Obsesiones pelirrojas [✓]

***

Jenn

—¡Creí que habías dicho que todo estaba listo, idiota! —me sobresalté. No solía hacerlo con mi hermano, pero llegué a mi límite. Sus tonterías me habían empujado.

Jason rodó los ojos mientras estaba de lo más tranquilo, sirviéndose un vaso de agua. Mis cuadernos y libros seguían tirados en la sala.

—Fue solo un error, Jenn. Demasiado pequeño como para que cualquiera le tomara importancia, ni siquiera ella.

—Solo un error —chisté sin gracia. Su calma me enfadaba a tal punto de querer golpearlo, tenía los puños cerrados, intentando mantenerlos en su sitio—. Sabes que no podemos tener de esos, lo sabes perfectamente, carajo. ¡Mucho menos en el puto lugar donde vivimos!

Quizás exageraba, quizás no. La cosa es que no quería descubrirlo, porque desde el principio no debería de haber estos errores, parecía nuevo en algo que no lo era. Me importaba más de lo que nunca admitiría, porque si hubiese pasado con alguna otra persona no sería lo mismo. Era ella.

—Solo una puta gota, Jenn. ¡Supéralo, maldita sea! —gritó. Se puso rojo como un tomate. Las emociones solían dominarlo más que a mí, fue por eso que me relajé.

—Una gota —repetí—. ¿Y qué si papá se enterara? ¿Crees que sería una puta gota para él también? —La sangre abandonó sus mejillas, me miró apretando la mandíbula—. Ni siquiera entiendo cuál fue el objetivo de todo esto.

Jason se rio sin gracia, apretó el vaso de vidrio hasta que estuvo hecho pedazos en su mano sangrante. Su expresión permaneció impasible.

—Me dijiste que no querías saberlo. Pero así son las cosas con nosotros, ¿no? Hacemos mierdas así y ya. ¿Acaso necesitamos una razón?

Su mirada me juzgó porque éramos iguales, era como mirarme a mi misma al espejo, más allá de solo lo físico. ¿Cómo podía juzgar sus acciones si yo hacía lo mismo? Era por eso que nuestra relación era como la llevábamos, nos entendíamos. Ninguno era diferente, sabíamos todo del otro, lo que éramos capaces. Y estábamos bien con ello.

Siempre.