10. La Búsqueda de Romeo

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Terry estaba cansado y desesperado después de casi tres semanas buscándola sin éxito y sin conseguir una sola pista. Aún no perdía la esperanza, pero comenzaba a sentir la presión de sus circunstancias sobre él.

Estaba desempleado y gracias a eso solo contaba con el dinero de los bonos y el finiquito que recibió después de renunciar a la compañía Stratford. Gastaba la menor cantidad de dinero que le era posible y seguía aplazando aquel viaje para conocer el negocio en que estaba interesado y al que debió haber ido unos días después de que la temporada terminara. Por supuesto, su segunda opción era renovar el contrato con la compañía teatral cuando se anunciara el nuevo proyecto; pero no quería, sabía todo lo que implicaría y, en parte, ya no quería volver a verse en la necesidad de seguir saliendo con mujeres para publicitar el espectáculo, aunque siempre podría buscar empleo en una compañía diferente.

Al menos Caitlyn, a pesar de que cada vez que lo veía no perdía la oportunidad de decirle que era un idiota, un estúpido, un tonto y mucho más, por seguir aferrándose a la idea de que no estaba enamorado de la rubia y sobre todo, por haberla inducido a que se fuera para luego lamentarse porque lo había abandonado; lo mantenía informado al respecto, además de ayudarle esporádicamente con la búsqueda de la enfermera.

Tenía que hacer algo, pero no se le ocurría nada, más que la posibilidad de contratar a un investigador privado, aunque eso implicaba gastar más dinero del que podía permitirse sin afectar su negocio.

Pero estaba dispuesto a hacerlo, estaba dispuesto a todo, a pesar de que a veces no lograba evitar el pensamiento de que esa rubia solo había vuelto a su vida para dejarle más problemas de los que ya tenía.

Pero eso ya no le importaba tanto.

Pensando en ello, consciente de que de todas formas iba a hacerlo, puso la casa en venta antes de lo planeado.

Sabía que venderla requeriría tiempo, pero lo tenía; sus ahorros, esos mismos que pensaba invertir, se lo permitían. Pero sobre todo, también podía vender su auto, como última opción.

Sin embargo; durante una mañana, antes de salir para consultar a algunos detectives, recibió una carta proveniente de Chicago, una carta dirigida a ella; una carta que abrió y leyó después de meditarlo, comprendiendo que, quizá ni siquiera Albert sabía su paradero, pero esperando una pista.

Pequeña Enfermera de la Colina:

¡Tranquila!

No es necesario que te limpies los ojos.

No estás viendo visiones.

¿Acaso creíste que no respondería?

La verdad es que me alegra mucho que hayas escrito. De hecho, tienes razón en todo; me sorprendí tanto como me alegré al tener noticias tuyas.

Estaba muy preocupado y arrepentido de aquella última noche en que nos vimos, y sin duda, yo también te debo una disculpa.

No quería que sufrieras tanto, solo trataba de protegerte del dolor y lamento mucho no haberte comprendido y haber permitido que estuvieras sola durante el difícil proceso por el cual pasaste.

Siendo honesto, sí. Hace un par de semanas lo imaginé al leer el periódico y encontrar una noticia sobre él y otra mujer.

Pero me alegra saber que al menos te haya apoyado y que ya tengas un empleo nuevo.

Sin embargo; siéntete libre de volver a Chicago cuando quieras, hoy mismo sería lo ideal para mí y para todos.

Tu hogar te espera, tu alcoba sigue igual, tu familia te extraña y tu hermano, yo, me siento vació sin mi pequeña y traviesa hermana a la cual cuidar. Todos aquí te extrañamos y esperamos que vuelvas pronto.

Ni Romeo, Ni JulietaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora