cap 5

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No comprendo porque Fernanda me dijo que el señor gallardo era un buen jefe y que era una maravilla trabajar con él. Esa mujer ha de estar ciega o puede que tal vez solo lo me dijo para que firmara ese bendito contrato de una vez por todas. Este señor es un viejo mas insoportable del mundo y muy poco tolerable que he conocido. Cada día que pasa me doy cuenta que es demasiado grosera conmigo y la verdad no entiendo por qué. Lo soporte nada mas porque es mi jefe, pero me esta llenando el buche de piedritas. De nuevo me encuentro en su oficina organizando el tremendo desastre de documentos que tiene en ella. A mi parecer, este hombre hace las cosas apropósito para que, no lo sé, pero es un maldito dolor de cabeza ordenar esto día con día. Es como si se quedara en la noche para desorganizar todo completamente lo que hago en el día. Lo peor de todo, es tener que soportar y ver su estúpido rostro de ogro que tiene en todo momento. ¿será que no se cansara de siempre estar de mal humo¬r?

- Greco, mande estos documentos con el abogado; dígale a Santoro que revise con cuidado cada documento, por favor.
- Si, señor. ¿se le ofrece algo más?

- No, por ahora – aseguro -. Ah, no tarde, ya que tenemos una reunión muy importante dentro de 15 minutos.

- Permiso, ya vuelvo.

Porque fregados no me dijo antes lo de los documentos. Me parece que lo hace con la intensión, pero ni modo, dos meses mas y me largo para Nueva York. Chicago no es para mí. Hice todo lo que me ordeno y regrese a la sala de juntas dos minutos antes de la reunión. Mientras me encontraba poniendo cada carpeta en su lugar, entro con el teléfono en sus manos y con una sonrisa muy encantadora en su rostro. Me imagino que no a de ser algo malo ya que se encuentra riendo por lo que sea que este escribiendo. Solo llevo uso días acá y ya me he vuelto muy chismosa.

- ¿hizo lo que le pedí, Greco? – pregunto, por lo que veo ese mal humor es solo conmigo por lo que me doy cuenta.

- Si señor – conteste dejando la ultima carpeta en su lugar -. El Lic. Santoro estará presente en la reunión, eso dijo.

- Como sea – murmuro algo que ni siquiera entendí.

Me senté a escuchar en mi lugar correspondiente y la sala de juntas comenzaba a llenarse de mujeres y hombres muy bien vestidos. El Lic. Santoro me regalo una sonrisa en cuanto atravesó la puerta de la sala de juntas. El hombre es muy atractivo, algo mayor, pero lo guapo y lo encantador lo acompaña en todo su ser. Me lo quede viendo muy indiscretamente cuando paso hacia su lugar, este hombre tiene tremenda elegancia hasta para caminar. El cabello de color negro esta perfectamente peinado y esos ojazos de color café, son realmente muy atractivos. Es casi de la altura del señor gallardo, pero es mucho mas carismático y amable que el imbécil de mi jefe. El carraspeo de este mismo me hizo observarlo.

- Llevo rato hablándote y no me contestas. ¿en que tanto piensa que hasta suspiros le saca? – me sonroje por completo. Me ha cachado viendo al abogado sin simulo alguno -. Acá se viene a trabajar y a seguir ordenes señorita Greco.

- Para su información no estoy mirando hombres – me defendí, quien se cree este hombre -. Disculpe, ¿Qué me decía?

- Nada, ya no importa – actúa como un pinche niño pequeño, tiene mas personalidad que mi sobrino de diez meses de nacido que él.

La reunión empezó con una mujer que ni siquiera había conocido. Mis ojos captaron otros pero de color café observándome con gran detenimiento y esa mirada me hizo estar con el rostro sumamente sonrojado durante las dos horas que estuvimos ahí. No encontraba donde meter la cabeza y mas con las duras miradas que me dedicaba por momentos fugaces el señor gallardo. Ha de estar pensando que me quiero llevar al abogado a la cama, pero en realidad las cosas no son así. Respire profundamente de nuevo a lo que dio fin la reunión y a esas extrañas miradas del hombre que me estaban incomodando mucho.

- Srta. Greco, me puede permitir unos segundos – asentí mientras reojia las carpetas para tratar de disimular los nervios que me provoco al tenerlo muy cerca.

- Si por su puesto. dígame   en que le puedo servir. 

- Usted se encontrará libre después del trabajo, es que me gustaría invitarla a cenar esta noche. Claro si no le molesta – mordí el interior mi mejilla dispuesta a decirle que sí.

- No puede, ella ya tiene un compromiso muy importante para esta noche – abrí exageradamente los ojos cuando escuché la voz de mi jefe atrás de nosotros. ¿de qué compromiso estará hablando? Que yo recuerde, lo único que debo hacer es cuidar de mi sobrino.

- ¿Disculpe? – pregunte.  

- Como lo escucho, esta noche usted debe venir conmigo a uno cena de negocios, Srta. Greco - recalco -. Pero como lo va a recordar, si cuando le estaba diciendo esto usted no me puso atención por estar en la luna. Santoro, deja de confundir a mis empleadas con tu presencia.  Rieron, pero a mi no me importo.

- No importa, mañana es otro día – sonrió ladeado al abogado -. Adiós, linda. Gallardo, deja ese humor de perros.

- Si claro – el abogado se fue y me quede viendo a mi jefe -. Trae tus cosas te espero en el auto en cinco minutos no te tardes el deber nos llama y no debemos perder el tiempo en conquistas señorita greco.

Se marcho dejándome con el Jesús en la boca. Y ahora a este pendejo que le paso, tras de egocéntrico me salió bipolar. Fui hasta la oficina por mi bolso, según yo llegué al estacionamiento, lo encontré hablando con una chica de mi misma edad. Ella lo veía de forma muy coqueta mientras jugaba con su cabello en su dedo.

- Greco, súbase al auto. Te vere luego, preciosa. Me espera una cena muy complicada – hice lo que me pidió pasando por casi Enmedio de ellos.

- - no te ovoides de mi guapo – le tiro un giño y mi jefe sonrió. El tan solo escuchar este tipo de conversaciones es muy incómodo para mi.

- Usted y yo vamos a solucionar un pendiente que me tiene jodidamente la cabeza en lo bien alto, y todo por su bendita culpa – dijo una vez cuando ya estaba dentro del auto. De que estará hablando este loco acaso ya estar alucinando.

Recondito de su serDonde viven las historias. Descúbrelo ahora