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"Jose." Escuché en un grito desde la cocina, yo estaba con un libro que encontré en la calle encerrado en mi habitación. Me aterraba la idea de bajar las escaleras y volver a encontrarme de nuevo con él y su peste a alcohol. Volví a escuchar mi nombre, y esta vez estaba acompañado con pisadas subiendo las escaleras, ya solo me quedaba cerrar los ojos.

-No has hecho la comida.- Dijo fríamente, yo abrí los ojos y le vi mirándome desde el marco de la puerta.

-No hay comida ni dinero para comprarla.

-Tengo hambre.- Dijo de nuevo bastante determinante. –Podrías hacer otra cosa que no fuera estar tirado todo el día.

-No hay trabajo.- Y en ese momento sentí el dorso de su mano dar con mi pómulo, provocando un dolor agudo en esta zona. Yo cerré mi libro y me levanté para echarle cara.

-Eres un inútil. No sirves para nada. –Dijo mirándome a los ojos fijamente. –Ojalá nunca hubieras nacido.

-Eso me repito yo todos los días cuando despierto.- Y nada más escuchar esas palabras de mi boca, puso la mano en mi cuello, me arrastró a la pared y comenzó a apretar mi tráquea.

-Fuiste el culpable de que tu madre muriera. Solo tú tuviste la culpa, maldito desgraciado.- Yo notaba cómo me estaba quedando de poco a poco sin aire. Sentía todo dar vueltas a mi alrededor, y solo quería desmayarme para que parara, pero no paró. Llevé mis manos a su rostro y arañé toda su cara hasta el cuello. Me sacudió y provocó que mi cabeza chocara bruscamente contra la pared. Sentí un dolor agudo en la coronilla y un líquido bajar por la cabeza.

-¡PARA!- Grité con el poco aire que me quedaba, y al fin me soltó, mis piernas fallaron y caí al suelo.

-Busca un trabajo y trae algo a la puta casa.

Desperté y ni siquiera me asusté de mi pesadilla, de mi recuerdo. Solo cayó una lágrima de mis ojos que rápidamente sequé, después miré hacia el cajón donde guardé la carta y la tuve un rato dando vueltas en mis manos. ¿La abría o no? ¿Qué pondría? La curiosidad me estaba matando, aunque finalmente opté por dejarla en la mesita de noche de nuevo. Como cada mañana me duché y me puse el uniforme, pero en ningún momento la carta salía de mi cabeza. La maldita carta estaba consumiendo mi paciencia.

Al abrir la puerta me encontré a una enfadada Samantha cruzada de brazos delante de mí, puse los ojos en blanco y la eché a un lado cerrando finalmente mi habitación. Ella abrió la boca con intención de decir algo, pero yo simplemente eché a caminar, porque no me interesaba nada que ella pudiera decirme.

-En diez minutos tienes que estar en pista.

-Si yo quisiera, podrías estar fuera del ejército.- Dijo a mis espaldas e hizo que me parara por completo. Mi mirada se llenó de odio, y noté que ella se asustó cuando la miré tan fijamente al darme la vuelta.

-¿Crees que eres más que yo?- Dije mientras daba pasos hacia ella, y quedé justo delante de su rostro, y en ningún momento mi mirada abandonaba la suya.

-Lo soy, Félix.- Escuchar mi nombre otra vez me causaba dolor después de la pesadilla que tuve aquella noche. Sin pensar, la empujé contra la pared, provocando que su espalda chocara con esta.

-Cuando vivas todo lo que yo he vivido, entonces dirás quién es mejor. No te quiero ver aparecer por el entrenamiento de hoy. – Dije determinante, pero entonces el odio de su mirada me llegó al alma.

-Sabes muy bien lo que es ser maltratada, ¿verdad?- Sin pensar y sin contestar a su pregunta, mi mano cruzó su cara, provocando que la bofetada sonara por todo el pasillo. Cuando ella se puso la mano en la mejilla, casi incrédula de que yo la hubiera tocado, yo me fui, desaparecí de su lado. (En el ejercicio esto es normal no importa si eres mujer u hombre)

Ejercito ( Riverduccion)( En Pausa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora