Capítulo 11

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—Haz una maleta, - le dijo Max cuando salió de la ducha con una toalla alrededor de la cintura.

—¿Por qué? No quiero irme. Me encanta estar aquí. – no podía creer que hubieran pasado ya dos semanas. Las más felices de toda su vida.
Amaba aquel lugar.

Lo amaba a él.

Por mucho que se hubiera repetido que aquella relación no iba a ningún lado, no podía controlar sus sentimientos.

—Me alegro, porque no vamos a marcharnos aún. – el rubio se apartó el pelo mojado de los ojos. — Pero tenemos que ir a un par de días a Ámsterdam.

—¿Ámsterdam – Sergio se incorporó en la cama cubriéndose con la sábana. - ¿Por qué?

—Necesito ir por asuntos laborales, - explicó él entrando al vestidor, de donde salió con una camisa impecable. – Y tú tienes que venir porque no me puedo concentrar en el trabajo a menos que tú estés cerca. Será sólo una noche. Yo trabajé por la tarde, luego iremos al baile y dormiremos en mi casa de Ámsterdam.

—¿Baile?

—Un evento para recaudar fondos, - explicó agarrando una corbata- Tengo que ir.

—Yo no quiero ir, - aseguró el pelinegro como un niño pequeño. – Me voy a sentir fuera de lugar.

—Ese es mi mundo, - dijo Max acercándose a la cama para besarlo una vez más. – Y tú formas parte de él.

Pero sólo porque estaba disfrutando del sexo. No había nada más para él, pensó Sergio.

—No conozco a nadie.

—Me conoces a mí, - Max cruzó la habitación para recoger su chaqueta – No discutas más

Sergio intento con otra táctica.

—No tengo nada apropiado que ponerme.

—Ahora hablas como un vanidoso, - Max sonrió, - Ya te encontraremos algo. Haz la maleta.

Un lujoso coche con aire acondicionado los llevó desde el aeropuerto al centro de  Ámsterdam entre el denso tráfico. Pasaron por delante de un mercadillo, y Sergio sintió deseos de bajarse a dar una vuelta. Pero estaba claro que Max tenía otros planes. Unos minutos más tarde, el chófer se paró en una de calle ancha, frente al escaparate de una boutique de diseño.

Max apagó su móvil y lo ayudó a salir a la acera.

La ropa del escaparate era increíblemente elegante, pero hubo un traje en particular que le llamó la atención.

Entraron en la tienda, y pronto tuvieron a una legión de dependientes alrededor. Max tenía la palabra <<multimillonario>> escrita en la frente. Sergio se acercó hacia el traje que había visto en el escaparate. Era de un diseño de lo más simple, lo que lo hacía especial era la calidad de la tela.

—¿Cuánto cuesta? – le pregunto a una de las dependientes

—Cuatro mil euros, - respondió la joven tras un instante de vacilación.

Sergio se apartó del traje, sintiendo que se iba a desmayar.

—Eso es una vergüenza.

—Si te gusta, te lo puedes llevar, - Max frunció el ceño – El precio es irrelevante.

—Por supuesto que es relevante. No puedo pagarlo.

—Pero yo si.

—No, - consciente de que la dependiente lo miraba como si hubiera perdido la cabeza, el ojimarrón se acercó a la puerta. - ¿Podemos hablar un momento?

Un cazafortunas ¿virgen?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora