12. Romeo Tras la Máscara

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Terry volvió a Manhattan estando feliz con lo que había logrado.

Sí; al principio la situación no marchó bien, era algo que había esperado; pero estaba seguro de haber tenido suerte de que todo concluyera bien, eso lo alegraba.

Sin embargo; sabía que aún tenían que aclarar algunos detalles.

Quería quedarse más tiempo, salir con ella, invitarla a cenar y conocer la ciudad; esperaba poder volver durante la semana para realizar todo eso, si es que sus asuntos marchaban bien y claro, también debía terminar de empacar algunas cosas que aún tenía en la casa que ya estaba a la venta.

Pero, entre el cansancio y el papeleo que estaba organizando, le resultó imposible y solo pudo volver para cumplir con la cita que habían acordado. Aunque se sintió tranquilo gracias a la rápida llamada que ella hizo el miércoles, solo para preguntar cómo estaba y para desearle una linda noche.

•••

El viernes, al salir del hospital, se sorprendió al darse cuenta de que ya la estaba esperando, cerca de la entrada, aunque había dejado el auto en otra zona donde no estorbara.

—Tardaste mucho en salir —sonrió al verla.

—No tengo la culpa de que hayas llegado antes.

Aceptó un suave beso en los labios y otro en su mano, aunque este último le causó un poco de gracia; luego caminó a su lado, dejando que la sostuviera de la mano, sin importarle quien los viera, sintiendo que era el gesto más lindo que había tenido con ella.

—¿Me dirás a dónde me llevas? —preguntó cuando estuvieron en el auto.

—Intenta adivinar —encendió el auto.

—No tengo ganas de adivinar —estaba jugando con él.

—Entonces no preguntes —comenzó a manejar.

—Solo dime; ¿Iremos hoy?

—Mañana pasearemos, el domingo te traeré de regreso, pero hoy solo volveremos a Manhattan.

—De acuerdo —accedió.

Candy disfrutó del viaje, aunque sentía algo parecido a cuando salía de paseo con Ferdinand durante los primeros días de su noviazgo.

No estaba segura de porque pensaba en ello, pero eso la instó a voltear hacia su mano y girar el anillo de compromiso sobre su dedo, sin quitarselo, sin percatarse de que al hacerlo, Terry se dió cuenta de que lo llevaba puesto.

—¿Te gustaría que paremos para comer algo? —pensó en esa frase intentando distraerla.

—Ya que lo mencionas; sí, me gustaría. No he comido nada desde el almuerzo —con calma se acomodo, volteando a verlo, aceptando la conversación ligera que él ofreció.

Aún era temprano cuando llegaron a Manhattan, comenzaban a sentirse ansiosos por llegar al departamento, aunque era por distintas razones; él esperaba poder acariciarla con mayor soltura, ella quería descansar tanto del viaje como del trabajo; aunque terminó aceptando sus caricias, solo para que la dejara dormir. Aunque gracias a eso pudo confirmar que lo de la semana pasada solo había sido un olvido; pero al terminar se encontró pensando que las sensaciones habían sido diferentes.

El siguiente día fue tranquilo.

El lugar al que Terry la llevó fue, tal como había imaginado, al Empire State. Subieron al mirador y observaron a Manhattan desde las alturas, incluso almorzaron en el restaurante del mirador y terminaron el paseo yendo a Central Park por la tarde, pasando un momento agradable, sentados en el césped, bajo la sombra de los árboles, luciendo como cualquier otra pareja.

Ni Romeo, Ni JulietaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora