Cap 2. Tan loco como su abuelo

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—Que bueno que despiertas —dice Tolmedo subido en la cama mirándome fijamente con ojos de loco.

—¿Cómo no me iba a despertar si usted pesa mucho? —me reí y al bajar de la cama miré a cuatro empleados dando reverencia.

—¡Apúrate! —el viejo sale de la habitación con la misma emoción de un niño y yo le sigo desconcertado.

Se desliza por el barandal de la escalera y me pregunto si fingió ser más débil en la cárcel recordando aquella imagen lamentosa con el bastón hasta que recuerdo que esos momentos de energía podrían significar que ya mero se va con San Pedro el pobre viejo.

—¡Ayuda!

El nieto del presidente tiene su pie en el rostro de un hombre en el suelo.

—¿Te gusta? —pregunta Tolmedo extendiendo los brazos— ¡Taram!

Cuando el hombre levanta el rostro le reconozco, es aquel asesino y por la esperanza que desborda cuando nuestras miradas se juntan sé que él también me reconoce y espera que le ayude.

—¡Lo siento! —grita con lágrimas en los ojos mientras la nariz desprende sangre.

—¿Una disculpa? —el pelinegro ejerce más fuerza en la cara del hombre—. Es tan fácil usar las palabras de forma despreocupada cuando alguien terminó 2 años en la prisión en tu lugar.

—¿Qué puedo hacer más que disculparme? Tengo una esposa y una hija...

—Levántelo —Ordena poniéndose guantes.

Veo alrededor y notó a una fila de varios hombres vestidos todos con traje, dos de ellos levantan al hombre del suelo y lo ponen de rodillas.

—No ganas nada mintiéndonos —el anciano se acerca y me guiña con una sonrisa atrapada—. Abandonaste a tu familia hace mucho, la zorra con la que estás es quien trabaja, eres solo una escoria que no aporta nada a este mundo —el anciano saca una navaja y el hombre se agita.

—¡Oye tú, haz algo! —grita mirándome lleno de horror— ¿Eres una buena persona, no? ¿no es por eso que la ayudaste esa vez?

—Yo...

—Él no va ayudarte, hiciste que desperdiciara dos años en prisión.

—¿Cómo iba a saberlo? —el hombre ve a un lado con ironía—, cuando matas a alguien puedes salir de prisión si pierdes dos vidas por el homicidio, pero ¿este tipo solo tenía dos vidas? —se ríe— Si perdió tantas, talvez no quiere vivir —murmura lo último.

Recibe una fuerte cachetada y se va hacia atrás, algo se inserta en su hombro y comienza a gritar horriblemente, no me siento mal por él, no parece arrepentirse de lo que me hizo, perdí mi sexta vida por su culpa y no le importa.

—No voy a confesar nada —suelta llenó de sudor con su hombro sangrante— Aún tengo 8 vidas.

¿8 vidas?

¿Es un alfa?

—Escucha bien —el pelinegro lo toma del cabello y le hace mirar—, puedes quedarte— el alfa le sonríe y el hombre le escupe riendo más fuerte con burla— vamos a romperte los huesos y cuando se recuperen volveremos a romperlos, te haremos sentir miserable y conocerás los limites del dolor y ¿sabes que será lo mejor? —el alfa se aleja— que el hecho de tener 8 vidas será tu perdición.

El alfa se aleja y uno de los hombres se acerca con una especie de vara en su mano de la cual sale vapor apuntando la cabeza del hombre quien grita desesperado en cuanto el objeto toca su rostro.

—¡Voy a confesar!

—¿Qué dijiste?

El hombre se coloca frente a mí tapando mi vista y veo aquel hombre alejándose con aquel bastón goteando sangre y pedazos de algo que me dejan impactado.

El Nieto De La MafiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora