en los rincones más profundos de sus seres. Había una intimidad en el aire, una sensación de cercanía que Marta no había experimentado antes con alguien que acababa de conocer.

La tarde llegaba a su fin y Marta se dio cuenta de que no quería que ese momento terminara. Quería seguir hablando con Fina, seguir descubriendo más sobre ella y sobre sí misma en el proceso. Había algo en la conexión que compartían que la llenaba de una emoción indescriptible, una sensación de estar en el lugar correcto, en el momento correcto.

Cuando finalmente se despidieron, Marta se quedó sola en el estudio, sumida en sus pensamientos. Había algo en Fina que la había tocado profundamente, algo que había despertado una parte de ella que había permanecido dormida durante demasiado tiempo.

Mientras caminaba por los pasillos vacíos del estudio, Marta se permitió imaginar lo que el futuro podría deparar. Soñó con trabajar codo a codo con Fina, con llevar a la pantalla grande las historias que habían compartido esa tarde, con explorar juntas los límites de la creatividad y la pasión.

El brillo de esa posibilidad iluminaba su camino mientras se retiraba del estudio esa noche, lista para enfrentar los desafíos y las emociones que el futuro traería consigo. Sabía que había encontrado algo especial en Fina, algo que cambiaría su vida para siempre.

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