Completamente distraído, Max atendió su llamada de negocios y luego le pidió a su asistente personal que no le pasara más llamadas. En aquel momento no podía atender ningún asunto profesional. Había temas urgentes que reclamaban su atención, pero por primera vez en su vida, no le importaba. Tendría que estar pensando en el trabajo, pero en lo único que podía pensar era en el sexo.
En el sexo con Sergio.
Maldiciendo en voz baja en neerlandés, recorrió arriba y abajo el suelo de su despacho. Le ardía todo el cuerpo y se sentía incompleto. Lo único que deseaba hacer era volver en dos zancadas a la terraza, arrastrarlo a algún lugar extremadamente privado y volver a repetir la experiencia.
Nunca en su vida había sentido tal deseo por un chico, y no podía comprenderlo, porque el pecoso no poseía ninguna de las cualidades que él admiraba. Era guapo, cierto, pero también mentiroso, él mismo lo había admitido.
De acuerdo, así que no era Lando Norris. No había escogido el divorcio como medio de vida. Pero había tomado una entrada que no era suya, y no le había sacado de su error cuando él asumió que era el dueño de dicha entrada.
Aquel hecho debió haber sido el equivalente sexual a sentarse en una bañera llena de cubitos de hielo, porque Max odiaba la mentira.
Entonces, ¿por qué su libido fluía locamente, absolutamente fuera de control? ¿Por qué se sentía como un adolescente con las hormonas revolucionadas?
Soltó una carcajada sin nada de humor, Max se vio obligado a aceptar lo obvio. Porque el sexo había sido absolutamente estupendo, por eso. Tal vez Sergio fuera un mentiroso, pero era virgen, y el hecho de que él hubiera sido su primer amante le proporciona una satisfacción asombrosa. Lo que significaba que no era tan moderno como pensaba.
Max entornó los ojos y fue desgajando los hechos con lógica. De acuerdo, no le había contado la verdad. Pero tenía razón en que él había sido quien insistió para que fuera a Grecia. Y si él le hubiera revelado su auténtica identidad, ¿habría cambiado eso algo? No.
Hubiera seguido queriendo que fuera por el bien de su padre. Entonces, ¿qué problema había? Sergio había ido para disfrutar de unas vacaciones pagadas por un millonario, así que ¿por qué no dárselas, aunque le costara unos cuantos trajes y un collar de diamantes?
Compartirán increíbles encuentros sexuales durante la noche, y por el día, Max lo arreglaría para que pudiera ir de compras todo lo que quisiera. Sergio lo estaba utilizando por dinero, así que ¿por qué no utilizarlo a él para el sexo?
Incapaz de concentrarse, decidió abandonar cualquier pretensión de trabajo aquel día, así que se dirigió hacia la suite que ocupaba su padre cuando se quedaba en la villa.
-¿Cómo te encuentras?
-Mejor cada hora que pasa- Toto estaba ya vestido para la cena. - ¿Qué has hecho esta tarde?
Max se quedó paralizado mientras unas imágenes eróticas le cruzaban por la cabeza. Aquella tarde había disfrutado del sexo más increíble de su vida. En un lugar público.
Se pasó la mano por la nuca, incómodo ante la idea de lo que su padre hubiera podido ver si se hubiera levantado un poco antes de la siesta y hubiera decidido relajarse en la piscina.
-Trabajar
-¿Ah, ¿sí? Bueno, espero que no dejarás a Sergio demasiado tiempo solo. Es un muchacho al que vale la pena proteger.
-¿De quién? Aquí no hay nadie
-Del aburrimiento, - respondió Toto ajustándose la camisa. - Cuando los chicos se aburren se alejan.
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Un cazafortunas ¿virgen?
FanfictionBajo las órdenes de Max Verstappen, Sergio Pérez no tuvo más remedio que hacerse pasar por su futuro esposo. El poderoso magnate lo bañaría de joyas y lencería fina... pero él se lo pagaría en especie. Por mucho que admirara su cuerpo, Max creía que...