Capítulo 5

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El gran salón está lleno de personas. La música clásica, tranquila, está lo suficientemente baja para que la gente pueda tener sus cordiales conversaciones por todos lados, mientras los camareros pasan con sus bandejas de plata llenas de canapés.

Adeline ha estado más de una docena de veces en esas fiestas y, aun así, aún no se acostumbra a la belleza del lugar. Los suelos son de frías baldosas grises y las columnas de mármol sostienen una cristalera sobre sus cabezas que desafía todas las leyes de la física.

Nada que ver con aquel estrecho antro al que fue hace una semana y del que aún le llegan recuerdos, por mucho que se ha esforzado por borrarlos de su cabeza.

- Deja de tirarte del vestido o lo darás de si. – Le regaña su madre dándole un manotazo rápido. – Estás hermosa.

Adeline ni siquiera se había dado cuenta de su forma nerviosa de jalar la tela hasta que la mujer lo había nombrado. Sonríe pidiendo disculpas y se encamina enganchada al brazo de su progenitora. A su lado, su padre mira alrededor buscando al anfitrión de aquella elegante gala.

- ¿Qué es eso tan importante que tiene a la manada entera en vilo?

- El Alpha tiene una noticia que dar. - Confiesa el hombre aún distraído mirando a su alrededor. - Con suerte, será buena.

Como si lo hubiese invocado el señor Raven saluda a un hombre de entre la multitud que corresponde con una gran sonrisa y un gesto para que se acerquen. Ya se ha despedido de la pareja con la que hablaba para cuando la familia llega.

Adeline sonríe de forma sincera y cordial cuando al fin quedan junto al hombre de elegante traje y sonrisa afable. El Alpha Theodore.

Pequeñas arrugas en su frente y cerca de sus ojos delatan su edad. Sus manos, aunque firmes como las de un verdadero Alpha, ahora parecen frágiles cuando Adeline la toma en forma de saludo.

- Que gusto veros, familia.

Y es sincero cuando lo dice.

Cuando el Alpha apenas comenzaba con su mandato, poco después de que su padre y anterior Alpha falleciera, una horrible batalla se llevó a cabo en aquellos territorios. Adeline no había nacido aún, pero el señor Theodore siempre le cuenta como su padre le salvó de una muerte segura, leal ciegamente a aquel joven que apenas comenzaba y cómo desde entonces está en eterna deuda con él.

A pesar de que los Alphas tienen fama de ser rudos y autoritarios, este había conseguido guiarlos todos estos años con un amor infinito por su manada y, cualquiera que le mirase directamente a esos ya ancianos ojos, sabría verlo.

- Quisiera saber si este banquete tan generoso es para amortiguar alguna mala noticia. - Pregunta directo y algo preocupado el padre de la joven.

El Alpha sonríe de nuevo, aunque es un rastro de tristeza el que cruza por su rostro.

- Me hago viejo, amigo. – La nostalgia se cuela en su rasgada voz. – Ya no somos aquellos lobos jóvenes que podían con todo.

- Yo le veo más joven que nunca. - Intenta apaciguar su alma Ada con una cálida sonrisa.

El mayor ríe y la tensión parece bajar.

- Siempre tan aduladora. Pero tengo que ser realista. - Su sonrisa se vuelve melancólica a medida que habla. - Para ser sinceros, ya me apetece estar junto a mi Luna de nuevo.

Un frío silencio parece instaurarse en aquel pequeño circulo a pesar de que la gente sigue festejando y charlando ajenos a la seriedad de su conversación. Aun cuando resalta la actitud amable y risueña de ese hombre, todo el mundo sabía que era un Alpha con el corazón roto.

Deseo de AlphaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora