Capítulo 5: La Serenata del Amanecer

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Los días posteriores a su confesión fueron un remolino de emociones y aventuras. Aether y Mona se sentían más conectados que nunca, y su relación florecía con cada momento compartido. Aunque sus responsabilidades y misiones los llevaban a diferentes rincones de Teyvat, siempre encontraban la manera de regresar el uno al otro.

Una mañana, después de una noche de descanso en Mondstadt, Mona se despertó temprano. Tenía una idea especial en mente para sorprender a Aether. Había escuchado sobre un lugar en las afueras de la ciudad donde el amanecer era particularmente hermoso y pensó que sería el escenario perfecto para un momento inolvidable.

—Aether, ¿estás despierto? —preguntó suavemente mientras tocaba a la puerta de su habitación en la posada.

Aether, medio adormilado, abrió la puerta con una sonrisa.

—Buenos días, Mona. ¿Qué pasa?

—Quiero mostrarte algo —respondió Mona, tomando su mano—. Ven conmigo.

Con curiosidad y emoción, Aether siguió a Mona mientras caminaban por las calles tranquilas de Mondstadt, todavía envueltas en la penumbra del amanecer. Salieron de la ciudad y se dirigieron hacia una colina cercana, un lugar donde los rumores decían que el amanecer era una vista que nadie debía perderse.

—Estamos casi allí —dijo Mona, acelerando el paso mientras el cielo comenzaba a teñirse de tonos rosados y dorados.

Llegaron a la cima de la colina justo a tiempo para ver los primeros rayos de sol asomándose en el horizonte. El paisaje era impresionante, con la luz del sol reflejándose en los lagos y ríos, y las montañas distantes bañadas en un resplandor dorado.

—Wow, es increíble —murmuró Aether, maravillado por la vista.

—Sabía que te gustaría —dijo Mona, sonriendo mientras lo miraba—. Este lugar siempre me ha inspirado. Quería compartirlo contigo.

Aether se volvió hacia ella, tomando sus manos.

—Gracias por traerme aquí, Mona. Es perfecto, como tú.

Mona sonrió y sacó un pequeño instrumento de su bolso, una lira que había encontrado en una de sus aventuras.

—He estado practicando una canción. No soy tan buena como algunos bardos, pero quería tocarla para ti.

Aether se sentó en el suelo, mirándola con expectativa.

—Me encantaría escucharla.

Mona se acomodó y comenzó a tocar una melodía suave y emotiva. La música se mezclaba con los sonidos del amanecer, creando una atmósfera mágica. Mientras tocaba, sus ojos se encontraron con los de Aether, y en ese momento, todo lo demás pareció desvanecerse.

La canción hablaba de viajes y descubrimientos, de corazones valientes y amores verdaderos. Cada nota parecía resonar en los corazones de ambos, llenándolos de una calidez y una felicidad indescriptibles.

Cuando terminó la canción, Aether se levantó y se acercó a Mona, abrazándola con ternura.

—Fue hermoso, Mona. Gracias por compartir esto conmigo.

—Gracias a ti por escuchar —respondió Mona, devolviendo el abrazo—. Quería hacer algo especial para ti.

Aether la miró con ternura, sus ojos reflejando el amor que sentía.

—Cada momento contigo es especial. Eres la estrella que guía mi camino.

Mona sintió sus mejillas sonrojarse, pero no pudo evitar sonreír.

—Y tú eres mi constelación favorita, Aether. Juntos, brillamos más intensamente.

Pasaron el resto de la mañana disfrutando del amanecer, hablando de sus sueños y planes para el futuro. La conexión entre ellos se fortalecía con cada palabra, cada sonrisa, cada mirada compartida.

De regreso en Mondstadt, sus amigos notaron el cambio en su relación. Lisa, siempre observadora, les guiñó un ojo cuando los vio entrar juntos en la biblioteca.

—Veo que han tenido una mañana especial —dijo con una sonrisa traviesa.

Aether y Mona intercambiaron una mirada y rieron suavemente.

—Sí, ha sido una mañana maravillosa —dijo Aether, apretando suavemente la mano de Mona.

La vida en Mondstadt continuaba, llena de desafíos y aventuras, pero Aether y Mona sabían que mientras estuvieran juntos, podrían enfrentar cualquier cosa. Su amor era su mayor fortaleza, y con cada día que pasaba, se sentían más seguros de que habían encontrado algo verdaderamente especial en el otro.

Y así, bajo el cielo cambiante de Teyvat, Aether y Mona continuaron su viaje juntos, sabiendo que su amor era tan constante como las estrellas que los habían guiado hasta este punto. Sus corazones, entrelazados como las constelaciones, brillaban con una luz que nunca se apagaría.

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Espero que disfrutes de este quinto capítulo de "Destellos de Amor". Si necesitas más capítulos o algún ajuste, ¡no dudes en decírmelo!

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