Capítulo 15

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El único momento del día en que podían separar al cordobés de la ventana del parque artificial era cuando debía presentarse en la sala de pruebas, ubicada a varios metros en el subsuelo.

Precisamente, no eran las mejores horas para Cristian; ya que sufría a grandes escalas.

Lo único positivo que Cristian sacaba de esa escalofriante experiencia era que cada vez que lo encerraban en esa sala, los doctores estaban más cerca de conseguir el material genético correspondiente para curar al coreano.

Esa esperanza, aunque tenue, era lo que lo mantenía en pie y le daba fuerzas para soportar el tormento diario.

—¿Estás listo? —preguntó el anciano Alfa, Kim Harry. Quién esperaba a que el Enigma a sintiera con la cabeza, porque el  bozal de contención que llevaba puesto no le permitía hablar correctamente ni transformarse.

El bozal se había fabricado como un artículo de contención y en el caso de que fuera a perder su forma humana, activaba unos sensores que liberaban, a través de microagujas, la dosis necesaria para mantenerlo bajo control.

—Intenta concentrarte, necesito que mantengas tus glándulas feromonales descubiertas —indicó.

Gracias a la información que el doctor Kim recolectó en algunos manuscritos abandonados en la biblioteca, descubrió que los Enigmas poseían una glándula especial ubicada a pocos centímetros del corazón.

Sin embargo, para poder acceder a ella, el paciente tenía que estar plenamente consciente y permitir su acceso. Una práctica peligrosa para todos los involucrados, pero necesaria para encontrar una cura.

Cristian cerró los ojos y trató de concentrarse, bloqueando el dolor y el miedo que lo invadían.

El sonido de las cadenas alarmó al equipo de profesionales, que, a pesar de contar con respaldo militar altamente preparado, retrocedieron asustados. La tensión en el aire era palpable, y el miedo se reflejaba en el leve temblor de cada uno de ellos. Sabían que estaban a punto de presenciar algo aterrador y fuera de lo común.

Los tatuajes de Cristian comenzaron a desgarrarse al salir una capa de piel cubierta por pelos oscuros. El dolor era insoportable, y el ruido de los huesos contrayéndose causó una expresión de agonía en el rostro del argentino. Cada crujido resonaba en la sala, amplificando el sufrimiento que estaba experimentando. Sus músculos se hinchaban y se retorcían bajo la piel, mientras su cuerpo se adaptaba a la nueva forma que estaba tomando.

Sus ojos pasaron por diferentes facetas hasta alcanzar un rojo carmesí, una transformación que revelaba la verdadera naturaleza del monstruo que llevaba dentro. Aquel monstruo que hizo que la mujer que lo gestó haya preferido dejarlo abandonado a su suerte.

– Cristian – el doctor Kim lo llamo reiteradas veces, necesitaba la confirmación para acceder a abrirlo – Recuerda su nombre, recuerda por quien lo está haciendo.

Cristian luchaba por mantener el control, aferrándose a los recuerdos de Sonny.

En medio del dolor y la desesperación, la imagen de Sonny con su sonrisa dulce y su presencia reconfortante le daba la fuerza necesaria para soportar el tormento. Sabía que esta transformación era un sacrificio que debía hacer para encontrar una cura para su amigo, a quien amaba profundamente.

El Enigma, con sus manos, apretó fuertemente la mesa donde permanecía encadenado.
Una señal directa para que los demás hicieran su trabajó.

El equipo de profesionales trabajaba con precisión y rapidez, conscientes del riesgo que corrían. Mientras tanto, la mente del argentino divagaba entre el pasado y el presente, los momentos felices que vivió junto a Heung-Min se tornaron oscuros y tristes.

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