VI. UN INSTANTE

180 28 1
                                    


DÍA 6
FLUFF, TIME TRAVEL (XMCU)

—Podríamos invitar a Jean y a Scott con nosotros a la casa de verano este año. Creo que merecen un descanso después de esta misión. Logan también, en realidad, pero imagino que tener a Scott y a Logan en la misma casa... Erik, ¿estás escuchándome?

Magneto estaba mirando fijamente su plato de comida. Sus manos se habían quedado congeladas alrededor de sus cubiertos, prensadas a ellos como si necesitase un hilo conductor hacia la realidad. La luz de las velas alumbraba su rostro, creando sombras intensas; sus facciones lo hacían ver catatónico, sin ninguna expresión en lo absoluto. Lucía ligeramente pálido, tembloroso; parecía tan lejano y perdido en su propia mente que cualquiera podría haber dado por sentado que se trataba de un hombre que nunca había regresado de la luna.

Charles carraspeó e intentó entrar en su cabeza. Como si de pronto tres toneladas de ladrillos hubiesen caído del cielo, la mente de Erik estaba bloqueada, absolutamente inalcanzable. Esto preocupó el telépata, quien se inclinó sobre la mesa sin especular nada todavía; podría tratarse de un enemigo jugándoles una mala pasada, algo peor, más mundano quizás, como un problema de salud —ya eran viejos; era posible—.

—¿Erik, cariño?

Nada. Las comisuras caídas de Magneto permanecieron congeladas en su lugar. Las arrugas a los lados de su nariz no se movieron ni por un milímetro. Estaba respirando, Charles lo dedujo al contemplar atentamente sus fosas nasales ensancharse y volver a encogerse. Había señales de vida. Pero no movimiento. De un momento a otro, Erik comenzó a sudar. Su rostro brilló, grandes gotas de sudor salado corriendo desde su cabeza hasta sus mejillas, hasta su barbilla. En su cuello, en sus manos ahora rojas de sujetar los cubiertos con tanta fuerza.

—Erik.

Nada.

—¡Erik! —exclamó Charles, moviendo su silla para rodear la mesa.

Llegó justo a tiempo al costado de su esposo, pues apenas lo hizo, Erik se derrumbó como una marioneta sin guía en dirección al suelo. Charles congeló a todos a su alrededor para evitar los ojos curiosos. Se apresuró y alcanzó a sujetar a Magneto entre sus brazos antes de que este pudiese desplomarse completamente.

Lo primero que el profesor hizo fue revisar su pulso. Estaba bien; no faltó ningún latido y su corazón no estaba acelerado. Tomó entonces la servilleta de tela del regazo de su esposo y con esta secó todo el sudor que pudo. Erik estaba temblando, mas no tenía fiebre, tampoco se sentía frío; su temperatura era normal.

Charles insistió de nuevo, trató de forzar su entrada a la mente del otro mutante. Nada. Como si se hubiese desvanecido con el viento. Nada, nada. ¿A dónde podría haberse ido? Era imposible, pero en sus brazos se encontraba el cuerpo absurdamente inconsciente de su esposo.

—Erik, por favor. ¡Magnus!

Lo sacudió. Magneto aún tenía los ojos abiertos, ahora más amplios. De sus manos habían caído los cubiertos y habían resbalado hasta el suelo con un estruendo metálico. Charles empezó a entrar en pánico esta vez, preguntándose si debía llamar a sus X-men, a una ambulancia o...

«¡Charles!». El profesor escuchó el clamor abrupto de aquella voz ocupando cada rincón de su cabeza.

Volvió a sacudir a Erik. En esta ocasión, su esposo jadeó con susto, sus ojos ampliándose y sus manos aferrándose a las muñecas de Charles desesperadamente. Xavier lo sostuvo, trató de calmarlo al sujetar el rostro del otro entre sus manos, obligándole a mantener el contacto visual. Mirando fijamente los ojos de un azul vivo del profesor, Magneto lentamente encontró su camino. Su cabeza aún era inaccesible, sin embargo, Charles sintió que la barrera iba difuminándose con el pasar de los segundos.

UNA SEMANA [CHERIK]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora