08. La Soledad de Julieta

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—Llegué a creer que Terry nunca se iría. Llevo esperando casi media hora —se quejó tan pronto la rubia abrió la puerta.

—Lo siento, Caitlyn —la dejó entrar—. No pude presionarlo. Hubiera sospechado.

—¿De ti? No estoy tan segura de eso —se instaló en el sofá y encendió un cigarrillo—. ¿De qué querías hablar? Y espero que sea rápido, porque me estoy perdiendo un ensayo muy importante por venir contigo.

—Gracias y disculpa las molestias.

—Anda rubia; te escucho.

Candy no estaba segura de como comenzar, ya ni siquiera estaba segura de la razón por la quería hablar con ella.

—¿Te hizo algo? ¿Ha sido grosero contigo o es por lo que salió ayer en los diarios?

—Ni siquiera tuve el valor de comprarlo. Pero él me dijo que todo era un malentendido.

—Y por supuesto; le creíste.

—Eso no importa.

—¿No? —esa respuesta le intrigó—. ¿Por qué?

—Creo que ambas sabemos que él no siente nada por mí —bajó la mirada.

—Comienzo a creer que no eres tan tonta. Aunque, el que sigas aquí no es buena señal.

—Supongo que a veces es normal ilusionarse y aferrarse a lo imposible.

—Creo que sí, a veces es inevitable. Pero no me pediste que viniera para decirme eso.

—No —se levantó para servir un par de tragos, aunque aún era temprano, lo necesitaba.

—Si lo que quieres es que te diga que esperes y que pronto caerá rendido a tus pies; te advierto que no soy la persona adecuada.

—Creo que es por eso que lo eres.

—Si estuviera en tus zapatos, me iría tan pronto como pudiera —comentó después de un breve silencio mientras bebían de sus tragos.

—¿Sí? —al escucharla, supo que eso era lo que quería escuchar.

—Busca a tu familia, estoy segura de que te apoyaran y comprenderán que cometiste un error. Muy estupido, pero fue un error —una vez más sintió lástima por la rubia.

—¿De verdad crees que no siente nada por mí? —preguntó solo para reafirmar las conclusiones a las que había llegado.

—Es claro que hay algo, tal vez es cariño, incluso lujuria. Es evidente que le atraes y, en realidad, nunca lo había visto desear tanto a alguien —sonrió con picardía—. Pero no creo que sea amor. Honestamente, desde ese día no hemos hablado de ti, así que no puedo opinar mucho al respecto. Bueno, sólo me pidió que fuera discreta y no dijera nada. Comprendí el mensaje, sé que se refería a lo de esa noche y también a que te estás quedando con él. Lo cuál era innecesario, por supuesto, sé qué hay cosas que se dicen y otras que no.

El silencio se alargó mientras la enfermera meditaba un poco en lo que acababa de escuchar.

—Perdona si soy indiscreta, solo quiero confirmar.

—¿Qué?

—¿Ustedes siguen haciendo eso?

—¿Qué? —no entendió.

—¡Sexo! —pusó los ojos en blanco sin poder creer lo inocente o tonta que era esa rubia.

—Eso... —exhaló—. Sí. Supongo que no se le puede llamar de otra forma.

—Confirmado. Eres más tonta de lo que pareces. ¿Al menos sabes si usa protección o esperas atraparlo quedando embarazada?

—La usa. Y créeme, en mi situación. Lo último que quiero es tener un hijo suyo —una duda llegó a su mente—. ¿Sabes si tiene algún hijo?

Ni Romeo, Ni JulietaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora