1. LA OBSESIÓN

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Nueva York siempre ha sido una ciudad llena de vida y magia oculta entre sus calles bulliciosas.

En un pequeño apartamento del East Village, Peaches, una famosa costurera, se encontraba concentrada en su trabajo.

Sin embargo, hoy no era un día como cualquier otro.

Hoy, Peaches había decidido dar el siguiente paso en su obsesión con el alcalde Max Starling.

Peaches era una joven con una habilidad única para la costura, creando vestidos que parecían tener vida propia.

Pero su verdadero talento residía en la alquimia.

Sus habilidades para crear pociones eran legendarias entre aquellos que conocían el mundo mágico oculto en la gran ciudad, siempre innovando y buscando nuevas recetas.

A pesar de su independencia y fortaleza, había una parte de ella que no podía dejar de pensar en Max.

Max Starling, el carismático y controvertido alcalde de Nueva York, de 31 años, era conocido por su encanto irresistible y su polémica gestión política.

Para Peaches, él era todo lo que deseaba, y su obsesión con él había crecido hasta convertirse en algo enfermizo.

El pequeño altar en el rincón de su sala era testimonio de esa obsesión.

Fotos de Max, recortes de periódicos, dibujos hechos a mano y cuadros adornaban el espacio, formando un santuario dedicado a su amor no correspondido.

Cada objeto en el altar estaba cuidadosamente seleccionado y dispuesto, mostrando el nivel de devoción que Peaches tenía por él.

__

Sentada en su mesa de trabajo, Peaches mezclaba ingredientes en un caldero de bronce.

La luz de las velas parpadeaba, proyectando sombras en las paredes.

"Hoy será el día" murmuró para sí misma, con una mezcla de emoción y nerviosismo en su voz.

Estaba creando su primera poción de amor, una fórmula que había encontrado en un antiguo recetario y que prometía conquistar el corazón de cualquier hombre.

Mientras agregaba pétalos de rosa, lágrimas de sirena y una gota de su propia sangre al caldero, su mente vagaba a los momentos que la habían llevado hasta aquí.

Recordó la primera vez que vio a Max en un mitin, su figura era imponente y su voz firme.

Desde ese momento, no había podido sacárselo de la cabeza.

Día tras día, lo seguía, lo espiaba utilizando su agilidad era atlética para moverse sin ser vista.

Sabía cada detalle de su rutina, sus gustos y hasta sus manías.

—Peaches, ¿qué estás haciendo? —preguntó su amiga y vecina, Lila, quien había entrado sin avisar y observaba con curiosidad desde la puerta.

—Oh, Lila, no sabía que vendrías hoy —respondió Peaches, intentando ocultar la botella que tenía en sus manos—. Solo estoy... trabajando en algo especial.

Lila arqueó una ceja y se acercó, notando el altar dedicado a Max. Suspiró y cruzó los brazos.

—¿Otra vez con tu obsesión por Max Starling? Peaches, sabes que esto no es saludable.

Peaches bajó la mirada, sintiendo una punzada de culpa, pero también una determinación renovada.

—No entiendes, Lila. Esta poción es diferente. Con esto, él finalmente me verá, me amará como yo lo amo.

Lila negó con la cabeza, preocupada.

—Estás jugando con fuego, Peaches. Las pociones de amor nunca terminan bien. Además, ¿realmente quieres que te ame por una poción y no por quien eres?

Peaches apretó los labios, sin saber qué responder.

Lila tenía razón, pero el deseo de tener a Max era más fuerte que su sentido común.

—Debo intentarlo, Lila. Solo una vez. Si no funciona, lo dejaré ir.

Lila suspiró de nuevo, dándose cuenta de que no podría disuadir a su amiga.

—Solo prométeme que tendrás cuidado. Y si necesitas ayuda, estaré aquí.

—Lo prometo —dijo Peaches con una sonrisa agradecida.

A medida que la poción comenzaba a burbujear, Peaches sintió una oleada de determinación.

Vertió la mezcla de color rosado e iridiscente en una pequeña botella de cristal con cuidado.

—Por fin serás mío, Max —susurró, sosteniendo la botella como si fuera un tesoro.

El reloj marcaba la medianoche cuando Peaches terminó su trabajo.

Con la poción de amor lista, ahora solo faltaba encontrar la manera de dársela a Max.

Sus ojos brillaban con una mezcla de locura y esperanza mientras imaginaba el momento en que Max la miraría con amor.

Para Peaches, el amor verdadero estaba a solo una poción de distancia.

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Esa noche, después de que Lila se fuera, Peaches no pudo dormir.

Se quedó despierta, mirando fijamente la botella en su mano.

La luz de la luna se filtraba a través de las cortinas, iluminando su rostro decidido.

THE BOY IS MINE - Ariana Grande x Pen BadgleyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora