11. La resaca (I)

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El ambiente en el salón seguía lleno de conversaciones y risas después de la inesperada pedida de mano de Andrés a Fina. Damián y Catalina estaban encantados, mientras que Tasio y Luisa no paraban de felicitar a la pareja. Sin embargo, Marta no podía dejar de sentir una mezcla de emociones que le resultaban difíciles de manejar. Decidió retirarse a la cocina ayudando a recoger la mesa y, de paso, tomar un respiro.

Fina, observando la salida de Marta, sintió una necesidad inexplicable de seguirla. Se levantó discretamente y se dirigió a la cocina. Allí encontró a Marta lavando platos, con una expresión pensativa en su rostro.

—Marta —dijo Fina suavemente, entrando en la cocina.

Marta se volvió, sorprendida por la presencia de Fina.

—No sabía que la novia de Andrés eras tú —dijo Marta, dejando el plato que tenía en las manos. —Me quedé muy sorprendida... y tampoco esperaba la pedida de mano.

Fina suspiró, apoyándose en el borde del fregadero.

—Yo tampoco lo esperaba —confesó. —No estoy muy segura de nada, pero con los ojos de todos encima... me sentí obligada a decir que sí.

Marta y Fina se quedaron mirándose, una conexión palpable entre ellas. En ese momento, Luisa irrumpió en la cocina, feliz y animada.

—¡Chicas, esto es tan emocionante! —dijo Luisita, abrazando a Fina. —¿Puedo ayudar con algo?

Marta se apartó ligeramente, intentando disimular su frustración. Fina, por su parte, sintió cómo el momento se desvanecía.

—Claro, Luisita —respondió Marta. —Podrías llevar estos platos al comedor.

—Por supuesto —dijo la chica, tomando los platos y sonriendo a Fina—. Vamos, acompáñame.

Fina, sin tener más opción, siguió a Luisa de regreso al salón, dejando a Marta sola en la cocina, sintiendo una mezcla de alivio y tristeza.

De vuelta en el salón, Marta decidió que había tenido suficiente por esa noche. Se acercó a sus hermanos y padres con una sonrisa forzada.

—Tengo que irme —dijo, abrazando a Tasio y Luisa—. Ha sido una noche... especial, pero mañana tengo un día largo.

Finalmente, se despidió de Fina. Cuando se acercó a darle un abrazo, sus manos se tocaron y ambas sintieron una corriente eléctrica recorrer sus cuerpos, provocando una incomodidad palpable.

—Cuídate, Fina —dijo Marta, intentando mantener la compostura.

—Tú también, Marta —respondió Fina, sintiendo el latido acelerado de su corazón.

Con un último adiós, Marta salió de la casa, dejando a Fina con una sensación de vacío y una cabeza llena de preguntas sin respuesta.

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Fina estaba sentada en su cama, todavía procesando todo lo que había sucedido la noche anterior. Decidió llamar a Amelia para desahogarse. Marcó su número y esperó a que contestara.

—¡Fina! ¿Qué tal, amiga? —la voz de Amelia resonó alegremente al otro lado de la línea.

—Amelia, tengo tanto que contarte... —empezó Fina con un suspiro profundo.

—Cuenta, cuenta. Soy toda oídos —dijo Amelia, curiosa.

—Bueno, para empezar... ¿Estás preparada? Marta es la hermana de Andrés —soltó Fina, dejando que la sorpresa se notara en su voz.

Hubo un momento de silencio antes de que Amelia respondiera.

—¿Qué? ¿Cómo que de Andrés? No me lo puedo creer. ¿Cómo es posible que no lo supieras? —dijo, incrédula.

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