Luciana.
Llegamos a unos de los restaurante-bar del campus. Ordenamos pizza y algunas cervezas, había mucha gente pero cada uno estaba en su mundo. Nuestra conversación era casual, Ericka se disculpó para ir al baño, yo estaba sentada al lado de Abel, su cercanía me tenía excitada.
—¿Qué hay en esa pequeña y bonita mente tuya, niña? —preguntó tomando un sorbo de cerveza.
Quería sacar a la luz nuestra situación. Sabía que no era normal, pero mierda, nuestra diferencia de edad estaba mal de muchas maneras, pero la forma en que él me hacía sentir, la soledad que me consumía cuando no podía verlo... no importaba cuán malo fuera esto, me parecía bien. Pero este no era el lugar para mencionarlo.
—Oh, nada. Solo pensaba la primera vez que comimos juntos los tres, esa noche en tu oficina fue el comienzo de todo — mencioné.
Abel giró su cabeza para hablarme.
—Te habría reclamado incluso si no te hicieras ofrecido a mí esa noche. Parece que solo era cuestión de tiempo antes de que ambos obtuvieramos lo que queríamos — respondió. Mi corazón palpitaba demasiado rápido, una sonrisa se formó en mi rostro —Esa sonrisa me está poniendo duro, nena — agregó y mi deseo aumento.
Cerca de nosotros había un grupo de chicos que tomaban fotografías. Junto a ellos, otro grupo estaban bebiendo cervezas. A la derecha, había una pareja dándose un beso acalorado, el chico con su mano acarició el trasero de la chica.
—¿En qué estas pensando? — dijo, su pregunta estaba destinada a provocarme y cumplió con su propósito.
Una ola de calor se esparció por mi coño. Mi piel se estremeció y pequeñas chispas de excitación se encendieron a través de mi piel.
—Ojalá pudieras besarme de esa manera ahora mismo — me atreví a decir.
Abel puso su mano en mi muslo externo, esa era una señal de necesidad. Mire a mi alrededor, pero la gente estaba en sus propios asuntos. El último lugar en el que quería estar era en este restaurante.
—Esto te excita, nena. ¿Deseas que mis dedos estés profundamente dentro de ti? — su aliento calentó mi mejilla ya sonrojada. Nada me encantaría más que sentir sus dedos dentro de mí, pero no sería suficiente. Necesitaba su polma para estirarme ampliamente.
—Hola, Luciana — nos interrumpió una voz. Volteé y se trataba de Edwin.
Me puse rígida. Abel quitó su mano.
—Hola, Edwin ¿Como estás? — pregunté, mi voz fue demasiado aguda. Él me miró para luego ver fijamente a Abel, luego me volvió a mirar.
—Genial, he estado intentando llamarte. Hoy faltaste a clases, ¿todo bien? — interrogó.
—Simplemente no me sentía bien — respondí, esto era incómodo.
—Entonces, ¿quien es él? — preguntó refiriéndose a Abel, quería meterme en un agujero y esconderme.
—Oh, es el papá de Ericka — respondí, Edwin se relajó y esbozo una sonrisa de tranquilidad.
—Ya veo. Iba a decirte que era un poco mayor para ti — mencionó, luego extendió su mano —Oye, hombre, encantado de conocerte. Soy amigo y compañero de Luciana y de tu hija. — le dijo a Abel, pero él no aceptó su mano.
Comencé a sentir pánico por el desdén.
—Y bien, ¿qué haces aquí? — pregunté, tratando de romper la tención.
Edwin bajo la mano y me prestó toda su atención.
—Igual que tú, disfrutando de la noche. Oye, ¿quieres ir a tomar algo? Veo que no tienes más cerveza y quizás más tarde podamos dar un paseo — agregó.
—No, así está bien, no te preocupes — le dije, solo esperaba que se fuera.
—Oh, vamos, será divertido. Además el señor Brown no es tu padre y comprenderá que debes aceptar mi invitación sin esperar permisos — dijo de una manera muy incómoda, claramente con una doble intención.
En ese momento Abel se puso de pie y lo empujó con sus dos manos hacía atrás.
—¡Pero que diablos! ¿Qué te pasa? — exclamó Edwin estabilizandose mirando boquiabierto a Abel.
Me puse de inmediato de pie y me puse en medio. Ericka hizo su aparición justo a tiempo.
—¿Qué está pasando? — preguntó mi amiga sin comprender nada.
En es instante tuve que actuar rápido.
—Nada importante — respondí — Edwin, disculpa el inconsciente, luego hablamos, ¿si? — le dije disculpándome por el comportamiento de Abel, tomé a mi amiga del brazo y le pedí a Abel que nos fuéramos.
Una vez afuera, mi amiga me preguntó que había pasado. Tuve que decirle que Edwin se quiso sobrepasar conmigo y que Abel me quiso defender, solo que se lo dije de una manera que no sospechara que había sido por celos, por que por su reacción parecía que había sido eso: Celos. Por suerte Ericka me creyó.
En ese momento decidimos regresar al dormitorio. Miré de nuevo a Abel y su mirada de furia, hizo que mi estómago se sintiera incómodo. Él se despidió de nosotros, me quedé con muchas dudas por su comportamiento allá adentro.
☆▪︎☆▪︎☆▪︎☆
Llegó la mañana y no había dormido nada. Esperaba que él se comunicará conmigo, Ericka se fue a su clase de ética mientras yo me quedaba a prepararme para mi próxima clase.
En ese momento tocaron la puerta, era Abel con un ramo de flores. Lo miré por unos segundos luego le hice una señal para que ingresará.
—Antes de regresar quise pasar a disculparme por mi comportamiento de ayer. Solo fue un simple error. Soy un anciano, ¿recuerdas? — dijo en forma de disculpas.
—Abel, nunca he dicho que seas un anciano — le menciono.
—Lo sé, fui un idiota anoche. Perdí la cabeza por la forma en que te miraba y de las intenciones en sus palabras. Te he dicho que no te comparto — agregó —Como dije, soy un idiota. Perdóname — añadió, saco algo de su bolsillo, era una pequeña caja, luego la abrió revelando un collar de diamantes, mi boca se abrió en un grito ahogado.
Tomo el collar y me lo puso alrededor de mi cuello.
—No era necesario un regalo como este —le dije tomando con mis dedos el collar. Él seguía de pie detrás de mí.
—Claro que si, aunque mereces estar envuelta en algo más que diamantes. Tú te mereces todo —murmuró cerca de mi oído, luego colocó sus labios en mi piel expuesta de mi hombro —Es brillante, asombroso y hermoso al igual que tú —pronunció en un tono suave que hizo que mi piel se erizará. Casi perdí el equilibrio ente sus elogios.
—Abel —le dije dándome la vuelta para encontrarme con sus ojos.
—Shhh... —presionó su dedo en mis labios —.Dime que aceptas mis disculpas —dijo.
Nuestros ojos permanecieron conectados. No quería dejarlo ir nunca.
—Acepto tus disculpas —le dije con sinceridad.
Su sonrisa malvada me enloqueció. Luego me sostuvo contra su pecho, podía escuchar los latidos de su corazón. Me sentía tan bien a su lado, entre sus brazos que no quería que ese momento terminará.
—Si tienes tiempo, puedes llegar al club el martes en la noche, ese día es de baile —mencionó.
Levanté mi cabeza por sus palabras.
—¿Bailan en tu club? —pregunte —. Pensé que solo era de sexo —añadí.
Él sonrió levemente.
—No es un baile típico que tu imaginas, es diferente, ya lo verás —respondió en un tono que llamó mi atención.
—De acuerdo estaré allí sin falta —conteste.
Tenía curiosidad de que iba a ver en su club. Pero lo que más me importa era que íbamos a estar juntos de nuevo, algo que mi cuerpo deseaba con desesperación.
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Tarde pero aquí tienen🦋
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Ardiente Deseo
RomanceSu amor es prohibido, pero la pasión que sienten es difícil de ocultar Sin embargo, ambos no pueden seguir fingiendo, desatando asi: un ardiente Deceo. Pero, ¿ qué pasará cuando todo salga a la luz? Esta historia es de @Evelyn Romero. Pueden encontr...