Pastillas para no soñar

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Joaquín Sabina
"Y si protesta el corazón
en la farmacia puedes preguntar.
¿Tienen pastillas para no soñar?"

Existe una brecha muy repentina
que nos regala el tiempo y el espacio.
La gente, sin rumbo, solo camina,
y el mundo pareciera ir más despacio.

En ese lapso de cinco minutos,
yo miro Twitter, leo un poemario;
escribo versos sin destinatarios,
y a veces, no hago nada en absoluto.

Absorto en nada, pienso ambigüedades,
pienso en teorías conspirativas:
¿son mentiras? ¿serán todas verdades?

Parece que solo fueran minutos,
pero son un escape, un gran respiro.
Eternidad sólida, en un suspiro.

Es un alivio casi terapéutico.
Tiempo de sobra, tiempo suficiente
para olvidarme que soy farmacéutico.

Mientras la relativa eternidad
dura menos de trescientos segundos,
regresa el ruido en toda la ciudad,
y vuelve a girar, baila todo el mundo.

Entra un señor arrugado, oliendo a ajos,
mientras escupe en el piso y me grita:
"Deme pastillas... para los gargajos".

"También una cianocobalamina,
unos dos sobres de amoxicilina,
cinco, no, mejor seis ketorolaco".

Como puedo, le sonrío y maldigo
el bendito juramento hipocrático,
y pienso, aún absorto, cabizbajo:
es hora de que yo vuelva al trabajo.

-Jorbin Pineda

Cicatrices del alma: Versos de amor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora