Un viaje largo

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No permanecieron mucho tiempo ahí decidiendo por un vagón vacío cerca de una de las entradas laterales. Incluso si solo fueran niños y quizás el conductor prefería estar preparados por si acaso.

Dado que era tan temprano se tomaron su tiempo para acomodar sus pertenencias en la parte de arriba, devolviendo el tamaño de los baúles con un toque, sacaron sus túnicas y las dejaron en el respaldo para cuando se necesitará y por si acaso un libro o dos si se volvía aburrido.

No pasó casi nada los primeros 20 minutos y la única entretención que tenían ambos era mirar por la ventana como la estación se llenaba más y más. Las familias llegaban vestidas de distintas maneras. Hubo un par de ellos con ropa casi normal pero luego la mayoría se limita a batas o trajes y después estaba el tipo que tenia un equipo de natación completo blanco y negro a rayas. La chica que lo acompañaba se cubría la cara avergonzada mientras algunos chicos se reían de su mala fortuna.

Dogday ya podía decir que ambos necesitarían mucha paciencia si estos chicos tenían tan poco control en público y justo al lado de sus padres, de hecho a algunos les halaron las orejas o golpearon sus cabezas por esto. Fuera de esto la vista era bastante genérica. Los padres o familiares se despedían, daban abrazos, regalos y algo mas. El ambiente y el propósito era otro pero se sentía de alguna manera nostálgico.

Catnap se aburrió primero tomando su libro de hiervas mágicas e ignorando a su compañero en el asiento frente suyo sentado sobre sus rodillas medio estirado para ver mejor por la gran ventana.

Todavía faltaba mucho tiempo pero lentamente el lugar se llenó, había mucha más actividad, niños corriendo y padres exasperados. Las personas de la barrera surgieron en grupos de dos o cuatro, entonces casi al final a menos de diez minutos un montón de pelirrojos muy ruidosos se hicieron conocer. Era una madre con sus uno tres…cinco hijos. Dogday silbo por lo bajo. Por lo que había visto asumió que los magos solo podían tener uno o dos hijos pero esa teoría ya estaba siendo destrozada.

El chico mayor parecía estar regañando a un par de gemelos y la madre estaba poniendo atención en limpiar la cara a uno más joven con una niña firme de su mano, como si esperara que se le escapara si no lo hacía. Algo bastante típico. Todos los miembros de esa familia se metían en el diálogo/ regaño de la madre que por alguna razón vino con una advertencia de asientos de inodoro para su hermana. Dogday resoplo a esto y debió ser muy ruidoso por qué la niña giro en su dirección, cabello rojo y ojos azules curiosos.

Dogday se estremeció y se escondió agachándose lo más que podía.

Creyó que estaba listo para esto al parecer no era así, su corazón latía salvaje en su pecho intentando salir.

Catnap noto su angustia, dejo su lectura y se sentó a su lado preguntando sin palabras que lo molestaba.

-Niños

Murmuró entre dientes. Su amigo entendió, abrazándolo y ronroneando muy bajo solo para tranquilizarlo. Dogday trago saliva contra su amigo intentando controlar su respiración, solo había tenido un intercambio de miradas ¿cuan mas ridículo podía ponerse esto?

Y como si madre estuviera decidida a jugar con sus nervios la puerta se abrió de golpe y un niño entro tropezando. De la sorpresa saltaron lejos el uno del otro. El niño era un poco bajito más del lado gordito, cabello rubio y ojos llorosos. El niño miraba asustado como si hubiera cometido un crimen grave

-L-lo siento no quería e-entrar sin tocar ¡Pero la puerta cedió!

Dado que ambos habían cerrado después de entrar, si, eso parecía obra de madre. Dogday juro que escucho una risita en sus oídos.

Entonces hubo un silencio incómodo.

Mientras Dogday se recordaba a si mismo que no estaba obligado a ser servicial y confortante también recordó que no había tenido una interacción común en casi una vida y se había oxidado mucho. Miro a Catnap, este puso los ojos y miro por la ventana efectivamente dejándolo solo con la futura interacción. El ojo de Dogday tembló pero sin más ayuda de ningún tipo decidió imitarlo, se encogió de hombros al niño volviendo a su asiento y después reviso entre la pequeña pila de libros para literalmente hacer otra cosa y que la situación se resolviera sola.

Catnap y la piedra de rayos de SolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora