Perdónenme la sonrisa

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La tristeza y yo
alguna vez fuimos inseparables.
Me atrevería a decir
que hacíamos buena pareja.

Éramos el uno para el otro
nos acurrucábamos en las noches
y saboreábamos las lágrimas de la melancolía,
nos reíamos de nuestras desgracias
y por extraño que parezca,
eso nos hacía sentir vivos.

Así que, cuando la tristeza toca mi puerta,
la recibo con la cortesía de quien ya la conoce,
como a una vieja amiga.
Le ofrezco mi mano
para mostrarle mis respetos,
y nos damos el abrazo que corresponde.

Sin embargo, ella ya no cena en casa,
ni se queda a dormir por las noches;
Ahora se va de fiesta a otras camas.

No es que eso me preocupe,
pero a veces creo que la extraño.
Es decir, la mayor parte del tiempo
he estado triste.
¿Qué hago con este tiempo libre?
¿Debería sonreír? ¿O iniciar una guerra?
Quizás un poco de felicidad me siente bien,
pero la idea me aterra.

Además, siempre pienso en los niños,
en la custodia compartida de nuestras dudas.
Ella ya no las visita, ya no las alimenta,
y me pregunto si yo debo hacer lo mismo.
Perdónenme la sonrisa
llevaba mucho tiempo al borde del abismo...

Cicatrices del alma: Versos de amor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora