IV. VOYEUR

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DÍA 4
KINKS (616)

Es una tarde de aquellas, donde la mansión está más silenciosa que de costumbre, donde los estudiantes se asoman de puerta en puerta con curiosidad y se comportan mejor que cualquier otro día, por miedo; por temor a atravesarse en el camino de Magneto sin saberlo.

Para el público, el profesor y su viejo amigo son opuestos. Ni siquiera ha pasado tanto desde la última vez que las noticias transmitían la última batalla del momento entre el Amo del Magnetismo y los X-men. Pero esta tarde, Erik Lehnsherr desciende del cielo frente a la puerta del jardín y cuando Charles estrecha su mano, están en paz. La enemistad se esfuma y ambos pasan una hora en el estudio del profesor, charlando sobre la vida mientras los niños de la mansión cuchichean sobre lo que posiblemente pasa ahí dentro.

La verdad es que no hay mucho. Los dos se sientan frente a una mesa por un rato, beben un poco de whisky añejo y se ponen al tanto sobre sus respectivas vidas privadas. Charles habla de la escuela, de haber cenado con Gabrielle, su ex esposa, hace unos días. Magneto se encoge de hombros cuando su amigo le pregunta si hay alguien en su vida, algún nuevo interés romántico. Charles no tiene que leer la mente de Erik para saber que este no está diciendo toda la verdad, mas tampoco le ha mentido.

Cuando Magneto sugiere una partida de ajedrez, el profesor niega con la cabeza y dice tener una mejor idea. Ciegamente, Erik lo sigue. Ambos terminan en el garage de la mansión, frente al viejo auto clásico de Charles: casi intacto desde la última vez que Erik lo vio, cuando eran jóvenes y se pensaban capaces de comerse al mundo. Erik le arrebata las llaves y salta dentro, asignándose el rol del conductor. Se burla de Charles por su lentitud mientras su amigo empuja su silla de ruedas hacia el lado del copiloto. Es una broma de la cual el profesor se ríe; sin embargo, después de sentarse, Erik hace levitar la silla al asiento trasero, caballeroso como siempre lo es.

Así, se marchan a la ciudad, camino hacia el bar que solían frecuentar décadas atrás. Charles tiene que obligar a un oficial a dejarlos ir cuando este intenta detenerlos debido al exceso de velocidad de Magneto. Ambos ríen a carcajadas por un rato.




—Estás actuando diferente esta noche, Charles.

El telépata aparta la mirada de su tarro de cerveza.

—Lo estás imaginando.

—No lo creo. —Erik dice, poco convencido—. Hay algo extraño contigo. Lo noté desde que llegué. ¿Qué es?

Tras un trago, Charles suspira y niega con su cabeza. Es de esperarse que Magneto lo lea como un libro abierto, pero no le agrada la idea de ser tan transparente a ojos de su amigo; tan alcanzable y maleable.

—Puedo sentir que estás ocultándome algo, Magnus —admite, poniendo sus manos sobre la mesa—. No me gusta. No necesito entrar a tu mente para saber que las barreras están ahí, porque son tan fuertes que... Es como si estuvieses tratando de contener mi telepatía dentro de mi propia cabeza.

—Tal vez.

—¿Por qué estás tan asustado de que pueda verlo? Sea lo que sea que estés escondiendo.

—No estoy asustado.

—Esto es temor. —Charles reafirma—. Pánico, incluso. ¿Qué te tiene tan inquieto, Erik?

El hombre baja la mirada en señal de derrota. Un par de cabellos platinados caen por su frente, ocultando la pesadumbre en sus ojos. Sus hombros se tensan, su rostro se oscurece cuando la luz no da directo en sus facciones. Sus manos, grandes y callosas, juguetean con su propio tarro de cerveza nerviosamente.

—Conocí a alguien —confiesa, en un tono que Charles sobreentiende. Esta historia no es buena—: Nos enamoramos, pero estuvimos juntos a espaldas de su esposo.

UNA SEMANA [CHERIK]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora