6. La decisión

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Marta entró en su apartamento con un suspiro pesado, dejando caer sus llaves sobre la mesa de la entrada. La tensión del ensayo aún pesaba sobre sus hombros, y la presencia constante de Fina en sus pensamientos solo aumentaba su agitación. Se dejó caer en el sofá, cerrando los ojos y tratando de encontrar algo de paz en la quietud de su hogar. Rosa se acercó con su habitual energía, moviendo la cola y buscando atención. Marta le acarició la cabeza distraídamente, encontrando un breve consuelo en la compañía incondicional de la border collie de ojos cálidos.

Mientras acariciaba a Rosa, los pensamientos de Marta regresaron a la llamada telefónica que Fina había recibido de su novio. La noticia de que Fina tenía pareja la había tomado por sorpresa, pero también le servía como una explicación a por qué Fina no le había vuelto a llamar ni a escribir desde la noche del casting. Marta se sentía estúpida por haber permitido que una conexión especial con Fina la llevara a albergar esperanzas. El ensayo, con toda su intensidad y frustración, había sido apenas un reflejo de la confusión interna que sentía.

El sonido de su teléfono interrumpió sus pensamientos. Marta se incorporó lentamente, con una chispa de ilusión al pensar que podría ser Fina. Sin embargo, al ver el nombre de su hermano en la pantalla, no pudo evitar una pequeña decepción. Contestó con una voz más apagada de lo que pretendía.

—Hola, ¿qué tal? —dijo Marta, intentando sonar más animada.

—¡Hola! ¿Cómo estás? —respondió su hermano con su habitual tono despreocupado—. ¿Cómo va todo por allí con tu nueva película?

Marta suspiró, permitiéndose un momento de sinceridad. —Ha sido complicado. Los ensayos han sido intensos y, bueno, hay mucho en juego con este proyecto. Quiero que todo salga perfecto.

—Entiendo, siempre te pones mucha presión. Pero sabes que siempre logras sacar adelante tus proyectos. ¿Algo en particular que esté siendo difícil? —Su voz se llenó de preocupación fraternal, notando el tono apagado de Marta.

Marta dudó un instante, pensando en cómo poner en palabras lo que sentía. Rosa se subió al sofá y apoyó la cabeza en su regazo, lo que le arrancó una pequeña sonrisa.

—He conocido a alguien, alguien del equipo de la película. Es una persona muy especial, pero las cosas se han complicado un poco. No esperaba sentirme así.

Hubo un momento de silencio antes de que su hermano respondiera.

—¿Alguien especial? —Dijo con un tono curioso—. ¿Y qué es lo que ha complicado las cosas?

—Es complicado de explicar —respondió Marta, buscando las palabras adecuadas mientras acariciaba a Rosa—. No quiero apresurarme a sacar conclusiones. Apenas nos conocemos y, además, hay otras circunstancias que no puedo controlar. Pero no puedo evitar sentirme así. Me hace sentir vulnerable.

—Te entiendo —dijo su hermano suavemente—. Después de lo que pasó con tu última relación, es normal que te sientas así. Fue una experiencia dura y todavía está reciente. Mi consejo sería que te lo tomes con calma. No tengas prisa. Deja que las cosas fluyan a su ritmo. A veces, las mejores relaciones se construyen despacio.

—Tienes razón. No quiero cometer los mismos errores —admitió Marta, sintiendo una mezcla de alivio y tristeza. Hablar con su hermano siempre le daba una perspectiva más clara.

—Eso es lo que quería oír. Además, me encantaría aprovechar que vuelvo a Madrid para verte. ¿Qué te parece si cenamos juntos el sábado? —propuso él, cambiando el tema a algo más ligero.

—Me parece una excelente idea —respondió Marta, sintiendo un ligero alivio—. Hace mucho que no cenamos juntos y sería bueno ponernos al día.

—Perfecto. Entonces, nos vemos el sábado —el tono de su hermano era alegre y relajado—. Cuídate, ¿sí?

—Lo haré. Gracias por llamar. Te quiero.

—Yo también te quiero. Nos vemos pronto.

Marta colgó el teléfono y se quedó mirando la pantalla durante un momento, sumida en sus pensamientos. La conversación con su hermano le había dado un poco de paz, pero también había dejado en claro lo complicada que se había vuelto su vida últimamente y no podía evitar pensar que todo podría complicarse aún más si no se centraba.

Con un suspiro, Marta se levantó y se dirigió a la cocina, con Rosa siguiéndola de cerca. Mientras el agua hervía para su té, se dio cuenta de que necesitaba encontrar una manera de manejar sus emociones y de separar su vida personal de su trabajo. La intensidad de los sentimientos que estaban empezando a brotar por Fina y la complejidad de su situación actual la estaban llevando al límite, y necesitaba encontrar una manera de recuperar el control.

Mientras bebía su té, Marta pensó que probablemente había malinterpretado las señales con Fina. Seguramente la chica solo estaba siendo amable con la que iba a ser su jefa. Marta decidió que debía cambiar el chip y empezar a verla como una actriz más, o como mucho, como un proyecto de amistad, pero nada más.

Acarició a Rosa una vez más, encontrando algo de consuelo en la lealtad incondicional de su perra, y se prometió a sí misma que se centraría en su trabajo. Tenía una película que dirigir y no podía permitirse distracciones emocionales.

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