Capítulo 3

15 5 3
                                    


3

Kass

¿Qué era mejor que pasar el rato en la banca del patio de la facultad mientras me deleitaba con algo de música?

Exacto.

No había mucho que superara la tranquilidad que me brindaba estar en una de las pocas áreas verdes del campus; siempre y cuando fuera acompañado de brisa húmeda y nubes tormentosas que amenazaban con empapar mi diversión. El olor a césped recién cortado y a aire lluvioso era muy reconfortante. Por otro lado, en mis audífonos, me acompañaba una peculiar voz... esa voz que desde que la escuché se había impregnado a mi mente como una puta sanguijuela.

En mi cabeza todavía no cuadraba completamente que el portador de esta hipnótica habla fuera Christian, el mismo chico superficial y ridículamente popular de la facultad de arquitectura.

Porque sí, cuando lo escuché hablar por primera vez quedé atónita y hasta un poco en shock, pero cantando era otro nivel malditamente superior.

Debo admitir que puede que tenga cierta debilidad por las personas con dones artísticos. Los músicos, los cantantes, bailarines o pintores me resultaban total y completamente fascinantes, pero esta vez era diferente y diferente raro, porque este chico ridículamente talentoso era también un engreído, narcisista y mujeriego de mierda. Cosas que para mí no podían ser más desagradables.

Luego de estar perdida en mis pensamientos mientras lo escuchaba cantar en mis audífonos como un puto disco rayado y yo siendo incapaz de poder presionar el botón de pausa, me di cuenta que ahí estaba él, al otro lado del patio, su característico cabello lizo castaño oscuro, ya bastante crecido que casi rozaba el inicio de sus anchos hombros, su elegantísima nariz y mandíbula afilada, que le regalaban un impecable perfil aristocrático. Sus labios carnosos de un tono rojizo, los cuales contrastaban con su perfecta piel naturalmente besada por el sol. Sus ojos almendrados, tan intensos y oscuros que si mirabas demasiado tiempo en ellos era probable perderse en sus profundidades con demasiada facilidad. Creo que este chico fácilmente superaba el metro ochenta y cinco, y todo su cuerpo era grande y pequeño, justo en los lugares correctos, musculatura tonificada y pectorales que se veían incluso en días en los que usaba ropa que para mí era grande para su cuerpo. Vamos, literalmente el sueño húmedo de la mayoría de personas que conocía.

Creo haberme detenido observando cada detalle por más tiempo del necesario. Tal vez notó que lo estaba observando porque sus ojos se encontraban clavados en mí cuando me percaté.

Nuestras miradas se conectaron mientras yo lo seguía escuchando cantar. Por alguna razón que desconocía, sentí cómo mi ritmo cardíaco empezaba a galopar salvajemente en mi pecho.

Al parecer, a mi mente se le hizo buena idea imaginar que él estaba justo a mi lado, cantándome al oído.

Se sintió tan malditamente real que incluso podía sentir su aliento caliente golpeando mi piel. Sus grandes y poderosas manos dejando un suave rastro de caricias por aquí y por allá. Tuve que tragar duro para poder salir de ese lugar donde, por lo visto, mi subconsciente estaba realmente muy a gusto. No obstante, mis ojos no vacilaron ni por medio segundo, no sería yo quien bajara la vista primero, era estúpido, pero igualmente no lo permitiría.

Ambos demasiado serios, no sé si solo era yo, pero sentía una tensión intensa en el aire. Aunque teníamos mínimo unos diez metros separándonos, esos ojos color moca estaban más que viéndome, sentía como si esa mirada cazadora quisiera desvestir cada centímetro de piel cubierta que tenía mi cuerpo.

Podía incluso sentir cómo toda mi complexión ardía bajo aquellos iris, pero a este punto era incapaz de apartar la vista. De alguna manera me gustaba esta candente sensación que le provocaba a mi sistema.

Por suerte para no sé quién y antes de que no pudiera responder por mis actos de impulsividad, se aproximó un chico rubio muy conocido.

—Kass, Kass, ¡Kass!

Por los gritos del chico frente a mí, me vi obligada a desviar la mirada y redirigirla hacia él.

—¿Estás escuchándome?

—Sí, perdón, estoy un poco distraída últimamente.

—Se nota ¿Qué tanto veías?

—Nada importante.

—Mmh, sí, ya—añadió incrédulo.

—Oye, tengo un par de preguntas.

—¿Sobre?

—Nada en especial. Solo quiero saber, ¿desde cuándo conoces a Christian?

—¿Christian? ¿En serio quieres saber de él?

—Mmh, no lo sé, solamente mencionaste que lo conociste hace algún tiempo, pero no dijiste mucho más, solo me dio un poco de curiosidad.

El escepticismo bañó todo su rostro, pero no me cuestionó de más, en cambio, respondió a mis dudas—Bueno, si tú lo dices. A ver, conocí a Chris hace mucho, cuando estábamos en la preparatoria. En ese entonces era mucho menos carismático de lo que aparenta ser ahora y mucho más delgado, era muy callado, no socializaba demasiado solo si era necesario e imprescindible. Siempre tuvo chicas tras suyo, pero no fue hasta finales del último curso que empezó a responder un poco a toda esa atención que recibía. Nunca habló de su familia, ni tenía amigos cercanos en la escuela. No fue sobresaliente en nada más que los deportes, pero al menos pasaba sus materias sin problema—Nave hizo una pausa—; no sé qué es exactamente lo que quieres saber de él.

—Por ahora eso es suficiente.

Naveen ya un poco confundido, interrogó—¿Estás planeando algo que no sepa?

—No, para nada. Como dije, solo era curiosidad.

—Bueno, okay—mi mirada se volvió a perder sin darme cuenta, no tenía nada de información útil para saciar mi curiosidad, pero podría vivir con ello por ahora, antes de darme cuenta el chico a mi lado había cambiado el tema—. Oye, deberíamos irnos a clase, llegaremos tarde.

—Oh mierda, cierto. Nos vemos luego, rubia.

—¡Que no me llames así!

—Lo que tú digas, rubia—le dediqué una pequeña sonrisa divertida y me fui corriendo a mi clase antes de llegar tarde.

La Melodía de tu VozDonde viven las historias. Descúbrelo ahora