07. La Confusión de Romeo

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A pesar de todo estaba muy feliz

La habían contratado, aunque debía regresar durante los últimos días de la semana para una pequeña capacitación que suponía sólo se trataría de mostrarle el hospital, establecer horarios y cosas así.

Pero estaba tan ansiosa que incluso comenzó a buscar algún lugar económico en el que pudiera vivir mientras recibía su primer salario.

Era demasiado lejos como para ir y venir desde Manhattan, además de que ese empleo le ayudaría a tener la suficiente distancia con Terry.

Y no es que no quisiera volver a verlo, sino que cada vez le resultaba más y más difícil el estar a su lado. Era complicado. Era consciente de que ambos habían empezado y aceptado esa extraña rutina que comenzaba a resultar agobiante y confusa.

A veces la miraba y le decía cosas de una forma que la hacían dudar. Pero la verdad volvía a salir a flote, en su corazón era consciente de que él era un gran actor y suponía que una mentira como aquella no requería de mucho esfuerzo, sobre todo porque la añoranza era la pieza clave de su convivencia.

Tal vez él también reaccionaba a la idea de que ambos ganaban. Ella tenía un techo sobre su cabeza, comida sobre la mesa y las caricias del hombre al que amaba; él obtenía una casa limpia, comida en la mesa y una mujer exclusiva en la cama.

¿Era así como él lo veía?

A cambió, él solo tenía que fingir que la quería, aunque no aclarara el cómo.

Pero ella...

¿Qué era eso que ella estaba dando a cambio?

¿Su dignidad?

A veces creía que ya ni siquiera contaba con eso.

Y era justo por ello que estaba creyendo necesitar toda esa distancia, porque aunque quedaran como amigos nada aseguraba que ella pudiera superar todo aquello y verlo de esa manera.

Necesitaba poner toda la distancia que pudiera y así hacer más escasos los momentos de convivencia.

Con calma, pensando en la dirección que podría tomar, pero cansada de tanto caminar, se detuvo un momento.

Esa parecía ser una calle concurrida, aunque pronto notó que la mayoría de personas que veía eran mujeres, entre estas algunas enfermeras y, prestando un poco de más atención, pudo deducir que el edificio frente a ella era un dormitorio para mujeres.

¿Esa era una coincidencia?

Sonrió; porque con un poco de suerte encontraría un espacio libre y no estaría muy lejos del hospital.

•••

Estaba aburrido, no podía negarlo aunque ya era tarde y Candy aún no volvía. Eso comenzaba a preocuparle.

Acostado en el sofá, sin nada mejor que hacer, que observar el techo, no lograba evitar pensar en su vida personal.

Le alegraba estar divorciado, pero al tener a Candy ahí, aunque la rutina era diferente a la que llevo con Susana, no lograba evitar esa sensación de seguir atado a alguien.

Sin embargo; dentro de todas aquellas diferencias, le sorprendía todo lo que experimentaba con la enfermera.

Nunca antes había pensado en ir al cine porque le parecía, hasta cierto punto, desagradable y poco refinado; pero él mismo había sugerido esa actividad y sí, tan pronto lo mencionó, se encontró a sí mismo pensando que era una idea agradable.

Tenía ganas de salir a pasear, de aprovechar algunos días para acompañarla y hacer las compras juntos; quería seguir escuchándola, quería saber lo que hacía mientras él trabajaba, comenzaba a anhelar el momento de regresar a casa para así poder volver a estar juntos, para observar su reflejo en aquella mirada dulce y triste, quería hacer algo para quitarle un poco de esa tristeza que cargaba. Quería volver a sentir todo eso que le hacía sentir cuando estaban juntos, todo eso que no podía explicar ni entender.

Ni Romeo, Ni JulietaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora