La luz de la luna alumbraba la oscuridad del estanque. Era una noche mansa, tranquila, con el viento cosquilleando mi nuca.
Me mantuve entretenido un tiempo, observando una rana saltar en los nenúfares. Siempre me había resultado un animal fascinante; primero son renacuajos que necesitan del agua. Luego se transforman y adquieren patas que les permite saltar, e independizarse, aunque sea por un rato, del agua. Creo que este proceso de la naturaleza se llama metamorfosis, como lo que pasan las mariposas y polillas.
Cuando finalmente mi compañero anfibio se escondió dentro de un pequeño tronco, dediqué completamente mi atención al cielo nocturno.
Miré las estrellas, que salpicaban la noche, y distinguí la constelación de sagitario. Intenté imaginarme al centauro, como Quirón, tensando su arco y poniendo una flecha en él. Pero sólo vi puntos de luz, unidos por líneas inexistentes.
Realmente antes era más fácil, cuando sólo era un niño. Jugueteaba todo el día por el jardín hasta que el sol se escondiera. Ahí me acurrucaba a su lado y ella me arropaba con una cálida manta para que no pasara frío. Y ella, mi abuela, me contaba interminables cuentos sobre las constelaciones que veíamos. Me contaba mitos e historias increíbles, donde mi mente viajaba sin límites. Sólo entonces, mi mente podía saltar entre mundos infinitos, como la rana en el estanque.
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Fragmentos
NouvellesCuando escribo, mil ideas o fragmentos son dejados ahí, sin seguirlos ni completarlos. Este libro recopila mis fragmentos, ideas breves o microrrelatos. No tienen un género literario definido, pero siempre se acercan a la fantasía.