Capitulo XI - Murdock

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Las compuertas se abren y del interior emergen rápidamente una docena de hombres armados, rodeando al pequeño grupo con habilidades activadas y miradas penetrantes. Un grito de advertencia retumbó en el aire.

- ¡Manos donde pueda verlas! ¡No hagan ningún movimiento o usaremos fuerza letal! -gritó uno de los soldados.

El grupo sabía que no podían tomar riesgos. Conscientes de la peligrosa situación, obedecieron las órdenes al pie de la letra. Un soldado se acercó cauteloso, apuntando su arma hacia ellos.

- Identifíquense. -dijo el soldado al mando.

Jerónimo se preparó para hablar, pero Raner tomó la iniciativa, tratando de manejar la situación.

- Soy Raner, y ellos son Mai, Jerónimo y Enzo -dijo Raner cabizbajo.

El soldado los observó con sospecha, escudriñando sus rostros meticulosamente.

- ¿Cuáles son sus intenciones? -preguntó con voz severa.

Antes de que Raner pudiera responder, un grito desgarrador escapó de los labios de Mai. Se dobló de dolor, cayendo al suelo. La reacción de Raner fue instintiva; corrió rápidamente hacia ella mientras los demás observaban con preocupación.

- Fuimos atacados por patrullas en el camino hasta aquí. Éramos más, pero... solo nosotros logramos sobrevivir a duras penas -dijo Raner con tristeza y rabia en su mirada.

Mai, luchando contra el dolor, clavó sus ojos suplicantes en el soldado.

- Nos habían dicho que por este lugar encontraríamos refugio... necesitamos su ayuda -dijo con voz quebrada.

El soldado frunció el ceño mientras Mai luchaba contra el dolor en el suelo. Aunque desconfiado, su mirada se ablandó ante la súplica de la joven. Dio una señal para que se bajaran las armas y asintió.

- Está bien, los llevaremos. Pero antes, deberán pasar por los filtros ya que no todos los metahumanos pueden ser aceptados -dijo el soldado con un tono más calmado.

El grupo asintió, aceptando la decisión sin cuestionar, y siguieron al soldado y a su equipo a través de un pasillo estrecho. Las paredes estaban cubiertas con inscripciones y un símbolo extraño. El aire era frío y la única iluminación provenía de luces tenues en las paredes.

Llegaron a otra compuerta. El soldado colocó su mano para abrirla y poder continuar. Los soldados se replegaron, quedando solo el soldado del comienzo, quien les indicó donde continuar hasta llegar a un escáner que confirmaría si eran metahumanos. Enzo pasó sin problemas, siendo detectado como tal, pero Jerónimo, Raner y Mai no fueron identificados como metahumanos. En respuesta, los soldados les apuntaron. Sin más remedio, hicieron una demostración de sus habilidades. Los soldados, bastante desconcertados, bajaron sus armas y continuaron con el proceso.

- ...No los detectó -pensó el más experimentado de los soldados-. Es la primera vez que sucede esto... en mucho tiempo.

- ¿Todo bien? -preguntó otro soldado.

- ¿Recuerdas esas historias sobre los "demonios"? Decían que eran peores que los Overlords y acabaron con millones de nosotros -añadió con preocupación el soldado.

- ...Son solo cuentos. Eso nunca pasó -dijo el otro soldado, enfatizando lo último con algo de miedo.

El siguiente filtro consistía en una entrevista en un cuarto parecido al de un interrogatorio. Mientras los interrogaban, psíquicos escaneaban sus mentes, buscando cualquier rastro de falsedad o intención oculta.

Raner, Mai y Jerónimo enfrentaron la prueba sin problemas, respondiendo cada pregunta con seguridad y sinceridad. Sus pensamientos eran claros y transparentes, y los psíquicos no encontraron nada que les hiciera sospechar. Sin embargo, mientras el escaneo mental se dirigía hacia Enzo, algo extraño sucedió.

Dark Hole: Ciegos por la VenganzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora