7. MAX STARLING

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Después de dejar a Max, Peaches regresó a su modesto apartamento que servía como su estudio de costurera y alquimista en el mundo mágico secreto.

Era un espacio pequeño pero acogedor, lleno de telas de colores brillantes, estantes repletos de frascos con ingredientes mágicos y herramientas de costura que mostraban el oficio de Peaches.

El apartamento estaba ubicado en el último piso de un edificio antiguo en el corazón de la ciudad.

Las paredes estaban decoradas con telas encantadas que cambiaban de color según el estado de ánimo de Peaches, mientras que el suelo estaba cubierto con una alfombra mágica que se ajustaba a sus pies cansados al final de cada día.

En el modesto apartamento de Peaches, un rincón estaba dedicado a Max: un pequeño altar que ahora llenaba con fotos de él sonriendo, recortes de periódicos de sus hazañas juntos y notas llenas de sentimientos.

Para Peaches, Max era más que un aliado; era la personificación de la esperanza y la determinación en medio de la adversidad; era todo lo que le atraía y todo lo que necesitaba.

Mientras organizaba los detalles descubiertos esa noche, Peaches no podía evitar mirar hacia el altar.

Cada elemento recordaba momentos compartidos y desafíos que estaban superando juntos.

En este corto tiempo, Max la había estado llenando de regalos, flores, peluches, cartas y Peaches atesoraba con una ilusión genuina cada objeto y recuerdo.

Arrodillada frente al altar, contempló una foto donde Max sonreía.

Para Peaches, él representaba tanto el camino hacia la salvación de la ciudad en peligro como un vínculo emocional profundo que crecía con cada desafío enfrentado.

Frente a un espejo encantado, Peaches se quitó la máscara de gato con cuidado, revelando un rostro sereno pero decidido.

Sus ojos dorados brillaban con una intensidad que reflejaba su dualidad: parte humana, parte felina.

Mientras reflexionaba sobre los eventos de esa noche, sus pensamientos siempre regresaban a Max.

Finalmente, se puso de pie y caminó hacia la ventana del estudio.

Las luces de la ciudad destellaban en la distancia, recordándole la amenaza que se cernía sobre todos.

Con Max a su lado y la certeza de su conexión, Peaches estaba lista para enfrentar cualquier obstáculo para proteger a quienes amaba y el mundo que significaba todo para ella.

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Peaches se encontraba en su pequeño apartamento-estudio, absorta en la tarea de crear una nueva poción que podría ser la clave para ayudar a la ciudad a enfrentar la creciente amenaza de los gatos hambrientos.

La noche era tranquila, iluminada solo por la luz tenue de las velas y las estrellas que se reflejaban en las ventanas.

La mesa de trabajo estaba llena de frascos con ingredientes mágicos, manuales de alquimia abiertos y hojas de pergamino cubiertas de fórmulas garabateadas.

Desde la última reunión con Max, Peaches había estado trabajando incansablemente en encontrar una solución.

A pesar de sus habilidades mejoradas como medio gato, la creación de la poción seguía siendo un desafío.

Movió con cuidado el mortero y el pestillo, mezclando ingredientes con precisión mientras su mente trabajaba en estrategias para detener a los conspiradores.

El sonido de un leve golpeteo en la ventana la hizo sobresaltarse.

Peaches giró la cabeza, encontrándose con los ojos oscuros y penetrantes de Max a través del cristal.

Su corazón dio un salto mientras se apresuraba a abrir la ventana.

—¿Max? —susurró, sorprendida por su visita sorpresa.

Max sonrió, una sonrisa que iluminaba su rostro a la luz de la luna.

—No podía dejar de pensar en ti. Necesitaba verte. Te he seguido hasta aquí.

Peaches sintió una mezcla de emociones mientras lo observaba entrar en su estudio con esa seguridad característica que siempre la cautivaba.

Max cerró la ventana detrás de él y luego se volvió hacia Peaches, con una mirada intensa que la hizo temblar por dentro.

—Estoy aquí porque necesito saber más de ti, Peaches —dijo Max en voz baja, acercándose lentamente.

THE BOY IS MINE - Ariana Grande x Pen BadgleyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora