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-Sargento Félix, tengo que avisarle de algo.

Yo estaba desayunando cuando el secretario de mi Capitán vino a molestarme. Suspiré dejando el tenedor con los huevos revueltos en mi plato y le miré algo incrédulo.

-¿Qué es eso tan importante como para molestarme durante mi desayuno, Smith?

-Hay nuevas revueltas en Siria, y el Capitán necesita hablar con usted, Sargento.- El chico se veía bastante nervioso al hablar conmigo, y sinceramente, no entendía por qué yo causaba ese respeto en los que me rodeaban. Me levanté y dejé mi plato listo para lavar.

Mientras caminaba iba abrochando mi casaca militar para que no se viera la camiseta blanca de tirantes que llevaba debajo, puesto que delante de un superior, era de mala educación verse informal. Di tres golpes en la puerta de su despacho y escuché un "adelante" que me hizo pasar. El hombre se veía nervioso, incluso asustado.

-¿Capitán?

-Felix, tienes que preparar una tropa lo más temprano que sea. Dentro de una semana tienes que partir hacia Siria con la que hayas preparado.

-Pedí un año de descanso de misiones.

-¡Y tú estás para servir al Ejército de los Estados Unidos!- Dio un fuerte golpe en la puerta, pero yo ni siquiera me asusté, solo le miré fijamente a los ojos.

-Aquí hay solo reclutas.

-Entonces ya sabes lo que tienes que hacer. Prepáralos, porque en una semana, parten todos hacia allí. Te iré dando más detalles de la misión. Mientras tanto, reúne un pelotón de quince reclutas.

-¿A qué división perteneceré?

-A la Segunda división de Washington, iran con uno de los equipos de combate de Brigada Stryker. Haz una lista del equipamiento que llevarán y lo prepararemos. Ya sabes las armas reglamentarias. Ahora, vete

Me levanté y sin más me fui de allí. Suspiré y apoyé la espalda en la pared mientras cerré los ojos. Ir en esos tiempos a Siria con simples reclutas era una muerte segura, y no sabía si iba a poder soportar aquello con la poca fortaleza emocional que me habían dejado las secuelas de mis anteriores misiones.

Al abrir los ojos estaba Lucy mirándome fijamente, ella sabía que algo malo pasaba, porque solo al abrir los ojos, mis brazos se extendieron hacia su cuerpo y la abracé.

-¿Félix dando abrazos? ¿Qué ha pasado?

-Me voy a Siria otra vez.- Dije con un hilo de voz, y entonces, sentí el cuerpo de mi mejor amiga tensarse mientras me abrazaba.

-Dime que es una broma..., la última vez casi...

-Sí. Casi muero.- Me separé de ella alisándome el uniforme, sin ser capaz de mirarla a los ojos. –El Capitán me ha dicho que prepare un pelotón de quince.

-Yo... quiero ir contigo. Puedo formar parte del equipo médico, solo... pídelo. No quiero dejarte solo.- Con una mano me acarició la mejilla suavemente y yo me retiré de su caricia, no me gustaba que me tocasen sin yo permitirlo antes.

-No, Lucy. Es peligroso. Ni siquiera voy a llevar a algunas personas de mis reclutas.

-Deberías llevar a Samantha. La he visto practicar y entrenar día y noche en los pabellones.

-No.— Dije seriamente y me di la vuelta para seguir el camino hacia algún lugar.

-¿Por qué?- La pregunta de Lucy me hizo pararme de repente. Era cierto, ¿por qué no? Yo... no quería que le pasara nada malo. Se veía muy inocente para ir a una guerra aún.

-Es muy inocente. Muy niña.

-¿Te recuerdo cómo eras tú cuando llegaste? Un chico que no era capaz de mantener la mirada a nadie, que temblaba si le tocabas, que no hablaba, que se pasaba todo el día pegado a una libreta, escribiendo o dibujando. Aquel chico que no daba ni una en el campo de tiro, y aquel chico que se llevó tantos castigos por ser tan inocente, que hubo noches en las que no dormía por estar en circuitos, sin parar en ningún momento.

-Necesité mi dosis de realidad con la primera misión que me dieron y allí casi morimos tanto tú como yo.

-Quizá ella también necesite su dosis de realidad.- Dijo Lucy, y entonces la miré a los ojos con un suspiro.

-No la llevaré, Lucy. No insistas más.

** ** ** **

Me encontraba en el almacén de armas en ese mismo momento, con una pequeña libreta en mis manos, apuntando todo el equipamiento que quería para mi pelotón. Una Beretta 92 de 9mm, un M4 con balas de calibre 5'56x45mm OTAN, una ametralladora de cuerpo a tierra M249 SAW, granadas M67 y M18, rifles francoritadores M24 SWS y múltiples bayonetas. Lo tenía todo a punto, porque los vehículos los elegirían otras personas. Monté una clase de arma de cada en el Jeep, dispuesta a probarlas en el campo de tiro hasta que vi al Teniente Coronel Rivera aparecer por la puerta.

-Sargento, qué sorpresa encontrarlo por aquí.

-Bueno, no es una sorpresa dado que tengo que preparar una misión para menos de una semana...- Paré de hablar cuando noté un frío metal en mi frente y cómo la pistola que él sostenía se cargaba.

-Vas a llevarte a mi hija.

-No... No, Señor. Su hija va a quedarse aquí.

-He dicho que vas a llevártela.- Retiró la pistola de mi frente para dar un disparo al aire, y aún con el cañón humeante, volvió a apuntarme.

-Es muy peligroso.

-No me importa. Debe aprender, y vas a llevártela. Y como vuelva metida en un ataúd, seré yo quien te mate a ti.- Me dio con la culata de su pistola M9 en la sien y sentí un fuerte mareo, tanto fue que caí al suelo y todo se volvió negro.

No sé cuánto tiempo pasé inconsciente, pero al abrir mis ojos sentí un fuerte dolor de cabeza. Aún no me podía creer cómo un padre mandaba a su hija a una muerte casi segura y se atreviera a amenazarme a mí sin tener la culpa. Samantha era débil, no era valiente y no iba a resistir la presión de la misión.

Ya la noche había caído en el cuartel, así que con el equipamiento apartado, me fui a mi habitación, teniendo ese horroroso dolor de cabeza, pero nada más llegar, cerré y fui directa a mi armario. Lo abrí y sonreí al encontrar lo que yo buscaba, y lo que iba a conseguir calmarme en momentos como ese. Una pequeña cajita de música

Me tumbé en la cama y le di cuerda a esta, la abrí y ahí apareció una pequeña cabaña en un bosque nevado, sonreí cuando la música comenzó a sonar directa a mi corazón. Esa caja de música, esa que mi madre me regaló cuando era pequeño, con la que me dormía todas las noches. Cada vez que escuchaba aquella música, podía sentir cómo ella me acariciaba el cabello lentamente, esperando a que me durmiera. Incluso podía escuchar con su voz un "Buenas noches, Francisco...".

-Te echo de menos, mamá. 

Ejercito ( Riverduccion)( En Pausa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora