22. Las confesiones

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Fina caminaba con paso decidido hacia la casa de Andrés, pero cada paso le pesaba más que el anterior. Sus pensamientos eran un torbellino de emociones encontradas: nerviosismo, culpa, esperanza, miedo. Sentía un nudo en el estómago al pensar en lo que estaba a punto de hacer. A su alrededor, las calles de Madrid parecían borrosas, como si el mundo entero estuviera en un segundo plano mientras ella luchaba con sus pensamientos.

Se pasaron la noche casi en vela, entre besos, caricias y momentos de amor. Las manos de Marta acariciaban a Fina con ternura, explorando su piel con una mezcla de urgencia y delicadeza. Después de ese primer encuentro casi brusco, volvieron a hacer el amor con una mezcla de pasión y despedida, como si de alguna forma ambas supieran que ese momento podría no repetirse.

Se miraron a los ojos y, sin necesidad de palabras, se entendieron.

—No quiero que esto termine —susurró Fina, con los labios apenas separados de los de Marta.

—Yo tampoco —respondió Marta, mirándola con intensidad—. Pero necesitamos ser honestas con nosotras mismas y con los demás.

Fina asintió, sintiendo una lágrima rodar por su mejilla. Sabía que tenía que enfrentar a Andrés y poner fin a su relación, por mucho que le costara.

El recuerdo de esa noche en Bali le llenaba el corazón de una mezcla de calidez y tristeza mientras se acercaba a la casa de Andrés. La sensación de los labios de Marta todavía era vívida en su mente, y le daba fuerzas. Habían recuperado la conexión que tenían antes, una intimidad que le daba esperanza para el futuro, aunque ese futuro fuera incierto.

Marta se había ofrecido a llevar a Fina a casa desde el aeropuerto. El coche avanzaba por las calles de Madrid y el ambiente dentro del vehículo era relajado, cargado de una familiaridad reconfortante.

—¿Te has dado cuenta de que siempre terminamos sentadas juntas en los vuelos? —comentó Marta con una sonrisa, rompiendo el silencio.

—Sí, debe ser cosa del destino —respondió Fina, devolviéndole la sonrisa—. O de Nacho, con su manía de organizar absolutamente todo...

—Hablaré con él para que lo siga haciendo así de bien —ambas rieron. Marta encendió la radio y una canción de Taylor Swift comenzó a sonar—. ¿Te gusta Taylor Swift?

—¡Me encanta! —exclamó Fina—. Y esta es una de mis canciones favoritas.

Marta subió el volumen y ambas empezaron a cantar, riendo y disfrutando del momento. Fina sentía que el peso de sus preocupaciones se aligeraba, al menos por un rato. Se sorprendió al notar cuánto extrañaba estos momentos con Marta, la facilidad con la que podían ser ellas mismas cuando estaban juntas.

—¿Estás nerviosa por empezar a rodar la película? —preguntó Marta mientras se detenían en un semáforo.

—Un poco, la verdad. Es un proyecto importante y quiero que todo salga perfecto. ¿Y tú?

—Siempre estoy nerviosa, pero confío en nuestro equipo. Además, tenerte a ti como protagonista me da mucha seguridad.

Fina sintió un calor en su pecho ante las palabras de Marta. Habían recuperado esa conexión y era más fuerte que nunca. Sabía que tenía que enfrentar la situación con Andrés por el bien de ambas.

Llegaron a la casa de Fina y entre las dos bajaron las maletas del coche. Se quedaron un momento en silencio antes de que Fina hablara.

—Mañana voy a hablar con Andrés. Le voy a dejar —dijo, con determinación en su voz.

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