Capítulo 2

140 28 17
                                    

Lo que había comenzado gracias al orgullo y un montón de alcohol en su estómago vacío, poco a poco se convierte en duda y miedo a medida que se acerca. 

Sobre todo, si es que aún le quedaba algo de valentía, abandona su cuerpo por completo cuando el hombre gira de golpe. Cuando sus ojos se fijan como dagas sobre ella como si hubiese adivinado sus intenciones incluso antes de que ella comenzara su camino.

Dos zafiros azules, que parecen incluso brillar en la semioscuridad del antro, decoran su oscuro rostro de rasgos masculinos. Esos ojos que hacen parecer a los suyos, color chocolate, insignificantes y sin vida.

Todo él la hace sentir pequeña e insignificante.

El enorme hombre la mira de arriba a abajo de aquella forma que parecen quemarla y, sin darse cuenta, las dulces manos de Adeline comienzan a temblar. 

Su rostro es incluso más hermoso y varonil que su cuerpo y entiende por qué Nicole lo ha elegido precisamente a él. Sería el perfecto para una loba tan hermosa y sensual como la pelinegra, pero no para una simple mortal como ella.

Una loba incompleta, como acostumbran a recordarle.

De repente, ni el vestido, ni las sandalias, ni aquel suave maquillaje, le parecen suficiente.

Sin embargo, y aunque se siente tentada a dar media vuelta y volver con el rabo entre las piernas con sus falsas amigas, hay algo en aquella mirada que le obliga a continuar. Como si cumpliese con una orden no pronunciada por aquellos finos labios, pero una orden clara.

No puede retrasarlo más ni echarse atrás. 

Definitivamente, su corazón deja de latir cuando se detiene frente a aquel sujeto. O late tan rápido que se mezcla con la música tecno del antro y ya no es capaz de distinguirlo.

La joven clava sus sandalias en el suelo y aprieta los puños infundiéndose un último empujón de valentía. Sintiendo aún a aquellas mujeres conspirar y murmurar a su espalda y dándole vergüenza decepcionarlas.

- Hola. - Sonríe de forma tensa rezando por no atragantarse con sus propias palabras. - Me llamo Adeline. Pero puedes llamarme Ada.

La joven extiende el brazo tratando de estrechar su mano pero el hombre no reacciona de inmediato para devolverle el gesto y ella, avergonzada, la retira sin darle más opción al saludo.

El lobo no elige ninguno de aquellos nombres, si no que parece totalmente mudo. Su gesto no demuestra expresión alguna pero su tensa espalda indica no estar muy cómodo con aquella interacción. Casi sorprendido de que haya aparecido de la nada.

A Adeline jamás le había pesado tanto un silencio tan sepulcral como aquel.

Echando un incómodo vistazo atrás, y a pesar de que su oído no está desarrollado como el de una loba, puede intuir al grupo de mujeres reírse a su costa sin disimulo.

- Vengo a... seducirte.- Las mejillas de la joven se vuelven aún más rojas por lo patética que ha sonado.- O intentarlo...- Murmura tras no obtener reacción de él.

Sería atractivo, pero muy difícil de tratar. Su público hoy era exigente y a Ada se le habían acabado las payasadas que decir.

Ante sus palabras el hombre tan solo alza una ceja, sin pronunciar nada y observando de nuevo a aquella joven y su graciosa forma de entrelazar sus dedos nerviosa. Había llegado tan de repente...

Adelien frunce ligeramente el ceño y se cruza de brazos. En su opinión, de guapo ya había pasado a maleducado.

- Mira. - Se rinde al fin con un gran suspiro. - Necesito que colabores, vale. No seré la más guapa ni la más graciosa, pero ellas me obligaron a acercarme por un reto y lo menos que quiero ahora es hacer el ridículo.

Deseo de AlphaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora