"𝑨𝒓𝒅𝒆𝒓𝒆𝒎𝒐𝒔 𝒉𝒂𝒔𝒕𝒂 𝒒𝒖𝒆 𝒕𝒐𝒅𝒐 𝒒𝒖𝒆𝒅𝒆 𝒆𝒏 𝒄𝒆𝒏𝒊𝒛𝒂𝒔"
Tres años han pasado para Marco e Isabella.
Un futuro feliz les espera.
Pero cuentas pendientes del pasado vuelven de la misma tierra para atormentarlos.
Tras unas cuanta...
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"Elige tu bando"
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Ethan
Bueno... Aquí estoy... Nuevamente...
Parado frente a las escaleras de sótano, pienso en los miles de razones que tengo para salir de esta casa apenas tenga oportunidad.
Pero esta no es la noche, Bruno se fue con Dalia como siempre, por lo menos ahora ya no me quedo solo, la servidumbre no le hace caso cuando se trata de mí, me permiten comer y salir siempre y cuando él no esté, pero pronto colocarán cámaras, eso me complicará la vida.
Abro la puerta que me lleva al único amigo que tengo, vive aquí, no debería confiar en alguien que vive en un sótano por gusto, pero no tengo a nadie más.
Le hice un sándwich de pollo, le encantan, también le llevo una cerveza.
Bajo las escaleras sin que me vea nadie, vivo aquí hace más de dos años creo, no sabía que él vivía aquí, lo descubrí un día que me escondía de Bruno.
No es mi padre.
O por lo menos eso digo cada vez que me hace sentir mal.
No lo considero mi padre.
Me ha hecho las peores cosas que se le pueden hacer a alguien, nunca he sabido que tiene contra mí, algún día voy a matarlo... Llevo 7 años aguantándolo.
Veo a mi amigo acostado en su cama, tiene los ojos cerrados, así que dejo las cosas que traje sobre la mesa y me voy al estante de libros.
Amo leer, me sacan de la realidad en la que vivo, dice que ha conocido gente que vive en mejores condiciones que yo y que la tristeza los consume al punto de no poder levantarse.
Tomo un libro cualquiera, todos me gustan, me voy a la silla que tiene aún lado de la cama y me pongo a leer.
— ¿Nadie te enseñó a tocar la puerta?— escucho su voz a mi lado.
— No tienes puerta, Stille...— le recuerdo.
Así se llama, en realidad no es su nombre real, pero así me dijo que podía llamarlo.
Lo chistoso es que no es un nombre, es "silencio" en alemán, lo cual calza con su personalidad, le cuesta hablar.
Se endereza en la cama y se sienta, mientras yo sigo con la nariz pegada al libro.
— ¿Qué te pasó ahí?— señala el nuevo moretón de mi muñeca.
— Le traje una manzana verde y el pendejo quería una roja...
