1

2.3K 122 7
                                    

Llegó un punto en el que tuve que aceptar que había perdido el control de las cosas que acontecían en mi vida, y esta no era una excepción.

Desde que era pequeño, el baloncesto había sido una constante en mi vida. Mi padre siempre me había involucrado mucho en su fanatismo por el deporte; partidos, competiciones y prácticas, el caldo de cultivo idóneo para diseñarme a su antojo, y así fue, pues terminé al frente del equipo oficial de la universidad.

Cuando empecé no era bueno, es más, casi siempre pasaba los partidos en el banquillo; mi amor por el deporte no fue natural en absoluto, sino impuesto. Tras varios cambios de entrenador y la presión de mi círculo más cercano, empecé a tomármelo mucho más en serio, como una posibilidad seria de futuro y pronto empezaron notarse mejorías en mi juego, hasta que fui el jugador más estimado del equipo. Fue entonces cuando decidieron nombrarme capitán y a partir de ahí todo fue cuesta abajo y sin frenos.

Todo dió comienzo en uno de los que catalogaría como peores días de mi vida. Acababamos de perder uno de los partidos más importantes, del cual dependía un aumento de nuestra financiación, por una diferencia estrepitosa de canastas.

El ambiente después del partido naturalmente había sido horrible, pues nadie quería asumir la responsabilidad de la realidad; estabamos fallando como equipo y se estaba reflejando en nuestros resultados.

Estábamos todos en el vestuario y no se oía ni un alma, es más, parecía un velatorio. Hacíamos nuestra rutina de manera casi robótica, como si de una fábrica en cadena se tratase; mientras que empezaban a salir jugadores de la ducha, otros se metían y viceversa. Llegó un punto en el que yo fui el único que se quedó en todo el vestuario.  Empecé a secarme concienzudamente, sintiendo todavía un sudor rancio recorrer mi espalda, a pesar de la ducha que me había dado.

Arrugué la nariz en disgusto y me comencé a dar más prisa; quería irme de aquel vestuario decrépito cuanto antes para no tener que afrontar el fallo masivo que había supuesto mi capitanía para el resto de jugadores en este partido.

"Hoy has estado horrible." Una voz detrás mío llamó mi atención. Sabía perfectamente quién era y mi sonrisa trató de salir a la luz, sin embargo la mezcla de mi cansancio y frustración me impedía rascar algo minimamente positivo de su presencia.

"Bueno Martin qué tal si me dejas de tocar los cojones y te preocupas más por tu equipo de fútbol, ¿eh?" Dije sin ni siquiera darme la vuelta.

"Juanjo, cuando alguien hace su trabajo bien, se dice, y cuando se hace mal, también. No has capitaneado bien, y te lo digo como capitán del equipo de fútbol que tiene que pasar por lo mismo que tú." Intervino con una voz sosegada.

"Perdona pero eso es falso. A vosotros el dinero nunca os falta, siempre podéis viajar a campeonatos y a donde os toque ir. A nosotros no nos dan ni un céntimo, así que no, no tienes que pasar por lo mismo que yo." Le contesté malhumorado, de mala manera.

Después de un largo silencio creí que se había ido sigilosamente de la zona de vestuarios, sin embargo, pronto recibí una contestación.

"Igual es porque nuestras estadísticas sobrepasan las vuestras por bastante, pero eso puede ser mi opinión." Su voz se tornó ligeramente más aguda, tratando de no chillar ni ponerse a mi nivel.

"También puede ser porque el fútbol es el eterno sobrevalorado, pero de eso mejor no hablamos." Respondí iracundo mientras me ataba los cordones de los zapatos sin ningún tipo de cuidado.

"Estás soltando todo tu rencor sobre mí porque sabes que tengo la razón. No digo que seas mal capitán Juanjo, al contrario. Pero nunca se alcanza la perfección con palabras bonitas."

Me di la vuelta finalmente, haciendo contacto visual con él, que estaba apoyado sobre una fila de taquillas.

"Igual deberías hacer que te dejase de importar tanto mi actuación como capitán y mi perfección." Chillé. Finalmente había terminado de perder mi compostura.

"Sólo quiero lo mejor para el equipo."

"Ya pero sólo me machacas, Martin. Siempre te llenas la boca de palabras necias para mí. Deja de ponerte tan prepotente cuando además esta liga tu equipo ha descendido bastante en comparación a otros resultados de años anteriores." Recalqué. Estaba harto de recibir tantos puntos de vista negativos cuando él no estaba tampoco en el sumun.

"Sigue diciendo lo que quieras para sentirte mejor contigo mismo."

Llegué a un punto de ebullición emocional, en el que me levanté y cogí mis cosas, que estaban encima del banco con bastante agresividad.

"No montes un escándalo, que sólo estabamos hablando." Dijo Martin socarrón, sabiendo que estaba presionando los botones correctos para que me enfrentase a él.

"Eres un mierdas Martin, yo me voy." Le respondí, en un tono bastante bajo y amenazante, tratando de salir por la puerta.

"Siempre haces lo mismo, huyes de tus problemas." Remató Martin cuando estaba a un palmo de la salida.

"Se acabó." Dije dándome la vuelta.

"Estoy hasta los cojones de ti y de tu equipo de fútbol de mierda y la panda de garrulos a los que capitaneas, que nunca respetan a los demás deportistas del centro y se escudan en el mísero argumento de que el fútbol es el mejor deporte y el que más maneja a las masas." Me puse rojo por falta de aire. " Y les dices a la próxima que actuar como hombres de las cavernas no les va a llevar a ningún lado."

"A veces eres tan bocazas que no te lo crees ni tú." Fue la única respuesta que recibí antes de sentir la presión de sus labios contra los míos. Me empujó hacia las taquillas y lo único que podía hacer era rezar porque nadie entrase.

A pesar de eso, no corté el beso, porque era imposible negar que hasta cierto punto yo también lo quería. En el fondo lo llevaba queriendo durante más tiempo del que me habría gustado aceptar.

Sin saberlo, estaba metiéndome de lleno en una charca que ya creía seca.

illicit affairsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora