Capítulo 6. LA ESPOSA DE LUCAS KONTOS

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«Larga vida a mis enemigos, para que puedan ver mi gloria».

Andreas observa al hombre sentado frente a él en la lustrosa mesa

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Andreas observa al hombre sentado frente a él en la lustrosa mesa. Esos ojos, tan fríos como los de un animal rapaz, están fijos en su rostro. Tiene un rictus firme en los labios que lo hace parecer despiadado. No hay rastro de tensión ni en sus muñecas ni en los dedos mientras baraja un manojo de cartas. Una vez que termina, se acomoda en la silla, coge el puro y le sonríe.

—Cuando quieras.

Andreas hace el corte y se concentra en la jugada. Arroja una ficha a la mesa.

—Voy. —Le da la vuelta a su pareja de ases y espera—. Cuando quieras.

Stavros Livanos ríe entre dientes e imita su movimiento. Un trío.

—Joder —expulsa frustrado.

—Hacía mucho que no nos veíamos, Markides —dice Stavros dando una calada a su tabaco cubano—. Ya echaba de menos tu carencia de sentido del humor. Y lo mal que juegas al póquer, claro.

Todo está decorado con intensos rojos y pinceladas de tonos tierra. La elaborada mesa de póquer, cubierta de fichas, forma parte de los inusuales aposentos del rival más poderoso de la naviera Kontos. El mueble bar es igual de impresionante. En una sola estantería hay vodka de varios sabores, botellas de ron y toda clase de licores que se le pudiera antojar a cualquier invitado.

Es un apasionado coleccionista de arte, así que, carísimas pinturas y cuadros adornan las paredes. Esa es una de sus aficiones y su única debilidad.

Stavros es un hombre que adora la vida lujosa y se rodea de todo aquello que le reporta placer sin pedir disculpas por ello. Y no se molesta en disimularlo.

—¿Deseas otro trago? —ofrece.

—¿Estás intentando emborracharme para que firme el acuerdo con tu naviera?

Stavros niega con su oscura cabeza, al tiempo que golpea suavemente el puro para librarse de la ceniza. Su piel trigueña llena de tatuajes, sus brazos musculosos, su pecho amplio y duro y, sus penetrantes y mordaces ojos azules, lo hacen parecer un gánster intimidante.

Andreas sabe que juzgarlo por su físico es una equivocación. Ese hombre ha amasado el doble de la fortuna que heredó de su familia durante el tiempo que ha estado a cargo de los negocios familiares; posee un agudo y sarcástico sentido del humor y tiene un cerebro capaz de desafiar al empresario más brillante.

—Sabes bien que la única firma que me interesa en ese acuerdo es la de Lucas Kontos —señala con mirada desafiante.

—Lucas está en coma, por eso estoy aquí. Debe haber alguna forma de ponernos de acuerdo tú y yo, ahora yo estoy a cargo de la naviera y...

—No —repite con tono imperativo sin perder su pose de jugador profesional—. Tú no puedes darme lo que Lucas prometió.

—Lucas no te prometió nada —alega Andreas con firmeza—. Tú propusiste algo, él lo tomó en consideración, eso es todo.

Stavros toma una nueva bocanada de su tabaco y expulsa el humo sin quitarle los ojos de encima a Andreas.

—Escuché que está casado —indaga entrecerrando un poco la mirada.

—Eso parece —Andreas no muestra señal alguna de incomodidad que le produce ese tema.

—¿Parece? —pregunta desconfiado—. ¿Acaso no lo está?

—Lo sabremos cuando despierte.

Stavros lanza una estruendosa carcajada, pero sus ojos no se muestran nada divertidos.

—Más le vale a Kontos que no sea así —su voz aparenta tranquilidad, pero lleva una evidente advertencia—. De mi hermana nadie se burla, quiero que lo tengas muy claro, Markides.

—Y a Lucas Kontos nadie lo amenaza, quiero que lo tengas muy claro, Livanos.

La risa de Stavros disminuye un poco, pero vuelve a ensancharla.

—Eres un excelente perro guardián.

—Soy más que eso y lo sabes muy bien —se levanta de la silla—. Como es evidente que hoy tampoco nos pondremos de acuerdo, me retiro.

Se despide con un gesto seco y sale de la sala. Stavros saca su teléfono celular del bolsillo de su saco y marca un número.

—Entonces, ¿está casado? —pregunta una vez, le contestan del otro lado de la línea.

—Todo parece indicar que sí.

—¿Qué has averiguado de ella?

—Te envié la información a tu correo, revisa la bandeja, ahí está todo.

Stavros se levanta y camina hasta donde está su laptop, abre el mensaje y poco a poco va abriendo las fotos que muestran a Noelia.

—¡Vaya, qué sorpresa! —exclama Stavros con genuina admiración—. Qué bien tenía escondida a la señora Kontos —detalla el rostro delicado, las suaves facciones, los labios pequeños y en forma de corazón, las formas de su cuerpo—. Es realmente hermosa —murmura impresionado.

Pasa el dedo delineando la figura de Noelia y amplía la imagen para ver mejor su rostro.

—¿Es todo lo que tienes de ella? —pregunta intrigado a la persona que sigue en línea.

—Hasta el momento, sin embargo, seguiré investigando y todo lo que sepa te lo haré llegar.

—Bien —dice y cierra la llamada.

«Así que tú eres la esposa de Lucas Kontos», su voz se torna un poco ronca y profunda. «Tu esposo propuso compartir propiedades», sonríe con cinismo, «Así que voy a tomar muy en serio su propuesta». «Es hora de que nos conozcamos, Noelia Kontos».


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Un anhelo del corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora