Capítulo 12

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Luciana.

Días después...

Salí de la ducha, pero antes de salir del baño escuché la voz de Abel. Abro la puerta, tenía la toalla todavía envuelva a mi alrededor, encontré a Ericka sentada en su escritorio con su computadora portátil abierta.

—Lo sé, papá. Créeme. Es solo ética— mencionó ella.

—Eso no importa. Quiero que hagas lo mejor que puedas. Estás ahí para estudiar— le respondió él.

Ericka comenzó a hablar sobre sus otras clases, mientras yo le echaba un vistazo a su pantalla. Los ojos de Abel estaban sobre mí, el calor de su mirada quemaba através de mi toalla. En eso momento dejé caer la toalla al suelo, dejándome completamente expuesta.

Mi amiga siguió hablando, despistada de lo que realmente estaba haciendo. Esto era demasiado arriesgado, pero extrañaba desesperadamente esa oscuridad en la mirada de Abel. Luego me di la vuelta y me agaché para agarrar mi toalla, dándole lo que él quería mirar.

Esa acción me hizo sentir que yo tenía el control. Me dolía el coño de lo excitada que estaba, me arrepentí de haber empezado todo esto, por que lo único que quería era que él me tocara y me follara.

—Y así terminó álgebra a tiempo, planeo ir a este festival— dijo ella. Rápidamente me envolví en mi toalla y recogí algo de ropa antes de que Ericka se fuera cuenta de que estaba en plena exhibición para su padre. —Vendrás conmigo verdad, Luciana— murmuró ella dándose vuelta para buscarme.

—Hola, Señor Brown— lo saludé ya una vez que estaba vestida. —Acompañare a Ericka para que no se meta en problemas— agregue con una media sonrisa.

—Hola, Luciana— respondió, mi piel se calentó por su tono, mi cuerpo palpitaba ante su intensa mirada. —¿Cómo te ha ido en la universidad en esta semana? ¿Te has portado bien?— quiso saber, aunque su pregunta tenía otras intenciones.

Ericka se rio.

—Genial, considerando que le dio a nuestro compañero de psicología su número— respondió mi amiga por mí.

Los ojos de Abel se entrecerraron y en sus labios se formó una mueca de molestia.

—¿Vas a contestar si él llama, Luciana?— pregunta él, había mucho significado en su tono de tranquilidad. Luche por no ponerme nerviosa por su reacción.

—No voy a contestar, no estoy interesada en nadie en estos momentos— respondí, para que mi amiga se diera cuenta que no tenía la intención de salir con Edwin y así evitar que me metiera en problemas con Abel.

Abel se despidió poco después, pero esta vez solo veía a Ericka, claramente quería ignorarme. Cuando se terminó la llamada, solo esperaba no haber firmado mi sentencia de muerte por nuestro pequeño y sucio secreto a causa del inconveniente del número telefónico, ya que Abel me había dejado en claro que yo era de él y de nadie más.

El resto de mi semana fue una mierda. Desde la llamada, no lo volví a ver y a pesar de lo patética que era, revisé de nuevo mi celular. Había estado tentada de llamarlo, convencerlo de que no fui yo quien le dio mi número a Edwin, bueno no directamente, pero me preocupaba de que hubiera terminado conmigo por que había roto una de sus reglas.

Para el viernes, mi estómago estaba tan revuelto que le envié un mensaje de texto a Ericka diciéndole que no me sentía bien y que me iba a saltar la clase de psicología. Solo necesitaba una siesta y una ducha larga para aclarar todas mis dudas.

Minutos des llegue al dormitorio, abrí la puerta, pero mis ojos se posaron en el hombre que ocupaba un espacio en la silla del escritorio de Ericka. Se veía serio, sentado con una pierna sobre la otra, robándome el aliento con su atuendo de negocios.

Ardiente DeseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora